Paul Celan

By mayo 6, 2018Sin categoría

Paul Celan, 1967

Los valientes duermen solos nº 583

Paul Celan

(23 de noviembre de 1920 en Chernivtsi, Reino de Rumanía – 20 de abril de 1970 en París)

Celan, mito del quinto arte, continua produciendo y generando, tanto en el terreno de la poesía como la literatura, admiradores, discípulos e imitadores a lo largo de su más de medio siglo de su desaparición

«19 de diciembre de 1999. Y ahora, con todos aquellos patrocinadores de gran magnitud, aparecía en medio de una una orgía de publicidad subliminal; Año 1999: El fin del mundo, una película dirigida por John Hayes en el año 1977. La pregunta ahora era: ¿se podía llegar al fin del mundo usando el transporte público? A mí me interesaban los artículos de Jaime Siles, poeta y crítico literario publicados en El Cultural. Me dediqué a pasar el rato leyendo su reseña de Paul Celan. Obras Completas, publicada en Trotta. Empieza así: «Un refrán alemán dice que las traducciones son como las mujeres: infieles las guapas y feas, las fieles. Y un poeta norteamericano, Robert Frost, afirma que poesía es aquello que no se puede traducir y que se pierde al ser traducido.» Tengo que confesar que nunca he tenido una relación fácil con Celan y es por eso que estoy de acuerdo con George Steiner (gran descubridor de Celan) cuando analizaba la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz, enunciada por Theodor Adorno. Los mapas antiguos eran inútiles. Me senté con mi pinta y planeé otro intento de llegar al fin del mundo. Ninguna sorpresa.» LVDS. Diciembre de 1999.

El gran poeta judío que escribió en la lengua de sus verdugos consiguió escapar de la persecución nazi, pero su vida estuvo dañada por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que ha sobrevivido. El horror, la vergüenza, la crueldad sin límites: «Estábamos muertos y podíamos respirar», escribía en la obra de 1952. Siempre se ha tenido a Celan por un poeta difícil, oscuro incluso. Reina Palazón da las claves para acercarse a él. «Consideraba cada poema como algo tremendamente singular en sí. O sea, que cada poema presenta sus problemas. Pero para entendernos, habría que decir que en esta poesía de juventud lo más singular son las atrevidas imágenes, distintas e inesperadas en cada poema y lo inesperado de las mismas y la resonancia de sus palabras específicas. La reproducción de esa imaginería en su singularidad y sonoridad es lo más difícil».Ningún poeta contemporáneo ha sido interpretado y traducido de manera tan detallada y extensa como Paul Celan, sin duda uno de los poetas más importantes del siglo XX. «Fuga de la muerte», tal vez el poema al que la crítica ha dedicado más atención de todos los escritos tras la Segunda Guerra Mundial, es, si no el texto cumbre, uno de los textos cumbres de la lírica alemana. Los alrededor de ochocientos poemas que publicó Paul Celan condensan su pensamiento y su vida, marcada por las grandes tragedias de este siglo. Asimismo integran un buen manojo de tradiciones literarias y de datos, no sólo personales, sino también teológicos, filosóficos, científicos e históricos. La fuerza creadora de su lenguaje es una invitación permanente y siempre renovada a descubrir un nuevo mundo poético. Esta traducción, siguiendo la edición alemana de Beda Allemann y Stefan Reichert, vierte por primera vez al castellano y a una lengua extranjera toda la obra de Paul Celan, su poesía así como su prosa. 

