Vladimir Lébedev

By agosto 1, 2019Sin categoría

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Sueño 937

Vladimir Lébedev

“…LA ROSTA…”

« La primera gran aportación de Lébedev al desarrollo del lenguaje pictórico del nuevo arte revolucionario se concreta en los carteles que elabora para la ROSTA. No obstante, los descubrimientos experimentales que hace el artista en el campo del cartelismo fueron precedidos por un período cubista, en el que elaboró y formuló sus principios artísticos»  Los valientes duermen solos, jueves, 1 de agosto de 2019.

Bibliografía selecta y material de prensa: presentación, notas y cronología

Arts et Métiers Graphiques (Artes y oficios gráficos), de André Beucler. Publicado por Deberny-Peignot, París, 1930. Incluye un pochoir de Vladimir Lébedev. 31 x 24,5 cm.

El artista ruso-soviético Vladímir Lébedev (1891-1967) es conocido en todo el mundo sobre todo por sus excelentes trabajos en el campo de la ilustración de libros infantiles. Esta fama parece haber eclipsado, con su luz deslumbrante, otras facetas de su poliédrico talento. Porque, al mismo tiempo, Lébedev fue uno de los pintores universales de la vanguardia rusa. A su autoría se deben algunos de los trabajos gráficos y de los decorados teatrales más geniales del momento. La eclosión de su actividad artística se produce durante el período más esplendoroso de la historia del arte soviético: los años 20 del siglo pasado. Una época de reformas revolucionarias en la sociedad rusa, que coincide con el auge de la vanguardia artística, cuando, en unas condiciones desconocidas de pluralismo en las que conviven multitud de corrientes artísticas, se desarrolla la búsqueda de un nuevo lenguaje figurativo.

Las transformaciones revolucionarias que se habían producido en Rusia ponían ante los artistas la tarea de construir una nueva cultura proletaria, para lo cual había que prestar una especial atención a los medios de propaganda y agitación política de masas. En aquella época, esos objetivos comunes revolucionarios «en la lucha por una nueva cultura» unieron a artistas de la más diversa condición. En esos años todos participaban en la decoración callejera ante las celebraciones y manifestaciones revolucionarias, y los escultores trataban de cumplir al pie de la letra el «plan leninista de propaganda monumental». En aquellos años tan duros y difíciles para el país, con la guerra civil y la intervención militar extranjera, la variante artística más móvil y operativa, más rápida en asimilar las nuevas ideas y más susceptible de alcanzar la máxima difusión era el arte gráfico. Dado su carácter masivo y su gran operatividad, el cartel se convirtió en el medio más poderoso de agitación y propaganda revolucionaria.

Los carteles de Lébedev representan cumbres creativas del género y están impregnados de un indudable clasicismo, además de encarnarse en ellos las experiencias cubistas del artista. Señalemos, por ejemplo, Hay que trabajar con el fusil a mano (1921), Fundición (1920-21) y Apoteosis del obrero (1920), entre otros. Lébedev encontró en el cubismo las soluciones para las estructuras compositivas y espaciales de sus carteles, los procedimientos para enriquecer el lenguaje artístico. El talento del Lébedev satírico parecía predestinado a florecer precisamente en los años 20. Se trata de la etapa más fértil e inspirada de la vida creativa del artista. Lébedev crea en ella sus famosas series satíricas sobre la vida cotidiana, sus series de ilustraciones gráficas, admirables por la maestría que derrocha, y sus originales pinturas de caballete. Por esta época crea algunos de sus mejores diseños de libros infantiles, y trabaja también como diseñador de escenarios teatrales.

En 1922 Lébedev termina la serie de 23 dibujos que, más tarde, serían agrupados bajo el nombre de Acera de la Revolución. La temática de este grupo de dibujos —que, dicho sea de paso, otorgó a Lébedev esa gran fama que siempre ha disfrutado como dibujante gráfico—, se centra en las calles del Petrogrado de los años que siguen a la Revolución de Octubre. La serie representa la continuación lógica de la experiencia que el artista había amasado y elaborado en sus trabajos cartelísticos: como si los personajes de sus «ventanas de la ROSTA» se hubieran mudado a esas nuevas láminas. Entre la segunda mitad de los años 20 y comienzos de los 30 florecen las cualidades pictóricas innatas del artista. En este período nacieron sus mejores retratos y naturalezas muertas, así como sus numerosos dibujos de modelos desnudos al natural. Resulta característica en el Lébedev de estos años la apelación a las tradiciones del impresionismo francés, al mismo tiempo que los principios del dibujo pictórico libre van adquiriendo desarrollo en sus obras.

