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22 ☾. GRÁFICA, minervas estiradas

El mundo atormentado de una minerva estirada destinada a ordenar su cajón de maquillaje. La Imprenta. Habría que empezar por definir qué entendemos por tal palabra: imprenta. Pues bien, Gutenberg no inventó la imprenta. El mundo gráfico ha ido constantemente incorporando su quehacer nuevos productos hasta desembocar en la diversidad actual.

Un testimonio de nuestra historia asociativa son los ejemplos más antiguos como el estarcido en el Paleolítico o en las Pirámides de Egipto. Es curioso constatar cómo el asociacionismo gremial surge de los deseos de los maestros Sumerios, y sus cilindros para imprimir sobre arcilla, así como las impresiones en el mundo cultural de China y Japón, con plantillas de hojas de plátano sobre seda natural y papel de arroz.

Sin embargo, recibimos la doctrina de que el hilo conductor del progreso industrial gráfico ha sido únicamente el libro. El paso de la copia manual al libro impreso significó un cambio radical en la extensión del conocimiento. Ya en el año 770 la emperatriz Shotoku de japón, dispuso que se sacase un millón de estampaciones de un bloque de madera -xilografía- con un texto que reproducía una cita de las escrituras budistas. También lo hizo Wang Cieh en China, en 868, por el procedimiento de la imprenta tabelaria, imprimió el primer libro de que se tiene noticia, llamado Sutra del diamante, hallado en 1907.

No tenemos elementos para saber si Gutemberg tuvo conocimiento de que ya en el año 960 se usaron en China tipos móviles de madera; o que en 1045 Pi-Sheng había practicado la imprenta con caracteres de arcilla endurecida, sometida después al fuego, o que en corea se fundían caracteres de metal hacia 1390, o que en 1403 Tai Tiong ordenó grabar en cobre los caracteres del alfabeto coreano.

Es algo que me resulta aterrador. Conocer y trabajar con las planchas de cobre me despertó sentimientos dormidos, cosa que quería compartir y experimentar y vivir en libertad. Y se aprovechaban los días soleados para ser insoladas en el patio, con la luz natural del día. Los libros se encuadernaban a mano, con las telas de la España Industrial, con más de cincuenta años, que ya no existen en el mercado. Después con la aparición de las planchas presensibilizadas, las electrostáticas y las de difusión, se facilitó enormemente la forma de imprimir de manera que, sin grandes dificultades, cualquier persona del taller con un mínimo de precauciones así como de conocimientos podía llegar a maquinista.

Esta colección, dividida en Veintiocho Lunas, reúne en eso que podríamos llamar siguiendo a Bataille una «comunidad sin comunidad», preserva lo singular de cada huella, a lo que hace imposible la reapropiación en un corpus o escuela.