Los valientes duermen solos nº 651
Ralph Ellison
(1 de marzo de 1914 en Oklahoma City, Oklahoma -16 de abril de 1994 en Nueva York)
“El hombre invisible insinúa al final del prólogo que quizás vuelva a surgir después de haber contado la historia de su vida. De acuerdo con Kierkegaard, la desesperanza era la enfermedad que significaba la muerte, de manera que hay que diferenciar la invisibilidad -en la que se entraban los afroamericanos hace más de medio siglo- de la desaparición. Esta magnífica primera novela de Ellison -a duras penas acabada- debe su fama a su profunda visión de la conciencia afroamericana.»
Bibliografía selecta
El hombre invisible (Lumen, 1984)
Juneteenth (Random House, 1999)
Vuelo a casa (Traducción de Mariano Antolín Rato. Alfaguara. Madrid, 2002)
Ellison es, hasta donde alcanzo a ver, el escritor que con más inteligencia, profundidad y serenidad ha tratado el problema de la marginación social utilizando la imagen de la invisibilidad como vivencia. Su mirada contempla al negro norteamericano ante todo como representación de un fenómeno general de marginalidad, no sólo como un caso de racismo localizado, lo cual le introduce en la gran corriente de la literatura universal que trata no ya de la búsqueda personal, sino también del reconocimiento social de una identidad. Ellison salta la barrera que ha constreñido a muchos autores de raza negra con una actitud de paciente objetividad que no esconde una pasión sustancial; sólo que esta pasión, a su vez, tampoco se queda en el dolor o la ira, sino que la convierte en literatura, se transmuta en pasión literaria; y la suma de literatura apasionada e inteligencia analítica dan como resultado una escritura tan convincente como una auténtica imagen del mundo. La selección de una serie de relatos de Ralph Ellison en Vuelo a casa recuerdan que es el más poderoso autor negro de Estados Unidos. Famoso por El hombre invisible, el escritor de Oklahoma no niega aquí la influencia de Hemingway y confirma en estos relatos su profundidad y serenidad a la hora de abordar el problema de la marginación social.
Material de prensa: presentación, notas y cronología
El nombre de Ralph Ellison se asocia necesaria e inmediatamente con un título: El hombre invisible. Es un caso parecido al de Henry Roth con Llámalo sueño.Parece que fueran autores de una sola novela (pero eso sí: ¡qué novela!). Si el segundo es más o menos el padre de la formidable narrativa judía norteamericana, el primero es el más poderoso autor de raza negra que ha dado la literatura estadounidense. El hombre invisible (Lumen, 1984) es una obra maestra se la mire por donde se la mire, pero aunque no se prodigó mucho -acaso presionado por el peso de su singular creación- Ellison fue autor de relatos y de numerosos artículos y ensayos, y recientemente, cinco años después de su muerte, ha visto la luz la novela inacabada en la que estaba trabajando,Juneteenth (Random House, 1999).
Vuelo a casa es una coherente y excelente selección de relatos a cargo de John F. Callaghan -que también ha sido el editor de Juneteenth- en los que se advierte, una vez más, el peso de Hemingway en la historia reciente del relato corto norteamericano. Ellison era un gran admirador de Hemingway -cuyas traducciones, casi siempre nefastas, lo tienen arrinconado en nuestro país, convertido en una especie de turista vividor de escritura banal-, pero poseía una voz absolutamente personal. Lo que sucede es que Hemingway se viene revelando cada vez más como un autor seminal para la literatura norteamericana del siglo XX, que recoge de atrás una tradición bien enraizada y la fecunda haciéndola germinar hasta nuestros días.
Todos los relatos de Vuelo a casa están escritos desde el punto de vista de un negro excepto el primero; y en todos ellos hay una carga moral que emana de esa voz excepto en el primero, donde el narrador es un muchacho blanco que sólo ve porque no trasciende (lo que permite, por cierto, que lo haga el lector). Todos los jóvenes negros que protagonizan estas historias no creen en nada salvo en el presente, cuando no en la mala suerte (‘siempre quería hacer lo que debía, pero siempre se interponía algo’) o en la mera supervivencia; en cambio, en los mayores hay una apelación a Dios y a su providencia como recurso y consuelo. El lenguaje de los jóvenes tiene siempre ese tono de superviviente duro y preciso, pero lleno de resonancias propio de un mundo de buscavidas: ‘(Los vigilantes) te pueden pegar en la cabeza y reventarte los zapatos’, dice uno de los que viajan en los trenes de mercancías de un Estado a otro. En el cuento Vuelo a casa la espina dorsal de la historia no es la historia en sí, sino la confrontación de lenguajes (es decir, expresiones de modos de entender la vida) entre el viejo aparcero y el joven paracaidista; en La pelota negra es el modo de mostrar las percepciones del personaje que narra lo que crea un clima que por sí mismo se convierte en una interpretación de la segregación; pero, esto es lo grande de Ellison, que no hace apología ni didactismo ni denuncia; sencillamente, su capacidad de mostrar es tan extraordinaria que, como suele decirse vulgarmente, las cosas hablan por sí mismas. En ese mismo cuento hay una impecable concepción espacial y la presencia del personaje, al emitir sus percepciones de la realidad, llena con un efecto subrepticio, pero progresivo, el espacio concebido hasta colmarlo.Hay un cuento verdaderamente singular, que da la medida de las posiciones intelectuales de Ellison; es el titulado En el extranjero, donde con una precisión y un dominio de la expresión dramática considerables da la vuelta a una situación distinta: un marinero negro que ha sido golpeado por compatriotas blancos en un puerto galés, es recogido por unos galeses que lo tratan no ya como un ser humano en todo semejante a ellos, sino que lo reconocen como norteamericano (‘un yanqui negro’, dicen ante su asombro); entonces, el relato se convierte en el modo en que todas las defensas del negro van cayendo ante estos otros blancos (que sí le ven) los cuales, en un final de taberna y canciones, lo homenajean cantándole Barras y estrellas hasta conmoverlo.
Todos los cuentos, incluso los que están más cerca de la viñeta que del relato, como los tres de Buster y Riley -dos chicuelos negros que se pasan el día deambulando de acá para allá- o El vigilante de Hymie -este último de una perfección envidiable- son excelentes. La reaparición de Ralph Ellison en nuestras librerías es una gran noticia. No se lo pierdan.