Bibliografía selecta

Mohn und Gedächtnis (1952) (Amapola y memoria) (Ediciones Hiperión, Madrid, 1985)
Von Schwelle zu Schwelle (1955) (De umbral en umbral)
(Ediciones Hiperión, Madrid, 1985)

Los poemas póstumos (Editorial Trotta, 2003)
Correspondencia entre Paul Celan y Nelly Sachs (Editorial Trotta, Madrid, 2007)
Correspondencia entre Paul Celan y Gisèle Celan-Lestrange (Editorial Siruela, Madrid, 2008)
Poemas y prosas de juventud (Editorial Trotta, Madrid, 2010)
Obras Completas Paul Celan (Editorial Trotta, Madrid, 2013)
Microlitos. Aforismos y textos en prosa (Editorial Trotta, Madrid, 2015)

Libros relacionados

Poesía contra poesía, de Jean Bollack (Editorial Trotta, Madrid, 2005)
Schibboleth, de Jacques Derrida (Arena Libros, Madrid, 2002)
Paul Celan: Poeta, superviviente, judío, de John Felstiner (Editorial Trotta, Madrid, 2002)
¿Quién soy yo y quién eres tú?, de Hans-Georg Gadamer (Editorial Herder, Barcelona, 1999)
La poesía como experiencia (La poésie comme expérinece), de Philippe Lacoue-Labarthe (Arena Libros, Madrid, 2004)

Estudios sobre Celan, de Peter Szondi (Editorial Trotta, Madrid, 2005)
Lector de Celan, de Hans-Georg Gadamer (Editorial Herder, Barcelona, 2009)

Otros ensayos

Piedra de corazón, de Jean Bollack (Arena Libros, Madrid, 2001)
La palabra tardía. Hacia Paul Celan, de José Manuel Cuesta Abad (Editorial Trotta, Madrid, 2001)
Poéticas del vacío. Orfeo, Juan de la Cruz, Paul Celan, la utopía, el sueño y la poesía, de Hugo Mújica (Editorial Trotta, 2004)
Celan, lector de Freud, de Arnau Pons (Lleonard Muntaner Editor,Palma, 2006)
Nissaga d’abolits, de Arnau Pons (Lleonard Muntaner Editor, Palma, 2010)
Paul Celan y Rumanía: «La adolescencia de un adiós», de Petre Solomon (Objeto Perdido, Palma, 2010)

Bibliografía completa

Der Sand aus den Urnen (1948) (La arena de las urnas)
Mohn und Gedächtnis (1952) (Amapola y memoria)
Von Schwelle zu Schwelle (1955) (De umbral en umbral)
Sprachgitter (1959) (Rejas de lenguaje // Reja de locutorio)
Gespräch im Gebirg (texto poetológico sobre el desencuentro con Adorno) (1959) (Conversación en la montaña)
Der Meridian (discurso pronunciado al recibir el premio Georg Büchner en 1960, impreso en 1961) (El Meridiano)
Die Niemandsrose (1963) (La rosa de Nadie)
Atemwende (1967) (Giro del aliento / Cambio de aliento)
Fadensonnen (1968) (Soles de hilo / Soles-filamentos)
Lichtzwang (póstumo, 1970) (Compulsión de luz / Luz a la fuerza)
Schneepart (póstumo, 1971) (Parte de la nieve / Particela de nieve)
Zeitgehöft (póstumo, 1976) (Patios de tiempo / Granja de tiempo)
Das Frühwerk (obra de juventud, 1989)
Die Gedichte (obra poética completa, anotada por Barbara Wiedemann, 2003)

