Gus Van Sant

By agosto 25, 2019Sin categoría

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Los valientes duermen solos nº 959
Last Days (2006), de Gus Van Sant

«Entre 2002 y 2006 el cineasta estadounidense Gus Van Sant rueda tres films que determinados sectores de la crítica reúnen en una supuesta triología. Es verdad que Guerry (2002), Eelphant (2003) y Last Days (2006) pueden agruparse sin mayores problemas si ponemos el acento en que las tres obras describen la presencia de la muerte en una sociedad de la que cualquier valor parece haberse evaporado.» Los valientes duermen solos. Martes 20 de agosto de 2019.

Fue uno de los cineastas que retrataron la juventud maldita de los noventa y una de las primeras grandes figuras del cine independiente. Gus Van Sant es un señor de mirada amable que aparenta algo menos de su edad, 65 años, y abre la puerta de su casa en las colinas del este de ­Hollywood. Hacia la derecha se ve el Observatorio ­Griffith, adonde suele subir de paseo. A la izquierda, el cartel de Hollywood. Compró esta casa hace 10 años y se mudó a ella hace 5, cuando vendió la de Portland, la ciudad de la que salió el imaginario con el que conquistó a una generación a principios de los noventa.

Durante dos horas en el salón de su casa, repasa su trayectoria en el cine rodeado de cuadros pintados por él que se acumulan por las paredes del salón. Pinta cuatro horas al día. Sus últimos trabajos se centran en una imagen recurrente, la de un hombre joven desnudo en medio de la calle. Vemos a ese joven en una calle que podría ser Hollywood Boulevard. En otro, lo vemos con un autobús rojo de dos pisos. “Se parece a un Oscar”, bromea el director, que estuvo nominado a ese premio dos veces.

Las películas de Gus Van Sant pusieron rostro a aquella juventud. “Juventud en peligro”, precisa. Durante casi dos décadas capturó la confusión, la angustia y la ambición de los veintipocos a través de los gestos de River Phoenix, Matt Dillon, Keanu Reeves, Nicole Kidman, Matt Damon y Ben Affleck. Fue el más conocido de un puñado de directores que definieron lo que se llamó cine independiente. En estos días, una exposición en La Casa Encendida, en Madrid, muestra decenas de fotografías de Van Sant y de sus rodajes. Hay retratos de esos jóvenes que trasladan a esa atmósfera que nadie ha logrado imitar. El trabajo de Van Sant en fotografía juega también con la sexualidad, con jóvenes que miran a la cámara con la misma actitud desafiante y confundida de sus películas. La colección incluye bocetos, esquemas de los rodajes y pinturas.

Dice Van Sant que sus cintas no empiezan con un personaje, ni con una historia. Empiezan con un lugar. Ese sitio se va llenando después con lo demás. “Me he dado cuenta de que siempre he querido capturar un ambiente. Siempre es un lugar. Y allí hay personajes. Estoy en un aeropuerto tirado tres horas y empiezo a pensar que se puede hacer una película en la sala de embarque esperando un avión. Dondequiera que vaya, imagino cosas fascinantes. Estoy en un restaurante y veo un filme. Y luego ya empiezan a aparecer los personajes. Así es como me vienen las películas y así fue la inspiración para algunas de las primeras”. Al principio, ese lugar fue Portland. “He vivido en Nueva York y Los Ángeles, pero siempre he gravitado alrededor de Portland. Es mi casa”. De unas calles concretas de Portland surgieron Mala noche (1986) y Drugstore Cowboy (1989).

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