Anna Ajmátova

By mayo 1, 2018Sin categoría

MG. Anna Ajmatova

Los valientes duermen solos nº 582

Anna Ajmátova

(Анна Андреевна Ахматова), de soltera Górenko (11 de junio/ 23 de junio de 1889 en Bolshói Fontan, cerca de Odesa – 5 de marzo de 1966 en Domodédovo, cerca de Moscú)

No es una exageración -y si lo es, no tanto como pueda parecer- afirmar que su traducción sólo pretendía poner a todos la inmensa obra de la poeta rusa

«En su momento me sentía de hecho como un idiota, pensando como que alguien hubiera cometido una gran estupidez. Me dije, cosa rara que no encuentre una traducción de los poemas completos de Ajmátova (tranquilizado a este respecto, empecé a sentir la misma sensación con los poemas de Cartarescu)… Mira ahora: «Poesia Completa. Anna Akhmàtova», edición y traducción en lengua catalana a cargo del veterano poeta y traductor Jaume Creus (traductor de ruso, francés, alemán, checo e italiano). En este aspecto se ha ceñido a la edición publicada por Zephyr Press en 1990. El traductor es capaz de mirarse desde afuera y de describirse en el lenguaje pulcro de un dibujo de Ajmatóva como traductora: supongo se refiere en mitad de siglo cuando el régimen le prohibe publicar y vive de las traducciones. De pronto esta artista admirada por su capacidad para desnudarse en el espacio del cuadro y exponer como nadie las partes del cuerpo suprimidas confiesa a Lidia Chukovskaia (Conversaciones con Ana Ajmatóva) que «la rima, cuando una es poeta, hace de alas, pero que cuando se traducen los versos de otros, hace de losa». Ya en casa, en mi cama, con su molde de 555 páginas que me aprisionaba, me di cuenta de la locura que se oculta bajo las largas y anchas faldas de la poesía y su impresionante vestuario.» LVDS. Febrero de 2010

Sufrió por Rusia lo que no se merecía una patria que silencia a sus artistas. Ella, sin embargo, nunca quiso marcharse ni desertar. Se quedó para morir sin guardar silencio. Ajmátova es el apellido de la estirpe de su bisabuela materna, porque a ella en el registro le cayó en suerte esto otro: Anna Andréyevna Górenko. Estudió Latín, Historia, Derecho. Se casó en 1910 con el poeta Nikolái Gumiliov. Comenzó a destacar con su escritura en los círculos avant-garde de San Petersburgo y Kiev. Viajó por Europa y en París frecuentó a Modigliani. La vida aún no le arreaba ningún hachazo. Ella escribía, pasaba madrugadas de tertulia, bebía vodka. Pero el verano azul se jodió en 1917, cuando la Revolución Rusa estableció un nuevo criterio en la URSS: fumigar sin excusa a todo aquel que no se plegase a las condiciones infumables de escasez, miedo, censura y amenazas que impuso el glorioso Ejército Rojo. 

Bibliografía selecta

Anna Ajmatova. Requiem; Poema sin héroe. Cátedra, 1994
Anna Ajmatova. Poemas Escogidos. Grupo Editorial Norma, abril de Abril, 1999
Anna Ajmatova. Requiem y Otros Escritos. Galaxia Gutenberg, mayo de 2001
Anna Ajmátova. Soy vuestra voz. Antologia. Hiperión poesía, 2005
Anna Ajmátova: Anna de todas las Rusias. Circe, 2007
Anna Akhmàtova. Poesia completa. Edicions de 1984, diciembre de 2009

Presentación, notas y cronología

Anna Ajmátova pertenecía a una noble familia de origen tártaro y nació cerca de Odessa, en 1889. Una mujer hermosa, conmodales de gata solitaria y un talento insomne desde el que descubrir demonios sin intermediarios. Pasaba en los días de la prerrevolución en Rusia. Aún todo era posible. Los acmeístas (grupo de vanguardia) tenían a Ajmátova como exvoto y ella despertaba en la afición un morbo libidinoso. Los sueños aún eran posibles e improbable su herida. En las buenas madrugadas del café El Perro Vagabundo de San Petersburgo, Anna Ajmátova irrumpía en el sotanillo del local con un chal desplegado sobre los hombros y una cadenita de perlas apoyada en el esternón. Un año después de la Revolución, Anna Ajmátova se divorció de su primer marido, que fue fusilado por «terrorismo». Le dio el sí poco después al asiriólogo Vladimir Shileiko, pero la cosa duró tres años, hasta 1921. Y después vino el historiador Nikolái Punin. Era 1922 y en 1938 fue enviado a un campo en Siberia donde murió de agotamiento. Ajmátova, por entonces, también tenía al hijo deportado y en su poesía (ya prohibida en la URSS) asomaban todos los terrores, el desánimo y la estruendosa soledad de quien estaba instalada por decreto en la penumbra. «Aquí todo está igual, igual que antes,/ aquí parece inútil soñar», escribe en un poema.

