Aula voladora de Melocotón Grande. Cine nº 417
Human, de Yann Arthus-Bertrand (Francia, 2015)
2.020 entrevistas, 63 idiomas, confesiones de todo tipo. Un hombre que proclama el amor por su esposa, una prostituta que quiere algo mejor para sus hijos, un niño que recrimina a su madre que le vendiera, una mujer que celebra tener una nevera, la que pide que el mundo sonría, el gay que fue apaleado, el hijo de un terrorista islamista que atentó en Estados Unidos en 1993, un senegalés que defiende su poligamia.
Un proyecto descomunal, gigantesco. 191 minutos de película: Human, la película que ha presentado en el festival de Venecia el cineasta francésYann Artrhus-Bertrand, en primicia mundial, que este sábado 12 de septiembre se estrena en Francia y a partir del 22 será accesible en diferentes formatos. En tres episodios de 90 minutos para Youtube y Google Play y para cuantas organizaciones benéficas o no gubernamentales o administraciones quieran programar visionados. Arthus-Bertrand quiere la máxima difusión, lo cede gratuitamente. El proyecto está financiado por las fundaciones sin ánimo de lucro Goodplanet y Bettencourt Schueller. También será presentado en las Naciones Unidas coincidiendo con el 70 aniversario de su fundación.
La película está disponible en seis idiomas: español, francés, inglés, ruso, árabe y portugués. Arthus-Bertrand quiere aun mayor impacto que algunas de sus películas anteriores; la última, Home, fue vista por 600 millones de personas. Sólo con que logre esa cifra, el mundo será un lugar mejor.Human es un precioso alegato por el amor y la concordia entre personas.
Con productores en decenas de países que hicieron cientos de entrevistas,Human acabó entrevistando a 2.020 personas de orígenes, idiomas, sueños y religiones distintos, indagando sobre en qué consiste ser humano. El planteamiento del filme es aparentemente sencillo. Fondo negro, plano corto, respuestas no demasiado largas.
“Hay inteligentísimas respuestas de gente sin estudios”, remarcó el cineasta, en la rueda de prensa posterior en Venecia.
Un chico brasileño considera que hemos venido a este mundo “a llevar a la vejez la felicidad que tienes de niño”. “Sonreir es el lenguaje que todo el mundo habla”, dice una muchacha india. También aparece el ex presidente de Uruguay José Mújica opinando por qué no somos más felices: “El mundo se basa en el crecimiento contínuo, y para ello hay que consumir. Pero cuando compramos algo no lo compramos con dinero, sino con el tiempo que estuvimos ganándolo”.
Hacia el final, un joven se pregunta (le pregunta a su padre, en realidad) por qué en 1993 atentó contra el World Trade Center de Nueva York, asesinando a seis personas. “¿Qué lograste?”.
Muchos de los entrevistados contaban por primera vez vivencias traumáticas. “Fue sorprendente, nadie quiso revisarlo, y tras contárnoslo dijeron sentirse mucho mejor”, explicó una de las productoras, Anastasia Mikova.
La película deja un regusto amargo de la condición masculina en muchos lugares del mundo, y tiene un reiterado mensaje en favor de la educación. “Muchos nos dijeron que con más educación habrían sido mejores personas”, explicó el cineasta.
De vez en cuando, la película intercala imágenes aéreas de lugares que Arthus-Bertrand convierte en bellos en cualquier caso: vertederos, favelas, campamentos, hordas de hinchas, desfiles militares, miles de personas en una piscina en Corea, una boda múltiple en China. También impresionantes paisajes de Mongolia, Camboya, oceános, cascadas… y Barcelona. Es impresionante, en la primera fase de la película, la secuencia de construcción de un quatre de nou. Un icono de construcción en común.