Iury Lech

By febrero 18, 2019Sin categoría

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Los valientes duermen solos. Sueño nº 782

Iury Leach

“…EL EXQUISITO SILENCIO DE LO INCOMPRENDIDO…”

«…Para aquellos que en una época de atronadoras cacofonías aletargaron su creatividad a fin de preservar el exquisito silencio de lo incomprendido (…) Ahora no sólo la literatura podía continuar siendo considerada como inventora de acciones aberrantes que modificaban el destino de las personas, sino que habría de añadir la injerencia de la memoria artifcial capaz de tejer verdaderos retículos quiméricos…» Las hélices del hipocampo, de Iury Lech. Página 62

Bibliografía selecta y material de prensa: presentación, notas y cronología

Las hélices del hipocampo, de Iury Lech. Publicado en español por Materia Oscura Editorial, en Madrid, en junio 2018. Maquetación de Elisa Cuesta Fernández. Impreso en Byprint.

Iury Lech (1958, reside en Madrid). Sin duda, Iury Leh con “Las Hélices del Hipocampo” pretende comunicar. Pero no de una forma ordinaria, sino profundizando en la búsqueda de nuevas formas de comunicación con el lenguaje que ya conocemos sacándonos de nuestra zona de confort. Es evidente que diga que esta no es una lectura fácil, pese a que su autor se empeñe en afirmar que es la más asequible y menos metafísica de su simbólica trilogía. No se trata de una novela al uso, con su planteamiento, nudo y desenlace y su uso de las palabras tiene plena intencionalidad metafórica. Con la peculiar combinación de las mismas, el escritor pretende evocar sentimientos y producir reacciones extraordinarias en nosotros, los lectores. No cabe duda que enfrentarse a este libro es todo un reto si no estamos acostumbrados. La sucesión de ideas en sus párrafos a medida que vamos pasando páginas puede que nos ponga en la piel de Wolef. El cual, debido a la pérdida de la memoria y capacidad de crear recuerdos tras el proceso de ablación de su hipocampo, se pierde frente a las más simples experiencias. A nosotros puede pasarnos lo mismo, pero aplicado a este peculiar y complejo uso del lenguaje que, por otro lado, es capaz de dejar cierto poso en nuestro subconsciente.

Esta es una novela que se nota que ha de ser leída y releída con tal de descubrir y comprender su contenido. Y no necesariamente en el mismo momento de su lectura, sino que una vez plantada la semilla, ésta puede germinar tiempo después en nuestras cabezas. No sería la primera vez que un ligero pensamiento mientras esperamos a que un semáforo se ponga en verde o esperando sentados en la parada del autobús desencadene en la comprensión de algo más profundo que nos rondaba, con forma de neblina, por el cerebro. Esa misma evocación de ideas e imágenes se complementa perfectamente en la edición de “Materia Oscura” con la presencia de fotos, procedentes del “Vídeo-arte” digital del autor, intercaladas entre sus distintos capítulos. Iury Lechcomenta en entrevistas que decidió no sólo dedicarse a una disciplina artística, sino a varias con tal de dar salida a todas sus inquietudes adolescentes que no encontraban respuesta en las instituciones convencionales. Su arte se retroalimenta perfectamente y muestra de ello son las estampas que podemos visualizar entre las páginas de la novela y que han sido incluidas para esta ocasión. Recomendable es también leer “Las Hélices del Hipocampo” con algunas piezas de su producción musical, como por ejemplo su álbum “Música Para El Fin De Los Cantos” -que, por cierto, tiene temas con un cierto toque de banda sonora al más puro estilo John Carpenter-, para que la experiencia llegue al culmen del misticismo al que se presta. Una lectura totalmente diferente a las que suelo acudir y que, tras finalizarla, no sólo provoca dudas en mi interior sino también envidia. Envidia por aquel que es capaz de tener una sensibilidad de este tipo, tan trascendental como “Suprahumana”, capaz de hacernos reflexionar sobre aquellas preguntas que mueven el mundo en el que vivimos. Esta es una de esas ocasiones en las que frases hechas como “No se hizo la miel para la boca del asno” vienen a mi cabeza. 

