Los valientes duermen solos nº 578
Iela Mari
(marzo de 1931 en Milán – 21 de enero de 2014)
Bibliografía selecta
L’albero, de Iela Mari (1970) (Primera edición original en lengua italiana: Emme Edizioni. Milán, 1970. 36 pp. 22 x 22 cm. Cartoné. Este libro se ha acabado de imprimir en Italia)
El Globito Rojo, de Iela Mari (Título original: Il palloncino rosso. Emme Edizioni. Milán, 1967. 32 pp. Edición española: Lumen. Barcelona, 1996)
Historia sin fin, de Iela Mari (Anaya. Madrid, 1997)
El erizo de mar, de Iela Mari (Anaya. Madrid, 1999)
En colaboración con su marido, el diseñador Enzo Mari, Iela publicó en los años 60 dos libros totalmente insólitos, destinados a los niños que aún no saben leer las letras, titulado La mela e la farfalla y L’uovo e la gallina -también en Emme edizione- que, e la primera edición no llevaban cubierta, iban encuadernados con una espiral y se podían empezar por cualquier página, y continuar girándose hoja sin inicio ni final
Esto se correspondía con su contenido, que se proponía descubrir y hacer evidente a los más pequeños dos ciclos naturales, el de la continuidad entre el huevo y la gallina, y el de continuidad de la polonización que llevan acabo los insectos. Son historias que explican, con un laborado sentido de la secuenciación de las imágenes, y un más que envidiable uso del trazo y del color, procesos ordinarios. La explicación es implícita y explícita, como lo es la evidencia de los hechos y de las imágenes, que se refieren a una experiencia visual directa y concreta conservando siempre las mismas dimensiones.
Material de prensa: presentación, notas y cronología
Años después, Iela Mari, que se dedica profesionalmente a los problemas de la comunicación visual, especialmente a los de los niños, consiguió con el álbum citado, la mejor de sus proezas gráficas. El árbol (L’albero) que da nombre al libro es el protagonista y testimonio de una aventura visual donde se entrecruzan cuatro trayectorias argumentales, todas ellas abocadas a hacer conocer a los niños el paso del año, el prodigioso suceder de las estaciones, con unas imágenes de una tal belleza y plasticidad, que resultan tan eficaces como inolvidables. La colectura de este álbum permite observar las diferencias entre la percepción visual infantil y adulta, no siempre la mejor. Dejemos entonces que el niño explore este álbum.
La fecha de la primera edición de esta obra es 1973. Tres décadas después, el libro sigue conservando toda su vigencia; para eso Iela Mari fue una precursora en su época. La artista italiana consiguió crear un concepto de libro diferente, instructivo y la vez ameno, sin necesidad de ningún texto explicativo, ni literario ni informativo. La clave de todos los libros de esta autora e ilustradora se basan en la idea del “círculo sin fin”. Así, este libro comienza en invierno, cuando el lirón hiberna en su madriguera junto a un árbol. Desde las primeras páginas, carentes prácticamente de color, se va mostrando el ciclo de la naturaleza: la primavera con el fin del letargo de los animales, el verano con la recolección de los frutos, el otoño con la emigración de las aves a tierras más cálidas, y por fin el invierno… Página a página, el libro va ganando en intensidad cromática, hasta que se cierra el círculo estacionario. Durante todo el periodo en el que transcurre la acción, Iela Mari no varía el escenario, con el árbol como punto de referencia. En todo momento, lo que ocurre ante el lector se centra en el mismo espacio, plano y frontal, carente de perspectiva. “Las estaciones” es el tercer libro que Kalandraka publica de esta autora, después de “El globito rojo” y “La manzana y la mariposa”, convertidos también en clásicos contemporáneos. Iela Mari (Milán, 1932) comenzó su aventura editorial en torno a 1958, con libros pensados para sus propios hijos. Su formación es autodidacta, aunque estudió diseño en la Academia de Brera (Milán). La preparación de cada libro siempre iba precedida de un intenso y riguroso trabajo de documentación, fundamentalmente en bibliotecas. Decía la propia Iela Mari que sus obras no estaban pensadas “como libros educativos de historia natural, sino más bien como imágenes del nacimiento de la vida”. En los cursos que impartía en la Escuela de Diseño de Milán, una de sus principales lecciones consistía en inculcar a los estudiantes que “para llegar a una síntesis hay que partir de un análisis, no a la inversa”. Por eso para Iela Mari es tan importante el detallismo con el que traza elementos tan sencillos como las hojas del árbol: “Primero hay que dibujar todos los detalles, y después añadir y añadir…”