Influencias

Después de una breve pero intensa estancia en París, donde entra en contacto con el movimiento surrealista, regresará a Rumanía el verano de 1939. Semanas más tarde, en virtud del pacto de no agresión suscrito entre Hitler y Stalin, el norte de Bukovina es cedido a la Unión Soviética y Czernowitz se convierte en la ciudad dirigida por el orden soviético. Los alemanes entran en la ciudad natal de Celan estableciendo el confinamiento de los judíos en un gueto. Todesfuge (Fuga de la muerte), recogido em Amapola y memoria, es el Gernika de la literatura europea de la posguerra. Su exilio estará atravesando por conflictos e incomprensiones. El primer trimestre de 1960 Celan es acusado de plagio por Claire Goll, la esposa de Yvan Goll a quien había conocido en 1949. Ni siquiera los artículos rehabilitadores de Enzesberger o Szondi, entre otros, disuelven la amargura. Y si se atiende al poema Shibbólet llamará la atención la referencia a Viena y Madrid, que evocan la rebelión obrera en Austria contra el gobierno de Engelbert Dollfub y la guerra civil española -homenajeada ésta con la inclusión de la consigna «No pasarán», que reaparece en otro poema de Die Niemandseose (La rosa de nadie) con un contexto de intencionalidad similar. In memoriam P. Élouard, recogido en De umbral en umbral: sabemos que Celan está reprochando al poeta haberse mantenido indiferente, y a pesar de la solicitud de Breton para que interviniera ante las autoridades comunistas en el juicio de Z. Kalandra, el historiador y poeta checo condenado a muerte en junio de 1950 por el régimen de la democracia popular checa, y sólo entonces, sabíendolo, se revelan el secreto de esos versos en apariencia enigmáticos; y también emergía el sentido de Todnauberg, dedicado a Heidegger y recogido en Lichtzwang, que viene a referir, más allá de la aparente insondabilidad, la decepción sentida por Celan con motivo del encuentro con el filósofo alemán y nacionalsocialista. Celan fue siempre un gran lector de narrativa. Thomas Mann, Joseph Conrad, James Joyce. Y sobre todo Kafka. Mucho Kafka. Esto es notable sobre otros autores, como Chéjov (la indecible tristeza de su mundo y el arte de la miniatura con que él la ha tejido) o Dostoievski (un utopista lúcido, a veces clarividente y profético, a menudo sin embargo también ciego ante tantos prejuicios, supersticiones e ignorancia del ambiente en el que él vivía), y en varias de las entrevistas en donde habla no solo de su poética, sino también de su visión del mundo. Es cierto que admira a Essein, Apollinaire o Élouard, entre otros muchos. Por el espíritu y su actitud intelectual, a Mandelstam dedicará Die Nienamndsrose (La rosa de nadie, 1963) y a Becket, de quien aseguró, luego de un frustrado  encuentro -como testimonia Ferlstiner´, que él es probablemente la única persona aquí con quien podía haberse entendido. Acaso su relación con Rilke sea el ejemplo más evidente: las traducciones celinanas de Rilke vuelven irreconocibles los textos de éste. Hacia el 20 de abril de 1970 se arroja al Sena desde el puente Mirabeau. Un pescador encontrará su cuerpo el primero de mayo. Sobre la mesa de su trabajo del poeta se encontró una biografía de Hölderlin con un pasaje subrayado: «Este genio, a veces, se ensombrecía y se hundía en los amargos pozos de su corazón».

Reseñas

«Fuga de muerte es uno de los textos que con más terrible luminosidad y belleza de testimonio de la historia de su tiempo, de un tiempo que fue el nuestro». John Felstiner

«Lenguaje singular que roza la amenaza del hermitismo y la oscuridad. Poesía como memoria de acontecimientos, o si se quiere, apuesta por un estrangulamiento de la lengua Lacoue-Laberthe.

«Me parece tarea casi imposible comentar de forma general y sucinta la poesía de Paul Celan» Alemann.

«Muchos poemas serán ininteligibles si no se cuenta con el conocimiento de una cuyuntura cualquiera, aunque precisa, de tipo biográfico o bibliográfico. El acto poético fundador de Celan consistió en ponerse en contra de una tradición cultural.» Jean Bollack