El hipocampo es una de las más importantes partes del cerebro. Está muy relacionado tanto con los procesos mentales relacionados con la memoria, particularmente la memoria a largo plazo, y la formación de la misma -es decir, los recuerdos-, así como la inhibición de la conducta y la orientación espacial. La etimología del término hace referencia a su semejanza con la forma del “Caballito de Mar”, del latín “Hippocampus”, y fue acuñada por el destacado anatomista Giulio Cesare Aranzio en el siglo XVI. “Las Hélices del Hipocampo” es la segunda entrega de una trilogía conceptual, metafísica y simbolista comenzada ya hace más de veinte años, concretamente 1999, por el artista -autodefinido por él mismo como- “Transdisciplinar” (Video artista, músico, novelista y poeta), de origen austro húngaro, Iury Lech titulada “Diuturno inmolado”. Pese a formar parte integrante de un todo, “Las Hélices del Hipocampo” se puede leer de forma autónoma y tiene un espíritu tan particular que, según las palabras del propio autor, maravilló de tal forma a Fernando Manjarrés -editor de la nueva editorial “Materia Oscura”- que le llevo a proponerle una reedición que acaba de publicarse. Es curioso señalar que la faceta como músico de Lech también está sufriendo una revalorización paralela ya que sus tres primeros discos de música electrónica -movimiento del que el autor fue totalmente vanguardista en nuestro país hace casi treinta años- se acaban de reeditar en vinilo. Como nota informativa al lector de «Ultramundo», dicha serie de novelas cortas -a las que pertenece este “Las Hélices del Hipocampo”- da comienzo con el libro “La fría llamarada” y se cierra con “La fabulación del plectro”. Una odisea “Resistencialista” con la misma figura protagonista, el enigmático Wolef, un héroe/antihéroe solitario -el propio nombre, un juego con la palabra “Wolf” (Lobo en inglés) ya evoca su idiosincrasia de “Lobo solitario”- que da voz a las ideas y pensamientos de un autor total y abiertamente contracultural. Opuesto a las convenciones de una sociedad que “combate censuras y autocensuras en todos los ámbitos de la creación”. Muestra de ello puede ser el siguiente párrafo extraído de su novela -“Lo que más desesperaba a Wolef era la suplantación de una crítica vigorizante por la docilidad intelectual y moral, ya que esta podía satisfacer a corto plazo a los que ostentaban el poder, pero irremediablemente llevaba a una castración ontológica generalizada”- donde el autor denuncia algo que, según él (Y podríamos estar de acuerdo muchos de nosotros), pasa todos los días como es la privación de la voluntad por parte de esos estamentos de poder y decisión influentes sobre la sociedad. Lech afirma que éstos impiden que el individuo tenga su propia mirada crítica hacia todo lo que le rodea. Una crítica entendida como esa crítica personal -alejada de la faceta más devastadora que hoy vivimos en redes sociales- que ayuda a conocer la realidad que nos rodea.

https://www.youtube.com/watch?v=z-XbRaRR6jA&t=318s

 

