Mariano Rawicz

By junio 15, 2018Sin categoría

Lvds. Mariano Rawicz

Los valientes duermen solos nº 629

Mariano Rawicz

(23 de octubre de 1908 en Lvov – 23 de junio de 1974 en Santiago)

Bibliografía selecta

Mariano Rawicz. Confesionario de papel (Comares, Valencia, 1997)

Cuando Mariano Rawicz llega a Madrid en 1930 se encuentra con un mundo tradicional que, poco a poco, se encaminando hacia la modernidad

La supervivencia de la monarquía, los uniformes militares tan pintorescos como si pertenecieran a una opereta de Lehar o Strauss, un ambiente cordial e indolente, el estilo del mobiliario y la vejez de la decoración de las tiendas, la música de las zarzuelas que actúa de banda sonora del ritmo de vida madrileño, todo hace que Rawicz detecte un aire de belle époque, como si la capital de España hubiera quedado parada en el lugar donde estaba Europa antes de la Primera Guerra Mundial.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

También se da cuenta que no le faltará nunca trabajo para que las portadas de los libros son antiguas y convencionales y el diseño gráfico de la prensa lleva un retraso de veinte años respecto a lo que pasa más allá de los Pirineos. Rawicz conocía de primera mano los avances de las artes gráficas y las lecciones de la tipografía constructivista, un diseño gráfico funcional, simple y legible, no decorativo, normalizado, geométrico y óptico, contrastado tanto en función de los contenidos como de las relaciones tonales entre el texto y la superficie donde se encuentra: la ilustración tenía que estar relacionada con la información que proporcionaba el texto.

Lo que Rawicz aporta a las editoriales Hoy y Cenit es la construcción de unas cubiertas donde la letra es, más allá del significado, una forma tanto o más importante que la ilustración: los tipos que utiliza Rawicz se repiten a menudo, como una marca de identidad, porque usa casi siempre mayúsculas sin rematar por el nombre del autor y el sello editorial, y soluciona el título del libro con minúsculas expresivas y caligráficas. Hasta hace poco no se sabía casi nada de Mariano Rawicz, un nombre que durante mucho tiempo se pensó que ara el seudónimo de otro artista gráfico, Mauricio Amster, un polaco que también llegó a Madrid para dedicarse al diseño. No fue hasta la exposición que el IVAM dedicó a la obra de Amster que se empezó a aclarar el misterio Rawicz. Y no fue hasta que se publicaron sus memorias, Confesionario de papel, que se pudo captar en toda su tragedia los avatares difíciles y complejos que rodearon su vida. Mariano Rawicz fue austriaco, ruso, ucraniano, polaco, alemay y soviético: son los privilegios de haber nacido en una zona fronteriza de la Galitzia oriental, en L’viv, un territorio de paso que sufrió todos los trasiegos bélicos y políticos de una época de crisis continua. Se enamoró de España, logró que la Segunda República le concede la nacionalidad española, un regalo que quedó sin efecto tras la victoria franquista, y que lo situó en la posición de ser un apátrida hasta que se exilia en Chile y obtiene la nacionalidad de este país. Es entonces -es el año 1964- que empieza a escribir sus memorias, un libro extrañísimo porque la idiosincrasia nacional se contempla desde una perspectiva construida sobre el rigor centroeuropeo.

Es entonces que recuerda los episodios de una vida fértil en aventuras y desgracias, como si la mala suerte y el azar adverso se recreasen con deleite para estropear cada uno de los movimientos destinados a la supervivencia: militante del PC en una época de paranoia col · lectiva, es acusado tanto de espía de la Gestapo como de traidor trotskista; al final de la guerra, por culpa de unas maletas con sus documentos, es detenido y encarcelado por el ejército franquista. Mientras cumple la condena, se entera del suicidio de su mujer, de la muerte de su familia en un campo de exterminio y, cuando recibe el indulto, ante la amenaza de ser deportado a Francia nazi, ha de estar un par de años más en prisión simulando una tuberculosis. Una vez libre, tiene que enfrentarse a la picaresca burocrática para conseguir abandonar el país, pero la fuga que ensaya, inducido por una depresión fulminante, es más drástica. Hizo el intento de suicidarse, y sufrió las violentas soluciones psiquiátricas de la época, pero todavía le esperaba un exilio benigno, una segunda vida que le permitirá ya salvarse a través de la memoria: el resultado espléndido es este libro, Confesionario de papel.

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