John Dos Passos

By agosto 18, 2018Sin categoría

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Los valientes duermen solos nº 659

John Dos Passos

(Chicago, Estados Unidos, 14 de enero de 1896 – Baltimore, Estados Unidos, 28 de septiembre de 1970)

«El gran poeta judío que escribió en la lengua de sus verdugos consiguió escapar de la persecución nazi, pero su vida estuvo dañada por la experiencia del genocidio y por el sentimiento de culpa del que ha sobrevivido.»

El horror, la vergüenza, la crueldad sin límites: “Estábamos muertos y podíamos respirar”, escribía en la obra de 1952. Siempre se ha tenido a Celan por un poeta difícil, oscuro incluso. Reina Palazón da las claves para acercarse a él. «Consideraba cada poema como algo tremendamente singular en sí. O sea, que cada poema presenta sus problemas. Pero para entendernos, habría que decir que en esta poesía de juventud lo más singular son las atrevidas imágenes, distintas e inesperadas en cada poema y lo inesperado de las mismas y la resonancia de sus palabras específicas. La reproducción de esa imaginería en su singularidad y sonoridad es lo más difícil».Ningún poeta contemporáneo ha sido interpretado y traducido de manera tan detallada y extensa como Paul Celan, sin duda uno de los poetas más importantes del siglo XX. «Fuga de la muerte», tal vez el poema al que la crítica ha dedicado más atención de todos los escritos tras la Segunda Guerra Mundial, es, si no el texto cumbre, uno de los textos cumbres de la lírica alemana. Los alrededor de ochocientos poemas que publicó Paul Celan condensan su pensamiento y su vida, marcada por las grandes tragedias de este siglo. Asimismo integran un buen manojo de tradiciones literarias y de datos, no sólo personales, sino también teológicos, filosóficos, científicos e históricos. La fuerza creadora de su lenguaje es una invitación permanente y siempre renovada a descubrir un nuevo mundo poético. Esta traducción, siguiendo la edición alemana de Beda Allemann y Stefan Reichert, vierte por primera vez al castellano y a una lengua extranjera toda la obra de Paul Celan, su poesía así como su prosa. 

Bibliografía selecta

La iniciación de un hombre (1919) (Salvat Editores, Barcelona, 1971)
Tres soldados (1922) (Bruguera Editores, Barcelona. Plaza & Janés Editores, Barcelona, 1985)
Rocinante vuelve al camino (1923)
(Alfaguara, Madrid, 2003)
Manhattan Transfer (1925) (Bruguera, Barcelona, 1984. Penguin, Barcelona, 2000. Everest, Barcelona, 2002. Edhasa, Barcelona, 2006)
La primera catástrofe (1919–1932) (Editorial Planeta, Barcelona, 1977)
U.S.A. (trilogía) El paralelo 42 (1930), 1919 (1932), El gran dinero (1936) (Edhasa, Barcelona, 2006-2007)
Aventuras de un joven (1939)
Número uno (1943)
El gran destino (1949)
Distrito de Columbia (1952)
Mediados de siglo (1961) 

Libros relacionados

Ante la silla eléctrica. La verdadera historia de Sacco y Vanzetti, de John Dos Passos (Errata Naturae, Madrid, 2011)
John Dos Passos,
de John Chamberlain (Nueva York, 1939)

Años inolvidables, de John Dos Passos (Austral, Madrid, Febrero de 2014)
Años inolvidables (1966-1974), de John Dos Passos (Alianza Editorial, Madrid)
La visión de España en la obra de John Dos Passos,
de Catalina Montés (Editorial Almar, 1980)
Ignacio Martínez de Pisón. Enterrar a los muertos,
de Ignacion Martínez de Pisón (Editorial Seix Barral, Barcelona, 2005)
Koch, Stephen. La ruptura,
de Stephen Koch (Galaxia Gutenberg, Barcelona)
John Dos Passos, Viajes de entreguerras
(Península. Barcelona, 2005)

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Cuando John Dos Passos publicó Años inolvidables, habían pasado cinco años desde el suicidio de Ernest Hemingway y dos desde la aparición de París era una fiesta, en el que Hemingway le atacaba con una rabia y una fuerza inusitadas. El libro presenta a Dos Passos caracterizado como un “pez piloto” que siempre se deja caer en los sitios justo antes que sus amigos ricos. Y sobre ese pez piloto dice Hemingway que “no hay modo de pescarle a él, y sólo a los que confían en él se les apresa y se les mata”, y también que es un hombre al que, dominado como está por el amor al dinero, “cada dólar que gana le desplaza un poco más a la derecha”. El retrato que Hemingway ofrece de Dos Passos en París era una fiesta está desde el principio hasta el final inspirado por la amargura y el rencor, y el hecho de que no apareciera publicado hasta después de la muerte de su autor no hizo sino alimentar el resentimiento y el dolor de su antiguo amigo. Para Dos Passos, que en el fondo siempre echó de menos la vieja camaradería que les había unido en su juventud, debió de ser como si el fantasma de Hemingway hubiera escapado de su tumba decidido a impedir cualquier posibilidad de reconciliación póstuma.

