Las frustraciones y los sueños MARIA CAMPBELL

 

Las frustraciones y los sueños

MARIA CAMPBELL

 

COLECCIÓN VEINTIOCHO LUNAS
SERIE OCTAVA LUNA
ENLAIRATS Y OTRAS VIAJERAS INVISIBLES

 

POR LOS VALIENTES DUERMEN SOLOS

 

                              A Primeras horas de la noche de un viernes 4 de noviembre de 2020, unos ruidos de cerrojos despertaron mi curiosidad por el libro de Mestiza (1973), de Maria Campbell, traducida al castellano por Magdalena Palmer, y publicada por Tránsito el 7 de octubre de 2020. Pronto, con la obra de arte en la mano izquierda, examino minuciosamente la introducción. La casa donde Maria creció es una ruina invadida por la maleza. Conservando ya únicamente entre mis dedos la obra de arte, intento con la uña apoyada otra vez sobre el rubí arañar la superficie de la pedrería. El «cree» o «clisteno» es la lengua hablada por la comunidad métis (ameriindia, francomestiza canadiense) que 1960 en se empezó a organizarse (hasta su reconocimiento internacional en 1982) contra una sociedad que los condenaba a ser lxs hijxs bastardxs de Europa. La violencia y la invisibilidad siguen presente. La situación es muy difícil todavía, sobre todo en países coloniales indígenas. La mayor tasa de suicidio juvenil la tienen su comunidad. El mismo día del drama, cuando Maria Campbell, al salir del pueblo, subía en una especie de cuesta escoltada por una pandilla de infancia pobre que extendían porfiadamente sus manos llenas de lozanas flores. Maria había adquirido un ramo para la comunidad, que, cogiendo al punto una rosa, la había puesto en el ojal de la solapa de su abrigo. Queriendo distraerse de la espera de una muerte próxima y segura mediante el trabajo, Maria buscó algún medio para escribir a pesar de la prohibición. El pino que veía desde la ventana oriental está seco y marchito. Lo único que no ha cambiado son los álamos y el cenagal de la parte posterior. El cementerio al pie de la colina es una maraña de rosas silvestres, azucenas y cardos. Las cruces se han desmoronado y las taltuzas corretean entre las tumbas hundidas. La vieja iglesia católica necesita una buena mano de pintura, pero tendrá que esperar otro año debido a la pobreza de la congregación. La herrería y la quesería del otro lado de la calle llevan mucho tiempo derruidas, y sólo una vieja máquina de vapor negra y unas herraduras olvidadas señalan su antigua ubicación. La tienda de comestibles sigue allí, vieja y solitaria como las tierras que la rodean, casi tan inexistente como su clientela. Sus dueños, unos franceses que emigraron de Quebec, han muerto, y sus familiares se han ido. Es como si nunca hubiesen estado allí. La casa de la abuela Campbell ha desaparecido. Las familias mestizas que antes ocupaban tierras públicas se han trasladado a los pueblos cercanos, donde los subsidios y el alcohol son más accesibles, o bien se han internado en el bosque para evadirse de la realidad. Maria escribe esto para todos nosotros, para contaros qué supone ser una mestiza en Canadá. Los valientes duermen solos.

 Quiero hablaros de las alegrías y las penas, de la
angustiosa pobreza, de las frustraciones y los sueños.

Mestiza, Introducción. pp. 10