«La mediación de la memoria entre el acontecimiento y el poema: es evidente que tan sólo puede comprenderse de lo que Celan hablaba cuando se recuerda la historia narrada en el bíblico libro de los Jueces que apela al misterio de la palabra shibbólet. Lo inalienable debe hablar del otro, y al otro, debe hablar». Derrida.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Del Holocausto hubo víctimas mortales y víctimas moribundas. La cifra de víctimas del exterminio de los judíos por parte del nazismo en Europa es conocida, pero la verdadera magnitud del Holocausto sólo es completamente visible si se tiene en cuenta también a los supervivientes del crimen. La tradición judía acuñó un término para referirse a ellos: sheerit, el remanente, lo que quedó. Esa carga residual tiene, en el término hebreo, un matiz de orfandad: lo que quedó, pero lo que quedó sin nada ni nadie. El núcleo de este remanente lo constituyeron los cerca de 50.000 judíos liberados de los campos de concentración dispersos por Austria y Alemania en abril y mayo de 1945. A ellos habría que sumar algunos cientos de miles que antes se habían escabullido por poco de las tenazas asesinas de Hitler, pero que se vieron igualmente huérfanos, vagando por las frías estepas del Este europeo o por los sórdidos ambientes de las capitales donde se ocultaron hasta alcanzar un lugar más seguro en el mundo.

El poeta Paul Celan fue uno de éstos. Había escapado a las redadas que los soldados alemanes llevaron a cabo sistemáticamente durante los fines de semana de 1942 en su ciudad natal de Czernowitz, entonces en Rumania y hoy en Ucrania. Su novia, Ruth Lackner, le había conducido hasta un refugio a las afueras un día de junio en el que sus padres, que no habían querido seguirle a su escondite, hartos de la indignidad a que les forzaba la ocupación alemana, serían detenidos. Su padre moriría de tifus meses después en el campo de concentración de Transnistria, adonde habían sido deportados, y su madre lo haría un poco más tarde, asesinada de un tiro en la nuca en el mismo campo. Celan viviría ya siempre como el que quedó.

El destrozo de la soledad y de la pérdida, el clavo de la culpa, el desvarío por la violencia terminal y la humillación sufridas quebraron la capacidad de los supervivientes del Holocausto para vivir, igual que se quiebra un árbol, con el particular chasquido que le desgaja de su raíz principal. Muchos sucumbieron a tan extrema desgracia, y se suicidaron en los primeros años después del fin de la guerra. Celan, sin embargo, pudo durante un tiempo luchar en su interior por no ser leña seca, y se resistió a su destrucción. Él constituye un ejemplo más, añadido a los Horowitz, Shmueli, Appelfeld y tantos otros de Czernowitz y de otros muchísimos lugares que también sobrevivieron. Pero, aunque no es un modelo, se puede rastrear su resistencia, porque habita en sus poemas escritos en la lengua de sus verdugos, una lengua que él cuidó con delicadeza extrema como si fuera un cristal único, frágil y radiante, capaz de transparentar con fidelidad el complejo espectro de su experiencia y de su espíritu.

La lengua alemana era, en efecto, el instrumento que hacía posible el espesor de los estratos sentimentales y la polisemia que Celan buscaba llevar a su poesía, porque era una lengua agitada en la emoción de lo familiar y de lo extraño, un sortilegio para tener presente el mundo invariable de su madre y de sus tías, su amor incondicional, el círculo de amigas que lo admiraban, y el mundo aprendido de la poesía alemana. Celan se sentía un traidor por seguir viviendo allí donde se había extinguido lo humano, un muerto viviente que carecía ya de aquel amor infinito de su infancia en una espera sin límites. Si el judío, como Albert Cohen explicó, ha buscado en el siglo XX el amor fraterno del gentil como condición para no sentirse expulsado de la humanidad, la carencia de Celan agravó su sufrimiento de la existencia. Entonces él, el enamoradizo, buscó allá por donde iba ese amor infinito que le faltaba.

Tal vez por ello, escribir para Paul Celan fuera, como para el mismo Cohen, escribir a una mujer, seducir a una mujer. Sus poemas están llenos de un tú normalmente femenino al que se toma como interlocutor. Hay 1.400 du en la obra del poeta, y es la palabra más repetida en ella. Cada uno de esos tú no es una evocación imprecisa de una entidad eterna. En muchos casos es su propia madre, pero en otros muchos responde a mujeres con las que Celan mantuvo relaciones. En medio del odio que le había negado la existencia, Celan levantó poemas que, como ha visto Bertrand Badiou, tienen una lectura claramente amorosa o aun erótica.