Diríamos que Ajmátova está viviendo contra toda esperanza. En 1935 comenzó a escribir los poemas de Réquiem, un libro como una llaga. Aquí está su gran poesía. Su escritura de madurez. La confección del libro se prolonga varios años. Vive en la escasez más insidiosa: con hambre, con frío, con asco. Pero no pierde el paso ni la dignidad. En medio de aquel tiroteo que era su condición natural de existencia, su obra asume un tono civil que no es de guerrilla sino de profundo desengaño. Y sólo puede combatir desde una dimensión ética y política: «Estaba entonces entre mi pueblo/ y con él compartía mi desgracia».

No buscó refugio fuera. Se quedó en Rusia y quemó buena parte de sus manuscritos. Guardarlos era una invitación a ser fusilada. Pero la gente se aprendió sus versos de memoria. Había una memoria secreta de su voz y su poesía. Isaiah Berlin la visitó en Leningrado (San Petersburgo). Fueron 20 horas de entrevista en que desalojó su tristeza y desplegó su desacuerdo. La consecuencia es que su hijo fue condenado de nuevo a 10 años de trabajos forzados en el gulag. Otra vuelta de tuerca. Pero no desistió. Berlin pudo comprobar, fascinado, queaquella mujer era una dama altamente resistente e intoxicada de literatura. Escribió los poemas de Réquiem en la más furtiva de las realidades. Robándose vida en favor de los textos.

En 1938, en Leningrado, Anna Ajmátova se dirigía a la prisión de Las Cruces con sus ropas raídas, su férrea dignidad y su dolor. Desde los veinte años, el hijo de la poeta, a menudo estigmatizada por la Unión de Escritores, y de tanto en tanto rehabilitada, había estado en la diana del terror estalinista. El primer arresto de Lev tuvo lugar en 1933, acusado de terrorismo, poco después del suicidio de Nadiezhda Allilúieva, la esposa de Stalin, en el curso de las reacciones sanguinarias desatadas por la maquinaria represiva del régimen. Las incertidumbres ante el destino de Lev Gumiliov, considerado enemigo del pueblo y víctima de múltiples, brutales e injustas condenas, y las tensiones creadas por las complejas relaciones entre madre e hijo, conforman la agitación más profunda de esta biografía de Anna Ajmátova.

“Nos levantábamos como para la misa del alba,/cruzábamos la ciudad embrutecida/ y, más muertas que vivas, nos encontrábamos allí”. En la dedicatoria de su desgarrador poema “Réquiem”, Ajmátova rinde homenaje a todas aquellas madres y esposas con quienes coincidía a las puertas de la cárcel de Leningrado. En un breve prólogo al poema, Ajmátova recuerda que una de aquellas mujeres le preguntó entre susurros: “¿Y usted puede dar cuenta de esto?” La respuesta fue rotunda: “Puedo”. Durante casi dos años, Ajmátova salía de su lúgubre cuarto en la casa de Nikolái Punin y acudía a la prisión para saber si su hijo seguía vivo.

La poeta que escribió que tendría que “matar la memoria” y “volver de piedra el corazón” soportó, en sus 76 años, dos revoluciones, dos guerras mundiales, una guerra civil, las más terribles purgas de Stalin, el ostracismo, las muertes, condenas y exilios de todos sus seres queridos. Y lo que más estremece, Ajmatova sufrió las heridas del alma de su único hijo. Lev nunca le perdonó el abandono sufrido en la infancia (fue criado por la abuela paterna, tras el fusilamiento de su padre, el poeta Nikolái Gumiliov), y, más tarde, acusó a Ajmátova de haber sido indiferente a sus años de reclusión en cárceles y campos de trabajo. En eso, Lev Gumiliov, el hijo de “la musa del llanto”, tal como llamó a Ajmátova la otra grande de la lírica rusa, Marina Tsvetáieva, fue terriblemente injusto con su progenitora. Tal vez lo mejor de esta biografía de Elaine Feinstein es dejar que el público lector, espantado ante el trasfondo de horrores de largas décadas de la historia rusa, saque sus propias conclusiones.