Años inolvidables es, en cierta medida, el relato de la amistad entre Dos Passos y Hemingway, y en él se rememoran el primer encuentro de ambos en la Italia de 1918, el fortalecimiento de su relación en el París de los años veinte, sus andanzas por distintos lugares de Europa, las temporadas de retiro en Key West, el accidente automovilístico que provocó el internamiento de Hemingway en un hospital… No parece que hubiera entre ellos graves fricciones antes del verano de 1933, en el que coincidieron en Madrid y del que Dos Passos evoca con nostalgia los almuerzos en Casa Botín: “Fue durante aquellas comidas cuando Hem y yo discutimos por última vez sobre España sin enfadarnos”. Lo que el autor se niega a abordar es precisamente lo que ocurrió después, la ruptura de esa amistad, y el crítico Edmund Wilson se lo reprocharía de forma amistosa en una carta de noviembre de 1966: “¿Por qué no has hablado de tus experiencias durante la guerra civil española y de las razones del distanciamiento entre Hemingway y tú?”

La respuesta a esa pregunta hay que buscarla en el mismo título del libro, que es toda una declaración de intenciones. Dos Passos se había propuesto hablar de sus años inolvidables, de esos “tiempos mejores” a los que directamente se alude en el título de la edición original (The Best Times), y en su evocación de ese pasado luminoso, jovial y aventurero no podía haber sitio para las calamidades ni las desdichas. Tampoco, por tanto, para el rencor, y mucho menos para el rencor hacia el novelista que durante más de diez años había sido su mejor amigo.

¿En qué momento acabaron para Dos Passos esos tiempos mejores? Sin ninguna duda, durante el viaje que en abril de 1937 hizo a la España republicana. Fue entonces cuando se rompió la armonía que Dos Passos había conseguido establecer con la realidad. El descubrimiento del asesinato de José Robles Pazos, su amigo y traductor, fue el detonante, y con la explosión subsiguiente saltaron por los aires los pilares que sustentaban esa armonía: se acabó el Dos Passos viajero y enamorado de España, se acabó el izquierdista activo y esperanzado, se acabó el amigo de Hemingway… El cambio fue radical, y bien pronto, a mediados de los 40, Dos Passos se parecería muy poco al de la década anterior. Su aislamiento en los ambientes políticos e intelectuales, su regreso a los valores tradicionales norteamericanos, su creciente conservadurismo habían hecho de él una persona diferente, y uno sospecha que, cuando, ya sesentón, decidió recrear por escrito los mejores años de su vida, Dos Passos era tristemente consciente de que había acabado convirtiéndose en una persona que nunca había querido ser.

Pero, por supuesto, Años inolvidables no es sólo el relato de su amistad con Hemingway. Es también el relato de su entusiasmo por España y lo español, y el de su irreprimible vocación de trotamundos, y el de los episodios que jalonaron su formación política… En las obras de un autor como Dos Passos, cuya literatura está tan cercana a su vida, no es difícil rastrear las huellas de su propia peripecia: de sus viajes, de su relación con la gente a la que trató, de su actitud ante el momento histórico que le tocó vivir, de su evolución ideológica y personal. Todo esto constituía el material del que estaban hechos sus libros, y el novelista veía en éstos una ocasión para el regreso. En el caso de Años inolvidables, escrito décadas después de los hechos narrados, ese regreso se produce por partida doble: si por un lado es un regreso a esa época mejor de su vida, previa a la Guerra Civil, por otro es también un regreso a los libros que entonces escribió. El volumen tiene algo de summa parcial de su vida y de su obra, y el lector de Dos Passos no debe extrañarse si en él encuentra ecos de otros textos suyos de esa primera época: de sus novelas Primer encuentro y Tres soldados, de sus libros de viajes En todos los países y Orient Express...