Detrás, pues, de ese tú se esconde la presencia de Ruth Lackner, una judía austriaca, actriz, a quien Celan dejó mecanografiada su primera colección de poemas antes de huir desde Bucarest hacia París, a través de Viena. Está ella, pero también Rosa Leibovici, a quien conoció en los últimos años en Czernowitz y que le siguió a Bucarest (1944-1947), o Ilana Shmueli, apenas una adolescente entonces, y con quien el poeta volvió a encontrarse en diversas ocasiones a partir de 1965 en París y en Jerusalén. El tú de Celan se extiende por otras latitudes y por todos sus libros. A su paso por Viena, en 1948, conoce y se enamora de la poeta Ingeborg Bachmann, hija de un maestro de Carintia miembro del partido nazi. Con Bachmann, Celan se encontrará varias veces más, sobre todo entre el otoño de 1957 y julio de 1958, recomponiendo un vínculo que unía a dos extraños a pesar de su amor. Cuando en 1948 llega a París, Celan frecuenta el círculo de su amigo rumano Isac Chiva, del que también participa Ariane Deluz, primera mujer de Chiva y amante de Celan entonces y en sus últimos años. Es precisamente Chiva quien presenta al poeta a la que será su futura mujer, la artista gráfica Gisèle Lestrange, e inmediatamente surge entre ambos una pasión intensa. En 1952 se casan y en 1955 tienen a su hijo Éric. Celan aspiraba a crear una familia como se aspira a tener una vida plena. Amaba a su mujer y a su hijo, pero no pudo alcanzar esa aspiración. Al final de la década de 1960, hubo de separarse de ellos y vivir solo. Antes, entre 1953 y 1962, Britta Eisenreich había sido su «mujer alemana».

Eisenreich está ultimando la escritura de lo que seguramente serán unos interesantes recuerdos de su relación con Celan. Sin embargo, donde realmente se puede rastrear el alcance de los lazos con todas estas mujeres es en la correspondencia que Celan mantuvo con ellas. Algunos de estos cruces de cartas han conocido en los últimos tiempos una publicación acompañada generalmente con notas esclarecedoras de sus editores. Magnífica por mil razones, la correspondencia con su mujer, Gisèle, pone al descubierto el doloroso forcejeo entre el amor del poeta a su familia y su locura, que fabricó la gasa negra en la que se asfixiaron los últimos diez años de su vida. Lo que él mismo llamó «su enfermedad» era grave, producto de una personalidad sumamente dolorida, dañada sin remedio por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que queda. En una anotación de 1966 del diario del filósofo Emil Cioran, se puede leer: «Anoche, en una cena, me enteré de que habían internado a Paul Celan en una casa de salud, después de que intentara degollar a su mujer. (…) Ese hombre encantador e insoportable, feroz y con accesos de dulzura, al que yo estimaba y rehuía, por miedo a herirlo, pues todo le hería».

Celan había oído por fin aquel chasquido que le separaba de la existencia. Mientras pudo, se había alimentado con el amor de esas mujeres, un amor que necesitaba y buscaba, sin saciarse, también como motor para su poesía. Pero esa vitalidad de moribundo se acabó con el brutal tratamiento psiquiátrico a que fue sometido durante una década de duros internamientos clínicos con administración de psicotropos y electroshock: «Había muchas fuerzas reunidas en mí -no sólo las de la poesía-, que eran una sola fuerza, una sola. Han querido quitármelas -tal vez porque eran demasiado grandes-; mi fuerza era tan grande que no han podido dejármela. Me defendí durante mucho tiempo, pero cuanto más decidido y concentrado llevaba ese combate, más dura se hacía la caída», le escribió en una carta de 1969 a Ilana Shmueli. Cuatro meses más tarde, el moribundo enamorado se arrojó al río Sena.