Los valientes duermen solos. Sueño nº 783
Andrei Koncharovski y Sasha Gustov
“…VIVIR LA VIDA COMO UN DRAMA…”
«…Tarkovski era un pesado. (Ríe) Nos divertíamos mucho. Bueno, él menos. A mí siempre me ha gustado reírme, aunque no tengo sentido del humor. Tarkovski directamente no tenía: sentido del humor. Era un hombre que sufría mucho. Hay un dicho ruso que dice: “los que sufren, viven la vida como un drama; los que piensan, la viven como una comedia”. Prefiero pertenecer a estos últimos…» La última entrevista, de Andrei Koncharovski.
Bibliografía selecta y material de prensa: presentación, notas y cronología
Michelangelo, de Andrei Konchalovski y Sasha Gustov. Publicado por La Fábrica, en Madrid, en diciembre de 2018. Colección Libros de Autor, Número 0
Andréi Serguéyevich Mijalkov-Konchalovski (en ruso, Андре́й Серге́евич Михалко́в-Кончало́вский) (20 de agosto de 1937 en Moscú). Tras el reconocimiento internacional a su trabajo fotográfico gracias a la publicación del volumen The Bolshoi –editado por La Fábrica– , el artista ruso Sasha Gusov vuelve a sorprendernos con una obra que nos convierte en espectadores privilegiados de la vida de uno de los hombres más fascinantes de la historia: Miguel Ángel. Este libro, nacido de la feliz colaboración entre el director ruso Andrei Konchalovsky y Shasa Gusov, es un diario fotográfico que no solo retrata el backstage del rodaje de la película The Sin (“El pecado”), sino que observa con extraordinaria profundidad los rostros del pasado. Fotografías que parecen pinturas del Quatrocentto, y que nos muestran de forma descarnada y precisa a los actores en poses meditativas y en los momentos de mayor concentración, blancos y negros que nos acercan a la psicología del hombre renacentista y luces y sombras que reflejan su constante búsqueda de la belleza. Residente en Londres, Sasha Gusov trabaja para múltiples periódicos y revistas (The Daily Telegraph o Vogue) y empresas de imagen y fotografía. Es el autor de Shooting Images (2001) y coautor con A. Navrozov de Italian Carousel (2003). También ha trabajado para influyentes clientes como Christie’s o Sotheby’s.
Andrei Koncharovski, durante su larga trayectoria, ha trabajado tanto en su país natal, con historias que han tocado distintas vertientes de este vasto territorio como Siberiada (1966), por la que ganó el premio del jurado del festival de Cannes o la adaptación de la obra de Chéjov Tio Vania –«a este autor le llevamos todos los rusos dentro»-, como en Estados Unidos, con filmes como Tango y Cash con Sylvester Stallone y Kurt Russell. En El cartero de las noches blancas, que se estrena este viernes, retrata la realidad de un pueblo a las orillas del lago Kenozero, un parque nacional al norte del país. Konchalovsky encuentra un grupo de gente «normal, sencilla», ajeno a muchos de los avances y costumbres del siglo XXI, cuyo único enlace con la ciudad es el cartero del pueblo. Un retrato psicológico de todos esos rusos que todavía viven en esas circunstancias. «Quiero mostrar al público, a través de Lyokha [el protagonista], el alma de estos hombres, que se mantienen con los pies en el suelo y aprenden observando lo que les rodea e interactuando con ello», explica el director y guionista que señala el gran contraste que existe entre la Rusia del pasado y la del futuro. Pero «es un país que avanza», remarca.
https://www.youtube.com/watch?v=LUWBi6GL4w0
Para mostrar la realidad que ha reflejado en la pantalla, Konchalovsky recurrió a actores no profesionales, con la excepción de Elena Ermolova que encarna a Irina, una actriz de fuerte personalidad que imprime carácter a su personaje, una mujer que, con su presencia imponente, se hace valer en un mundo de hombres. «Encontrar al cartero me llevó un año y medio», confiesa el director. Aleksey Tryapitsyn es Lyokha, el único nexo entre el pueblo y la ciudad. Cada día cruza el lago con su barca para llevar al pueblo lo necesario, no solo cartas: el dinero de las pensiones, pan, noticias… «Se ha revelado como un increíble actor», destaca el director que, para dar una mayor veracidad y realismo, escondía algunas de las cámaras que captaban las escenas, truco que no conocía todo el elenco. Esta técnica también la utilizó en The Story of Asya Klyachina. Who Loved But Never Married (1966), cuyo estreno fue suspendido por la censura de su país, y no se pudo ver hasta 1988, año en que recibió el premio a Mejor Película otorgado por la Academia rusa
