Los valientes duermen solos nº 1092
Révélations. Iconographie de la Salpêtrière (París 1875-1918), de Javier Viver
«Javier Viver realiza una singular compilación, edición y lectura de la iconografía del famoso hospital parisino de la Pietié-Salpetrière, posibilitando nuevas asociaciones y planos de interpretación de un archivo fotográfico que excede de la simple exposición de casos clínicos. El uso de la fotografía propició la incorporación del espectáculo y con él de toda una trama de complicidades entre los pacientes y los fotógrafos que los retrataban, dando como resultado un archivo fotográfico sin precedentes, testigo de la época colonial, y documento sistematizado de los límites del alma humana.» Los valientes duermen solos, miércoles 28 de enero de 2020.
Révélations. Iconographie de la Salpêtrière (París 1875-1918) Javier Viver Ed. Publicado en Barcelona por RM Verlag en 2015. Fotografías extraídas de la Iconographie Photographique de La Salpêtrière conservada en la Bibliothèque Charcot.
Su estudio filosófico de la identidad, primero personal y luego colectivo, puede ser de interés para psiquiatras y psicólogos ya que el autor comienza citando a Erik Erikson, un autor muy conocido por su trabajo sobre la estructuración social de la personalidad. Según él, la personalidad se desarrolla a partir de ciertas etapas de interacción social: creer en la presencia del otro, adquirir cierta autonomía, mostrar iniciativa, ser industrioso, adquirir una identidad. Este psicólogo fue requerido por las autoridades estadounidenses para tratar a los soldados que habían sido traumatizados durante la Guerra del Pacífico, y desarrolló el concepto de crisis de identidad, una fórmula que se iba a popularizar. Estos combatientes ya no se reconocían a sí mismos, habiendo perdido sus reflejos y actitudes – sin sufrir un trastorno de identidad disociativo. La noción de crisis de identidad fue retomada por algunos sociólogos para designar a diferentes grupos desviados o marginales, rebeldes sin causa, minorías, sujetos en situaciones biculturales, o incluso para invocar al sujeto perdido en una sociedad de masas intoxicada por el consumo (sociedad de consumo). De paso, observamos que la noción de identidad personal ha sustituido en cierto modo al carácter o la personalidad (tengo mi carácter, tengo mi personalidad, que es distinta de las de otro). Sin embargo, el aspecto de la identidad, en el sentido psiquiátrico de amnesia de identidad, es sólo uno de los aspectos de la personalidad que constituye un todo funcional: actitudes, creencias, afectos que tienen un carácter duradero a lo largo de la existencia.
A partir de aquí, Vincent Descombes aborda toda la cuestión de la identidad desde un punto de vista histórico y filosófico, y esta lección es muy interesante. Desde el principio, hay que distinguir entre la identidad en tercera persona y la identidad en primera persona. ¿Quién es usted, señor? Y uno debe responder con un estado civil y las principales funciones sociales y profesionales. ¿Quién soy yo? Lo que presupone una respuesta más amplia que nos invita a buscar cualidades, aptitudes, creencias, eventos, proyectos, etc., que son la base de nuestra identidad. El rango de cualidades puede ser vasto, de ahí la posibilidad de una identidad plural, con varias opciones: soy cirujano y director de orquesta, por ejemplo. Familiarizado con Wittgenstein, Vincent Descombes se pregunta sobre el uso de la identidad. Esta cualidad nos permite diferenciarnos: hay una identidad en la diferencia (identidad en la diferencia, como dice en broma Bertrand Russell). Se trata de sentirse permanentemente idéntico a uno mismo, con un refuerzo permanente de la pertenencia de nuestras cualidades. La filosofía aquí tiene la ventaja de relativizar esta identidad con uno mismo. Este debate ya estaba presente entre los ancianos, que observaron que un deudor que ha crecido siempre debe pagar su deuda mientras su peso ha cambiado. De la misma manera, la nave de Teseo mantiene su identidad, aunque uno cambie sus tablones, mástil, timón, etc., y el otro no. La renovación de nuestras células así como la inscripción en nuestro ADN de una nueva expresividad según el principio de la epigenética no modifica nuestra identidad. Pero nuestros filósofos se preguntan, ¿cuáles son los aspectos más sólidos de la identidad, en primera persona? ¿Cómo se puede definir bien la identidad subjetiva?
La primera respuesta viene de Erikson. El sentimiento de permanencia en sí mismo está fuertemente respaldado por el registro psicosocial, el currículum vitae, los diplomas, las etapas familiares, etc. Ciertamente, pero un sujeto completamente desocializado conserva el sentido de sí mismo, y a Rousseau le gustaba decir que se sentía sobre todo él mismo cuando caminaba solo en el campo. Así, poco a poco, nació la noción de identidad personal como persistencia psicológica. Literalmente, da su definición: «identidad personal, la persistencia de la conciencia de un individuo». Este progreso vino de Voltaire habiendo leído a Locke. Voltaire había comprendido bien que la persona ya no era la misma a lo largo de los años, que no se caracterizaba por una sustancia permanente, sino que se basaba en la memoria. Aquí encontramos la memoria autobiográfica probada por los psicólogos y deficiente en algunos casos. Locke, más precisamente, habla del yo, un yo que puede ser definido de una manera u otra: por el cuerpo, por los pensamientos, por las acciones. Estamos empezando a entender que cada persona va a privilegiar su propia manera de definirse y elegirá su campo de identidad.