Reescribir lo escrito para revivir lo vivido. Mientras redactaba Años inolvidables,que sería el último libro que publicaría en vida, el viejo Dos Passos buscaba volver a vivir aquello que en su juventud le había proporcionado inspiración. Volverlo a vivir, pero no necesariamente del mismo modo. Episodios que en su momento habían sido contados de una manera lo eran ahora de otra, porque en realidad era como si nunca hubieran sido contados. ¿Qué podían aportar esas novelas y esos reportajes a un escritor que por primera vez en su vida se enfrentaba a cara descubierta con su propia biografía? Nada o, peor aún, nada que no amenazara con deformar o condicionar sus auténticos recuerdos. Para Dos Passos un libro como éste sólo tenía sentido si era el producto de un riguroso ejercicio de sinceridad, en el que no cabían ajustes de cuentas ni mixtificaciones retrospectivas. Quizá por eso la lectura de estas memorias, memorias de un hombre feliz que dejó de serlo, transmite en todo momento una sensación de exquisita honestidad. Pero la honestidad sería insuficiente si no estuviera acompañada por muchas otras virtudes, que hacen de Años inolvidables un libro apasionante. Edmund Wilson, que tantas reticencias había expresado sobre otras obras de su amigo, se declaró fascinado por la lectura de ésta. En 1966, cercano ya a la muerte, el viejo Dos Passos conservaba muy pocas cosas de su juventud. Una de ellas era este puñado de recuerdos; la otra, su antigua e indudable habilidad para fascinar al lector.

Reseñas

“Fuga de muerte es uno de los textos que con más terrible luminosidad y belleza de testimonio de la historia de su tiempo, de un tiempo que fue el nuestro”. John Felstiner

“Lenguaje singular que roza la amenaza del hermitismo y la oscuridad. Poesía como memoria de acontecimientos, o si se quiere, apuesta por un estrangulamiento de la lengua.” Lacoue-Laberthe.

“Me parece tarea casi imposible comentar de forma general y sucinta la poesía de Paul Celan” Alemann.

“Muchos poemas serán ininteligibles si no se cuenta con el conocimiento de una cuyuntura cualquiera, aunque precisa, de tipo biográfico o bibliográfico. El acto poético fundador de Celan consistió en ponerse en contra de una tradición cultural.” Jean Bollack

“La mediación de la memoria entre el acontecimiento y el poema: es evidente que tan sólo puede comprenderse de lo que Celan hablaba cuando se recuerda la historia narrada en el bíblico libro de los Jueces que apela al misterio de la palabra shibbólet. Lo inalienable debe hablar del otro, y al otro, debe hablar”. Derrida.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Cuando John Dos Passos publicó Años inolvidables, habían pasado cinco años desde el suicidio de Ernest Hemingway y dos desde la aparición de París era una fiesta, en el que Hemingway le atacaba con una rabia y una fuerza inusitadas. El libro presenta a Dos Passos caracterizado como un “pez piloto” que siempre se deja caer en los sitios justo antes que sus amigos ricos. Y sobre ese pez piloto dice Hemingway que “no hay modo de pescarle a él, y sólo a los que confían en él se les apresa y se les mata”, y también que es un hombre al que, dominado como está por el amor al dinero, “cada dólar que gana le desplaza un poco más a la derecha”. El retrato que Hemingway ofrece de Dos Passos en París era una fiesta está desde el principio hasta el final inspirado por la amargura y el rencor, y el hecho de que no apareciera publicado hasta después de la muerte de su autor no hizo sino alimentar el resentimiento y el dolor de su antiguo amigo. Para Dos Passos, que en el fondo siempre echó de menos la vieja camaradería que les había unido en su juventud, debió de ser como si el fantasma de Hemingway hubiera escapado de su tumba decidido a impedir cualquier posibilidad de reconciliación póstuma.

Años inolvidables es, en cierta medida, el relato de la amistad entre Dos Passos y Hemingway, y en él se rememoran el primer encuentro de ambos en la Italia de 1918, el fortalecimiento de su relación en el París de los años veinte, sus andanzas por distintos lugares de Europa, las temporadas de retiro en Key West, el accidente automovilístico que provocó el internamiento de Hemingway en un hospital… No parece que hubiera entre ellos graves fricciones antes del verano de 1933, en el que coincidieron en Madrid y del que Dos Passos evoca con nostalgia los almuerzos en Casa Botín: “Fue durante aquellas comidas cuando Hem y yo discutimos por última vez sobre España sin enfadarnos”. Lo que el autor se niega a abordar es precisamente lo que ocurrió después, la ruptura de esa amistad, y el crítico Edmund Wilson se lo reprocharía de forma amistosa en una carta de noviembre de 1966: “¿Por qué no has hablado de tus experiencias durante la guerra civil española y de las razones del distanciamiento entre Hemingway y tú?”