A partir de la segunda mitad de los años 20, el artista compagina sus series satíricas con los estudios al natural. Van apareciendo cientos de dibujos que, al final, terminarán conformando las series gráficas La acróbata, La bailarina, Modelos femeninos y Mujer tocando la guitarra que, a la postre, se convertirán en cumbres del arte gráfico mundial de aquellos años. Los dibujos fueron realizados con pincel, pluma, tinta china, lápiz de plomo, acuarela negra y negro de humo. Gracias a sus series gráficas, Lébedev se convierte en una de las figuras más brillantes de la escuela de arte gráfico de Leningrado. Desde los primeros años 20, las obras del artista comienzan a ser adquiridas por los coleccionistas privados.

Pero fueron, sin duda, sus ilustraciones literarias las que otorgaron a nuestro artista un mayor reconocimiento entre el gran público. A Lébedev le cabe el honor de ser el descubridor de la ilustración en la literatura infantil, aportándole, además, unos principios creativos y estructurales completamente novedosos. Los libros ilustrados por Lébedev -Sloniónok [El elefantito], 1922; Tsirk [El circo], 1925; Morózhennoye [El helado], 1925; Bagázh [El equipaje], 1926; y Mister Tvister, 1933, entre otros muchos- hace tiempo que están considerados como obras clásicas de la ilustración de la literatura infantil. En la frontera de los años 20 y 30, en la obra de Lébedev resulta bien visible la renuncia al arte gráfico en beneficio de la pintura. La última vez que el artista se había interesado por la pintura había sido en aquel período, ya lejano, de experimentación cubista. Ahora su maestría pictórica va a culminar en sus retratos y bodegones de corte realista. No hay duda acerca de las elevadas cualidades artísticas de la pintura de Lébedev. Como todo lo creado por sus manos, su pintura de caballete se distingue por su gran profesionalidad (aunque el artista siempre se mostró crítico con su propia aportación pictórica, afirmando una y otra vez que su fuerza estaba en el dibujo y no en la pintura). En este período se produce un cambio de rumbo en su práctica pictórica, con un retorno a los procedimientos impresionistas de la pintura y a la obra de Braque y Picasso. En estos años pinta sus mejores retratos femeninos.

En la frontera entre los años 20 y 30, la creatividad de Lébedev ha alcanzado su cénit. En cada esfera de su actividad artística -ilustración literaria, cartel, dibujo, pintura de caballete- ha dado lo mejor de sí mismo. Pero, desgraciadamente, los años 30 trajeron consigo la ruptura y la crisis creativa. En el arte soviético primaba una nueva ideología, la del realismo soviético totalitario, en la que el arte innovador de Lébedev no tenía cabida. El 1 de marzo de 1936 aparece en las páginas del diario Pravda el artículo, oficial y por encargo, titulado «Los artistas pintamonas», que marca el inicio de una campaña para extirpar cualquier asomo de «formalismo» en el arte soviético. En ese artículo se criticaban duramente las ilustraciones de Lébedev a la recopilación de poemas de Marshák, Cuentos, canciones y acertijos (1935), pese a que esa edición tenía una tirada muy reducida e iba dirigida, más que a los niños, a bibliófilos, artistas y especialistas en arte gráfico.

Estos acontecimientos jugaron un papel dramático en el destino del artista. Lébedev llevó muy mal esa imposición de compromiso estético, que se refleja en su producción artística de los años 40 y 50. En esos años siguió trabajando con éxito en la ilustración literaria, pero sus ilustraciones adquieren cada vez más un tono naturalista y de zalamera afectación. En sus últimas obras pictóricas desaparece el virtuosismo y la armonía cromática que le había caracterizado, surgiendo en su lugar un abigarramiento de color que, en algunos trabajos, parece incluso una muestra de inseguridad. A partir de los años 30, el artista cada vez pinta más «para sí mismo», no para la exhibición de sus obras en exposiciones oficiales: retratos artísticos, bodegones, dibujos al natural… A Lébedev nunca le gustó su arte de los años 40 y 50. Su polifacética obra, olvidada y acallada en las décadas precedentes, volvió a ponerse a disposición del espectador ruso gracias a las exposiciones individuales celebradas en las últimas décadas en Moscú y San Petersburgo. Sin embargo, su nombre es conocido fuera de nuestras fronteras sobre todo en su faceta de ilustrador de libros infantiles.

El primer encuentro que el espectador español tuvo con los trabajos de Vladímir Lébedev tuvo lugar durante la Exposición sobre el cartel, la fotografía, el arte gráfico y la ilustración literaria soviética, organizada en Madrid en 1933. En las exposiciones dedicadas a la ilustración literaria soviética, celebradas en los últimos años en España, hemos podido familiarizarnos con algunas obras del Lébedev ilustrador de libros. Cada cita con la obra de este artista tan extraordinario y divertido supone un nuevo descubrimiento y un enorme disfrute por la alegría de vivir que rezuman sus obras. Confiamos en que esta primera exposición monográfica de Lébedev en España sirva para hacernos entrever las diversas facetas de la obra de este maestro virtuoso y extraordinario artista.

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