Serie Siesta argentina, de Facundo de Zuviría

By enero 28, 2020Sin categoría

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Los valientes duermen solos nº 1091
Serie Siesta argentina (1987-2003), de Facundo de Zuviría

«El artista fotografía los modestos comercios que conforman el intrincado paisaje de Buenos Aires. Una ciudad sin habitantes, el Buenos Aires de Facundo de Zuviría, parece paralizado en el tiempo y da la impresión que toda la actividad se ha suspendido.» Los valientes duermen solos, miércoles 28 de enero de 2020. 

La musa de Facundo de Zuviría es Buenos Aires, pero lejos de los aires cosmopolitas de la capital argentina. Para él, la ciudad revela su verdadera naturaleza en sus barrios, donde las tiendas de los locales ocupan edificios antiguos y descuidados desde hace tiempo. Zuviría entendió eso en los ochenta, cuando trabajó en un programa cultural que lo llevó por toda la ciudad. Su importancia acabó por cobrar significado durante la crisis argentina de 2001. Sus imágenes durante aquel periodo de dificultades —cuando él y muchos de sus compatriotas estaban desempleados— lo llevaron a ser testigo de cómo esas pequeñas tiendas que le daban al barrio un sabor único fueron desapareciendo, algunas veces de la noche a la mañana. Comenzó a tomar fotos de las cortinas cerradas, en composiciones en las que miraba al frente para retratar líneas y formas repetitivas, algunas veces colmadas de grafitis o anuncios desgastados, en blanco y negro. Son elegantes, melancólicas y casi reverentes; en algunos casos recuerdan a Walker Evans (cuya obra Zuviría no conocía cuando comenzó a dedicarse a la fotografía). Esta crónica de la ciudad que se desvanece está en el corazón de una nueva exposición: “Facundo de Zuviría: Siesta Argentina y otras Observaciones Modestas”, que acaba de inaugurarse en la Americas Society de Nueva York, donde permanecerá hasta el 1 de abril. Facundo de Zuviría, de 62 años, cuenta que las fachadas de las tiendas fueron una obsesión suya entre 2001 y 2003, cuando publicó un libro sobre este tema. Una obsesión como la fotografía, la primera actividad que adoptó a los seis años cuando su abuela le regaló una cámara estenopeica.

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