En este retrato trágico, que incluye el convulso telón de fondo de un drama colectivo, la biógrafa ha tratado de desenmarañar las relaciones afectivas de Ajmátova. Desde su primer marido, el fundador del acteísmo, Gumiliov (ambos militaron en la creencia poética del lenguaje concreto, frente a lo etéreo del simbolismo), vemos un discurrir de amantes reales o platónicos, que encadenan a Modigliani con el compositor Artur Lurie; al crítico Nedobrovo con el pintor Borís Anrep; al erudito Vladimir Shileiko (su segundo marido) con su gran amor , el crítico Vladimir Punin, muerto en el gulag, en cuya casa vivirá muchos años; al doctor Garshin con el historiador Isaiah Berlin. Pero sobre todo contemplamos el destino terrible de dos de sus grandes amigos, que componen con ella y con Marina Tsvetáieva (ambas se admiraban, pero sólo se encontraron en dos ocasiones), el gran cuarteto de la poesía rusa: ósip Mandelstam y Pasternak. Los cuatro masacrados, en distinto grado, por las purgas estalinistas, y los cuatro inmortales.

En medio de tanto horror, Elaine Feinstein entrelaza esas vidas geniales y angustiadas y, aunque en algún momento peque de cotilleo literario, la mirada final y el juicio, si ha de haberlo, es el de quienes asistimos a un drama en el que los protagonistas son atrapados por los acontecimientos. Los hilos de las relaciones de Ajmátova se anudarán o se volverán convulsos, según los años, y aún se complicarán más con las versiones de los supervivientes.

Anna Ajmátova le contó a Lidia Chukóvskaia que Pasternak se ponía a veces “muy pesado”, ya que iba a verla angustiado para decirle que se sentía una nulidad. “Aunque lleves años sin escribir una línea”, le tranquilizaba Ajmátova, “sigues siendo uno de los mayores poetas europeos del siglo XX”. Los vínculos de Ajmátova con el vasto y convulso universo literario de las primeras décadas del siglo XX en Rusia, constituyen el oleaje de esta intensa biografía, más pendiente de trayectorias vitales, que de análisis literarios.

Anna Akhmàtova. Poesía Completa. Edicions de 1984. Pujades, 74-80, diciembre de 2009. Copyright de los textos rusos de Anna Ajmatova de Margarita Novgorodova, 2008. Diseño de Enric Satué. Ilustración de la cubierta: Nu. Ajmatóva dibujada por Modigliani, 1911. Traducción, notas y cronología de Jaume Creus. Impreso en Romanyà Valls de Capellades. 554 pp.

Jaume Creus, traductor y editor se ha ceñido a la edición publicada por Zephyr Press en 1990, introduciendo en muy pocos casos alguna variante importante para la comprensión de la mentalidad creativa de Ajmatová. Y no es una edición que haya buscado el formalismo original. La misma Ajmatová, en tanto que traductora, sabía de qué hablaba, tenía conocimiento de causa. A Lídia Txukóvskaia le había confesado que la rima, cuando una es poeta hace de alas, pero cuando se traducen los versos de los ostros, hace.

De 1907 a 1914 Modigliani mantuvo íntima amistad con el médico francés Paul Alexandre. El doctor estaba fascinado y comenzó a apoyarlo lo mejor que pudo. Alexandre, después de la muerte de Modigliani, siempre soñó con publicar un libro que contuviera sus recuerdos, cartas, materiales sobre el pintor y las pinturas y dibujos de su colección, pero por distintas razones nunca lo logró. Fue sólo hasta 1993 que su hijo Noêl hizo realidad ese sueño al publicar el monumental Modigliani desconocido, en Nueva York, que se convirtió en un verdadero acontecimiento alrededor de la obra del pintor de Livorno.

