Isidoro Valcárcel Medina

By junio 9, 2018Sin categoría

Lvds. Isidro Valcárcel Medina

Los valientes duermen solos nº 622

Isidoro Valcárcel Medina

(1937 en Murcia)

Bibliografía selecta

  • ilimit (Ivorypress, Madrid, 2012) (Edición de nueve volúmenes más dos pruebas de artista más una H.C. CAJA: Altura: 21,5 cm | Anchura: 65 cm | Profundidad: 46 cm. LIBRO: Altura: 9,7 cm | Anchura: 51,3 cm | Profundidad: 33,2 cm)
  • Conversaciones con Isidoro Valcárcel, de Eugenio Castro (128 pp. 12×17 cm. Logroño, junio 2018)

Filmografía selecta

La celosía (1972) (16 mm. ByN. 15′)

Isidoro Valcárcel Medina nació en Murcia en 1937 y es sin duda uno de los artistas conceptuales españoles de mayor altura de pensamiento y visión, tierra adentro y allende los mares. La extensión de su obra tiene el valor incalculable de su intangibilidad: inmensa

Es una leyenda dentro del arte español, uno de los máximos representantes del arte conceptual y un referente para muchos artistas hoy. Isidoro Valcárcel Medina es un artista que dice no a las convenciones del mundo del arte y sí a un arte para ser vivido, abierto al debate y la participación. Lo vemos en De ayer a hoy, que convierte el museo en foro crítico y político. Arte contra el sistema y a favor de las ideas.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Tiene un aire a Valle-Inclán, y no sólo por la barba, uno de sus signos visibles de rebeldía. También comparten el apego por la ironía y la rareza, y la enemistad con lo convencional y lo oportuno. Al fin y al cabo, el esperpento de Valle y laperugrollada de Isidoro Valcárcel Medina (Murcia, 1937) no están tan lejos. Este artista conceptual, premio Nacional de Artes Plásticas en 2007, es un tipo singular, coherente, insobornable, independiente, incisivo… ¿Tan irreverente como lo pintan? “Siempre que la doctrina es indigna. Ser radical es más cómodo que ser seguidor”, dice rotundo.

Aunque, por encima de todo, es un Bartleby. Un maestro del escapismo. Desde los años 60 ha procurado escaquearse de todo cuanto ha podido hacerle caer en las redes del sistema del arte. No tiene galería, ni hace retrospectivas y rehúye de que sus obras engrosen colecciones. Hasta cuando se lanzó a escribir poesía, a sus veinte, los títulos eran más largos que los versos. “Soy un hombre normal, aunque no habitual. En vez de seguir un camino trazado voy por otro, sin sometimientos y con autonomía. Aunque no invento nada, ese camino está ahí, es una opción. Digamos que camino por otra acera, que está mal asfaltada pero hay menos tráfico; es más difícil pero más tranquila”.

Sosiego, precisamente, es lo que se respira en su estudio en el centro de Madrid, donde estos días vive atento al viaje migratorio de las aves. Formado en Arquitectura y Bellas Artes, ha preferido siempre vivir de las reformas de edificios y viviendas, no del arte. “Es un principio, lo que hay que aceptar si no quieres recibir ningún tipo de presión”, añade. Nada cuelga de las paredes salvo una T gigante, una de sus obras, aunque arquitectónica: una mesa abatible que abre el espacio a la cocina. “¡Aunque ya me gustaría que fuese una T de Tàpies!”, bromea. Justo al lado, una pila de CD’s está coronada por Rodríguez y suSearching for a Sugar Man, otra leyenda de un hombre aparentemente invisible. En el otro extremo, un prototipo del carrito “Boby 3” de Joe Colombo, recoge todo lo que necesita para trabajar: lápices, gomas, tijeras, reglas, folios… Con ellos ha hecho películas, piezas sonoras, acciones, textos y libros de artista. Porque él, dice, a lo que se dedica es a provocar ideas.

