Justinus Kerner

By febrero 4, 2019Sin categoría

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Los valientes duermen solos. Sueño nº 772

Justinus Kerner

“…INVESTIGACIONES EN EL DOMINIO DEL ESPÍRITU…”

«…Con todo, lo que hace de Kerner un personaje interesante para la historia de la medicina es su dedicación a la patología mental, si bien hay que advertir antes de entrar en materia que él mismo no aceptaría esa etiqueta, «patología mental», para sus investigaciones en el dominio del espíritu. Como ya hemos visto, desde el comienzo de su actividad médica entró en contacto con este género de enfermedades. Tal vez el hecho de que uno de sus primeros pacientes fuese un poeta —y de la talla, aunque sólo tardíamente reconocida, de Friedrich Hölderlin— condicionó tanto como su propia personalidad su manera de contemplar los trastornos psíquicos…» Luis Montiel, Historia de la Medicina. Facultad de Medicina Universidad Complutense.  página 125.

Bibliografía selecta

Kleksographien (Kleksografías), de Justinus Kerner. Stuttgart; Lieozig; Viena: Deutsche Verlagsantalt, 1890. 24 x 16 cm. Publicado por MRA Editores en 2013. Colección Aurum. Edición de Luís Montiel

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Justinus Andreas Christian Kerner (18 de Septiembre de 1786 en Ludwigsburg – 21 de febrero de 1862)

Médico, poeta, visionario: con estos tres calificativos define a nuestro personaje su biógrafo Otto Joachim Grüsser1, y cualquiera que conozca sumariamente la vida de este personaje del Romanticismo alemán reconocerá que le hace justicia. Esa triple vertiente de su personalidad, desplegada por lo general en los campos correspondientes —como médico estudió con gran finura el botulismo; como poeta, al lado de Uhland, es cabeza del romanticismo suabo; como visionario se hará célebre con el caso de la vidente de Prevorst— se manifiesta de manera conjunta y armoniosa, al final de su vida, en esas curiosas producciones de las que pretendo mostrar algunos ejemplos en este trabajo: las kleksografías. Justinus Andreas Christian Kerner; sexto hijo del matrimonio formado por Christoph Ludwig Kerner (1744- 1799) y Friederike Luise Stockmayer (1750-1817), vino al mundo en esta localidad por ser la sede de la corte del Duque Carl Eugen de Württemberg (1728-1793), monarca absoluto a cuyo servicio estaba el padre de Justinus en calidad de Regierungsrat —consejero de gobierno—, cargo heredado de su propio padre. De hecho, la familia paterna, hasta donde ha podido rastrearse, estuvo siempre bien situada; los cabezas de familia fueron, desde el siglo XVI, personas instruidas que desempeñaban oficios respetables, y en muchos casos investidos de cierta dignidad. Los antecedentes por línea materna no han podido ser perseguidos más allá de dos generaciones, y lo que allí se encuentra es bien diferente, no tanto en lo que se refiere a la clase social, sino a causa de la presencia en la familia de más de un caso de «locura»; la abuela materna de Justinus, así como las dos hermanas de su madre, sufrieron enfermedades mentales que parecen poder etiquetarse, con toda cautela, como esquizofrenias. Del matrimonio de una de ellas nacieron dos hijos, uno de ellos «loco» y muerto en la primera infancia. El hecho de que la otra hija —es decir, la prima de Justinus— llegase a ser madre del escritor Wilhelm Hauff, llevó a nuestro autor a asociar en su pensamiento —.

Antes de proceder a explicar el significado del término considero necesario justificar su traducción, si de traducción puede hablarse en este caso y no de mera transcripción al español. «Kleksographien» es el nombre dado por Kerner a figuras como las que aquí se muestran; un neologismo no acuñado por él mismo, sino por «un ingenioso amigo del arte y del humor»16 cuya identidad desconocemos. Después de considerar varias opciones he optado por la mera adaptación al español, pues la traducción del vocablo alemán «Kleks» —borrón, mancha de tinta— habría producido engendros como «borronografías» o «manchografías»; la opción «maculografías» quedaba descartada por el hecho de que el propio Kerner podría haber utilizado el vocablo latino de haber querido; y, por fin, su adopción —y la nuestra en otros casos— de la desinencia griega sin traducir —como en fotografía, telegrafía, calcografía, etc.—, me incitaba a hacer otro tanto con el eufónico —pues no en vano incluye una onomatopeya— vocablo alemán. Algunos motivos, pues, pero también una preferencia personal, explican —no sé si justificándola— mi decisión. En su breve introducción a la edición existente de algunas kleksografías, su autor nos explica cómo su creciente pérdida de visión, debida a cataratas18, ha provocado, por una parte, una mayor torpeza al escribir, que se traduce en profusión de borrones, y por otra en la toma en consideración de las caprichosas formas, aún bien perceptibles para él, que adoptan las gotas de tinta sobre el papel inutilizado para la escritura después de plegarlo del mismo modo que, como ahora recuerda, hacían a veces otros escolares y él mismo en la lejana infancia para divertirse con semejantes productos del azar. La semejanza de este proceder con el test de Rorschach ha sido generalmente reconocida, hasta convertirse en un lugar común. Sin embargo, no he conseguido encontrar un testimonio explícito a este respecto. El autor de referencia en la historia de la «psiquiatría dinámica», Henri F. Ellenberger, da por sentada la influencia de las kleksografías de Kerner, pero sin aportar prueba alguna19. Y el propio Rorschach sólo de refilón emplea dicho neologismo sin siquiera asociarlo al médico romántico.

Justinos Kerner fue uno de los más conspicuos representantes del romanticismo alemán. Médico y poeta, prestó especial atención a las llamadas enfermedades del alma, sin perder nunca de vista el cuerpo. Para ello pensó haber encontrado un instrumento especialmente sensible en el magnetismo animal postulado por Mesmer.  La más importante de sus pacientes “magnéticas”, Friederike Hauffe –la Vidente de Prevorst- se convirtió en protagonista de un extenso tratado, mitad historia clínica, mitad especulación teórica sobre un “mundo de espíritus”, que tendría gran repercusión en círculos oculistas. Las Keksografías son una obra de senectud: como él mismo refiere, los borrones de tinta que, cada vez con mayor frecuencia, le caían al escribir, dibujaban a veces sobre el papel inquietantes figuras, que parecían solicitar una interpretación. No es extraño que algunos hayan relacionado estas imágenes con el test psicodiagnóstico de Rorschach. Pero para su autor eran, ante todo, motivo de reflexión moral y ocasión de creación artística; así, decidió comentarlas mediante poemas. La presente edición, conducida magistralmente por Luis Montiel, uno de los principales conocedores españoles de la ciencia y el espíritu romántico de la época, cuenta con la traducción de dichos textos.

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