La respuesta a esa pregunta hay que buscarla en el mismo título del libro, que es toda una declaración de intenciones. Dos Passos se había propuesto hablar de sus años inolvidables, de esos “tiempos mejores” a los que directamente se alude en el título de la edición original (The Best Times), y en su evocación de ese pasado luminoso, jovial y aventurero no podía haber sitio para las calamidades ni las desdichas. Tampoco, por tanto, para el rencor, y mucho menos para el rencor hacia el novelista que durante más de diez años había sido su mejor amigo.

¿En qué momento acabaron para Dos Passos esos tiempos mejores? Sin ninguna duda, durante el viaje que en abril de 1937 hizo a la España republicana. Fue entonces cuando se rompió la armonía que Dos Passos había conseguido establecer con la realidad. El descubrimiento del asesinato de José Robles Pazos, su amigo y traductor, fue el detonante, y con la explosión subsiguiente saltaron por los aires los pilares que sustentaban esa armonía: se acabó el Dos Passos viajero y enamorado de España, se acabó el izquierdista activo y esperanzado, se acabó el amigo de Hemingway… El cambio fue radical, y bien pronto, a mediados de los 40, Dos Passos se parecería muy poco al de la década anterior. Su aislamiento en los ambientes políticos e intelectuales, su regreso a los valores tradicionales norteamericanos, su creciente conservadurismo habían hecho de él una persona diferente, y uno sospecha que, cuando, ya sesentón, decidió recrear por escrito los mejores años de su vida, Dos Passos era tristemente consciente de que había acabado convirtiéndose en una persona que nunca había querido ser.

Pero, por supuesto, Años inolvidables no es sólo el relato de su amistad con Hemingway. Es también el relato de su entusiasmo por España y lo español, y el de su irreprimible vocación de trotamundos, y el de los episodios que jalonaron su formación política… En las obras de un autor como Dos Passos, cuya literatura está tan cercana a su vida, no es difícil rastrear las huellas de su propia peripecia: de sus viajes, de su relación con la gente a la que trató, de su actitud ante el momento histórico que le tocó vivir, de su evolución ideológica y personal. Todo esto constituía el material del que estaban hechos sus libros, y el novelista veía en éstos una ocasión para el regreso. En el caso de Años inolvidables, escrito décadas después de los hechos narrados, ese regreso se produce por partida doble: si por un lado es un regreso a esa época mejor de su vida, previa a la Guerra Civil, por otro es también un regreso a los libros que entonces escribió. El volumen tiene algo de summa parcial de su vida y de su obra, y el lector de Dos Passos no debe extrañarse si en él encuentra ecos de otros textos suyos de esa primera época: de sus novelas Primer encuentro y Tres soldados, de sus libros de viajes En todos los países y Orient Express...

Reescribir lo escrito para revivir lo vivido. Mientras redactaba Años inolvidables,que sería el último libro que publicaría en vida, el viejo Dos Passos buscaba volver a vivir aquello que en su juventud le había proporcionado inspiración. Volverlo a vivir, pero no necesariamente del mismo modo. Episodios que en su momento habían sido contados de una manera lo eran ahora de otra, porque en realidad era como si nunca hubieran sido contados. ¿Qué podían aportar esas novelas y esos reportajes a un escritor que por primera vez en su vida se enfrentaba a cara descubierta con su propia biografía? Nada o, peor aún, nada que no amenazara con deformar o condicionar sus auténticos recuerdos. Para Dos Passos un libro como éste sólo tenía sentido si era el producto de un riguroso ejercicio de sinceridad, en el que no cabían ajustes de cuentas ni mixtificaciones retrospectivas. Quizá por eso la lectura de estas memorias, memorias de un hombre feliz que dejó de serlo, transmite en todo momento una sensación de exquisita honestidad. Pero la honestidad sería insuficiente si no estuviera acompañada por muchas otras virtudes, que hacen de Años inolvidables un libro apasionante. Edmund Wilson, que tantas reticencias había expresado sobre otras obras de su amigo, se declaró fascinado por la lectura de ésta. En 1966, cercano ya a la muerte, el viejo Dos Passos conservaba muy pocas cosas de su juventud. Una de ellas era este puñado de recuerdos; la otra, su antigua e indudable habilidad para fascinar al lector.

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