A sus 77 años sigue fiel al espíritu que lo convirtió en un pionero del arte conceptual en España. Hoy es un mito. Empezó pintando, como todo artista de su generación, volcado en el informalismo, aunque eso le duró meses. De la figuración pasó a la no figuración, de la abstracción al formalismo, a una expresión geométrica y de ésta al minimalismo hasta llegar a la desmaterialización de la obra de arte. “Siempre he buscado actuaciones que no estuvieran acordes a la norma y a lo repetitivo. Pensaba: ‘¿esto es lo que hacen? Pues ya sé lo que no tengo que hacer’. ¿Para qué repetir? Hay que cambiar, ya no como estrategia artística, sino como petición íntima, por diversión. Pero, ¡ay amigo! Todo sea que lo que se te ocurra caiga en gracia. Entonces estás perdido y tienes que buscarte otra cosa. Ese es mi modus vivendi”, explica.

Eso mismo, “una experiencia encuadrada dentro del género del refrito”, es lo que dice haber hecho en el MUSAC con el proyecto De ayer a hoy. Ese ayer nos lleva hasta 1991, cuando Valcárcel Medina presentó Sugerencias de un forastero al plan general de León, propuestas para intervenir espacios públicos de la ciudad que entonces estaban pendientes de un plan urbanístico. Entre ellos, los entonces descampados de Eras de Renueva, donde hoy se alza el museo. “En aquellos terrenos entonces vacíos pensé construir un parque, una huerta urbana, un centro comercial subterráneo… Ahora presentamos aquellos proyectos junto a fotos de lo que esos terrenos han acabado siendo hoy. Para conseguir la documentación trabajamos desde 2013 con asociaciones como Agenda de desmontajes, y habrá reuniones con el vecindario en el museo. Es un proyecto abierto a la ciudad, donde yo paso a un segundo plano y el MUSAC deja de ser un espacio expositivo convencional”, dice.

En aquellos años 90 a los que nos traslada el MUSAC, Isidoro Valcárcel Medina era ya un artista conocido por El libro transparente (1970), La celosía (1972), una película que transcribe, literalmente, la novela de Alain Robbe-Grillet, o susConversaciones telefónicas (1973-2009), con las que llamaba a desconocidos para darles su número de teléfono. También por las estructuras que hizo par a losEncuentros de Pamplona, en 1972, donde ya trataba de crear “lugares” o “ambientes” donde la gente pudiera estar. Suele decir que fue allí, en esos encuentros ya míticos, donde descubrió las tripas de la manipulación del arte. “Recuerdo a John Cage, a quien le dijeron: ‘oiga, ¿cómo viene usted a trabajar en la España de Franco?’, y que contestó: ‘oiga es que yo estoy trabajando en la América de Nixon’. Encarnaba lo que me parecía esencial: ir donde se supone que no tienes que ir. También aprendí a tener un respeto soberano con el medio en que vas a expresarte”.

De ahí en adelante vendría su Oficina de gestión. Una referencia del arte judicial(1974), la Ley del arte (1992), tremendamente sarcástica, que propuso al Congreso de los Diputados y 2000 d. de J.C. (1995-2000), una enciclopedia de hechos secundarios con la que reflexiona sobre la medida del tiempo. En otra está enfrascado ahora, cuenta aunque sin desvelar detalles, un diccionario personal del uso de la lengua española. Vuelve, así, a preguntarse ¿Qué es un archivo?, un déjà vu en sus trabajos.

Aunque hay otra pregunta que circula constantemente en todos sus proyectos, los de ayer, los de hoy y los de mañana (“espero que en el futuro venga lo mejor”, dice): ¿Cuál es el lugar del arte? “Está por doquier, como decían los clásicos. El arte es, sencillamente, el espíritu con el que se afrontan las situaciones. Ni más ni menos. Una actitud. Ser consciente de lo que quieres y de lo que no. No hay campo limitado para el arte”. “No” es, de hecho, su respuesta favorita. “El no es comprometido. Me niego a jugar con las reglas que no me dejan cambiar. Lo que me interesa es la negación constructiva, negar la realidad con una evidencia incuestionable. Sí, ya sé que todo esto es un revoltijo de ideas, que puedes decir, ‘¿pero en qué quedamos?’, pero ese enredo es el que me encanta”.

O lo que es lo mismo, tocarle las teclas a las instituciones. “No criticar desde fuera, sino desde dentro”. Eso mismo hizo en el MACBA cuando le pidieron una obra para la colección. Pintó de blanco un muro blanco, con un pincel del 8, pero cobrando como un pintor de brocha gorda. “No me importa estar en un museo, pero a mi manera, no almidonado en los sótanos. Si se almacena, ya no hace daño. Prefiero vendérsela a alguien que juega a lo mismo que yo”.

Lvds. Isidro Valcárcel