El hipocampo es una de las más importantes partes del cerebro. Está muy relacionado tanto con los procesos mentales relacionados con la memoria, particularmente la memoria a largo plazo, y la formación de la misma -es decir, los recuerdos-, así como la inhibición de la conducta y la orientación espacial. La etimología del término hace referencia a su semejanza con la forma del “Caballito de Mar”, del latín “Hippocampus”, y fue acuñada por el destacado anatomista Giulio Cesare Aranzio en el siglo XVI. “Las Hélices del Hipocampo” es la segunda entrega de una trilogía conceptual, metafísica y simbolista comenzada ya hace más de veinte años, concretamente 1999, por el artista -autodefinido por él mismo como- “Transdisciplinar” (Video artista, músico, novelista y poeta), de origen austro húngaro, Iury Lech titulada “Diuturno inmolado”. Pese a formar parte integrante de un todo, “Las Hélices del Hipocampo” se puede leer de forma autónoma y tiene un espíritu tan particular que, según las palabras del propio autor, maravilló de tal forma a Fernando Manjarrés -editor de la nueva editorial “Materia Oscura”- que le llevo a proponerle una reedición que acaba de publicarse. Es curioso señalar que la faceta como músico de Lech también está sufriendo una revalorización paralela ya que sus tres primeros discos de música electrónica -movimiento del que el autor fue totalmente vanguardista en nuestro país hace casi treinta años- se acaban de reeditar en vinilo. Como nota informativa al lector de «Ultramundo», dicha serie de novelas cortas -a las que pertenece este “Las Hélices del Hipocampo”- da comienzo con el libro “La fría llamarada” y se cierra con “La fabulación del plectro”. Una odisea “Resistencialista” con la misma figura protagonista, el enigmático Wolef, un héroe/antihéroe solitario -el propio nombre, un juego con la palabra “Wolf” (Lobo en inglés) ya evoca su idiosincrasia de “Lobo solitario”- que da voz a las ideas y pensamientos de un autor total y abiertamente contracultural. Opuesto a las convenciones de una sociedad que “combate censuras y autocensuras en todos los ámbitos de la creación”. Muestra de ello puede ser el siguiente párrafo extraído de su novela -“Lo que más desesperaba a Wolef era la suplantación de una crítica vigorizante por la docilidad intelectual y moral, ya que esta podía satisfacer a corto plazo a los que ostentaban el poder, pero irremediablemente llevaba a una castración ontológica generalizada”- donde el autor denuncia algo que, según él (Y podríamos estar de acuerdo muchos de nosotros), pasa todos los días como es la privación de la voluntad por parte de esos estamentos de poder y decisión influentes sobre la sociedad. Lech afirma que éstos impiden que el individuo tenga su propia mirada crítica hacia todo lo que le rodea. Una crítica entendida como esa crítica personal -alejada de la faceta más devastadora que hoy vivimos en redes sociales- que ayuda a conocer la realidad que nos rodea.

En “Las Hélices del Hipocampo” el autor busca nuevas formas de jugar con el lenguaje y con los géneros de la fantasía y la ciencia ficción de una forma totalmente inédita. Pero no entendamos fantasía como la “Fantaciencia” a la que pueda estar acostumbrado el aficionado estándar, sino a la fantasía de la creación misma. En la novela el protagonista, Wolef, se somete -de forma voluntaria o no, nunca lo sabremos- a la extirpación de su hipocampo con todo lo que ello conlleva. De esta forma, e incapaz de crear nuevos recuerdos, Wolef se enfrentará a todo como si fuera la primera vez -acompañándole nosotros en sus dudas, reflexiones y experimentaciones totalmente asépticas de elementos tan primarios como el placer con la aparente crueldad de aquel que ignora que hace daño- y recogiéndolo todo, de forma manuscrita, en un libro para poder leerlo y maravillarse ante unas palabras que no recordará haber escrito. Un libro, algo que Lech considera fundamental tanto para la enseñanza como para la transmisión del saber de nuestra sociedad. La escritura como forma de combatir la ignorancia y fuente irremplazable de conocimiento. Ilustrativo de ello es el siguiente párrafo: “Es posible que el libro continúe siendo una herramienta válida para penetrar en el amasijo que estrangula los corazones. El mito sobre su desaparición cobra fuerza cuando la enseñanza oral ha sido suplantada por un ejercicio de repetición. Únicamente a través del libro se aprende a dar vida a la sabiduría”. A las voces del propio Wolef y las de un omnisciente narrador se unirá la del antagonista -en toda historia que se precie debe existir un antagonista- del relato, Inversus. Desde el principio de proclamará abiertamente como el enemigo de Wolef, su contrario. Su misión será ponerle trabas, dando pie al camino fácil, con el objeto guiar a su antojo que le llevarán a reflexionar sobre su propia identidad a través de sus actos. Una especie de sombra de Wolef que se tornará en una especie de ángel/demonio tan contradictorio como misterioso pero que será vital para que el protagonista se conozca, se encuentre finalmente en su búsqueda de sí mismo. Una búsqueda que sembrará, con total intención por parte de Lech, dudas y no respuestas. Para el artista será fundamental que su arte no ofrezca soluciones, sino todo lo contrario, con el fin de obrar de forma sugerente en las consciencias de los espectadores.

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