En octubre del año pasado nos desplazamos de Morelia a Ciudad de México para visitar el Museo Soumaya. No imaginábamos que en ese lugar tendríamos la suerte de hacer un hallazgo extraordinario. Debemos decir, primero que todo, que en el museo se exponía una magnífica colección de pintura europea occidental y mexicana de los siglos xv al xx. Durante nuestra visita nos llamó poderosamente la atención un dibujo de una mujer desnuda (fig. 2). Es un dibujo donde hay invención, simplificación y purificación de la forma. Denota pureza y una extraordinaria frescura. Realizado a carboncillo y lápiz sobre papel a principios de la segunda década del siglo pasado por Amadeo Modigliani, se llama simplemente Desnudo con gato (¡sí!, Desnudo con gato, como el que Boris Nozick menciona que fue expuesto en 1963 en la Tate Gallery de Londres!). Al contemplarlo con atención, advertimos que algo imperceptiblemente conocido rezumaba en las finas líneas de la mujer joven representada en el dibujo. Tras observarlo detenidamente descubrimos de repente que se trataba de la representación de la famosa poeta rusa Anna Ajmátova. No podía caber ninguna duda: el mismo cuello de cisne, la misma nariz aguileña, el mismo peinado con el flequillo largo, como se puede ver en una conocida fotografía de la escritora, que acompaña a este artículo (fig. 3).

Inquietos y sorprendidos nos pusimos a investigar. Sabíamos que en el Museo de Ajmátova en San Petersburgo se había abierto recientemente la exposiciónModigliani en la casa de Ajmátova. Uno de los objetos centrales de la exposición era un dibujo de Amadeo Modigliani de 1911 que representa a Ajmátova desnuda. Entramos en comunicación con la directora de ese museo, Nina Ivanovna Popova, quien al saber de la posibilidad de otra Ajmátova desnuda de Modigliani en un museo mexicano, nos envió, entusiasmada, información del dibujo que ellos poseen y una copia del dibujo mismo (fig. 4). Nuestra sorpresa fue mayúscula: los dos dibujos de Modigliani, el del Museo de Ajmátova en Petersburgo y el del Museo Soumaya, son como dos gotas de agua, representan a la misma modelo, a la misma mujer, Anna Ajmátova, que en 1911 posó desnuda para el singular pintor. Nuestra intuición y sospecha ante el dibujo de Modigliani que experimentamos en nuestra visita al Museo Soumaya se hacía ahora realidad y cobraba un gran significado. El dibujo de San Petersburgo, hasta 1993, se encontraba en la colección que ya hemos mencionado del doctor Paul Alexandre, y luego fue expuesto en Venecia con una serie de dibujos tempranos de Modigliani. Allí la eslavista italiana Augusta Dokokina Bobel logró determinar que se trataba de una representación de Ajmátova. El cuadro fue adquirido por el director del fondo sueco Rurik, Nils Nilson. En 2007, durante el xi Foro Económico de Petersburgo, Nilson regaló el dibujo a Vladimir Putin para la creación en San Petersburgo del Centro Presidencial de las Artes. Unos meses después, el consejero de cultura, Yuri Laptev, entregó el retrato para resguardo temporal al Museo de Ajmátova en San Petersburgo, en donde desde octubre de 2008 se expone por primera vez en Rusia. Al investigar en el Museo Soumaya nos enteramos que la obra exhibida en México había sido expuesta en 1963 en la Tate Gallery de Londres, tal y como lo menciona Boris Nozick, y que fue adquirida por sus dueños actuales en Nueva York, en la casa de subastas Sotheby’s en noviembre de 1991. El informe dice que el dibujo pertenecía a Hélène Perronnet, a quien su padrino el doctor Paul Alexandre, coleccionista de los dibujos del artista franco-italiano, lo había regalado. Tras esta confirmación ya no nos quedaba ninguna duda: una red de sucesos afortunados había traído este Desnudo con gato, esta Ajmátova desnuda de Modigliani, a México. Se encuentra en el país desde hace más de quince años y no lo sabíamos. Nadie sabía a quién representaba, ni la extraordinaria historia que encerraba. No lo sabían ni sus dueños actuales, ni el propio Paul Alexandre, en cuya colección permaneció varias décadas. Para todos era simplemente un desnudo con gato. Pero a partir de ahora lo podremos disfrutar y contemplar, con nueva mirada, en el Museo Soumaya de Plaza Loreto.