EL ORIGEN DE LAS VEINTIOCHO LUNAS

By febrero 17, 2023junio 21st, 2023Uncategorized

«Perdoneu, llegidors, si encara són notes pardes les d’aquest llibre.
El cor huà es com una casa a quatre vents: per tres hi doná ara l sol, ara l’ombra, però l quart està reservat a l’ombra exclusivament. Els que guaiten pels primers veuen quadros alegradors, sadolls de vida: no tenen taques fortes, perquè fins les notes fosques hi són assoleiades i calentes de les plenes resplendors. Més qui sen va a guaitar pel darrer costat, topa am visions ombrivoles, ombrivoles d’ombra freda, verge de passats arroenaments.»
VICTOR CATALÀ. Als llegidors.

 

                              La noté por primera vez la primavera del año pasado. Sería a inicios de abril de 1989. Tenía diez años. Era esa época en el que la heroína había llegado al barrio desde los años setenta (del opio se obtiene la morfina, y luego la heroína) y se podía conseguir en diversos bares de la calle o en el taller de bicicletas de la calle Robadors número nueve: era el vaivén entre las gentes de desgraciadas, que sólo se encuentran en esos barrios.

El capitalismo nos envenena. En parte por esas mismas razones mi abuela María y mi abuelo Paco se posicionaron a favor de la verdad que se le debía a Bakunin contra las calumnias procedentes del consumo de alcohol, el burdel y la iglesia. Ahora tomo más en serio, muy en serio, la extrema necesidad que hacía Bakunin de que el consumo de alcohol promovidos por el capitalismo y el estado para reducir, intelectual y moralmente «al mínimo de una existencia humana, encerrado en su vida como un prisionero en su prisión, sin horizontes, sin salida, sin porvenir mismo».

Semejante frase, semejante desaprobación, pronunciada, escrita y fragmentada entre febrero y marzo de 1871 por quien más activamente había trabajado en el acercamiento al anarquismo, era recogida, traducida al francés y prologada por Carlo Cafiero y Élisée Reclus en Ginebra en 1882. Ni siquiera es seguro que Bakunin le pareciera preferible, ni creyera necesario remitirse a su acción o pensamiento: el lugar que legítimamente le corresponde y también le debe este relato; como la segunda parte de un trabajo más amplio llamado El imperio Knouto-Germánico y la Revolución Social. Conviene leer la nota preliminar, que el mismo Bakunin escribió poco antes de su muerte.

Bien mirado, «Dieu et l’état«, se remontaba a los orígenes del pensamiento revolucionario de uno de lo más grandes utopistas de todos los tiempos; Charles Fourier. Y, sin embargo, Fourier no se consideró a sí mismo como utopista. Una característica destacable de las mismas es la voluntad de acción, lo que hará que den paso a movimientos sociales que busquen hacer realidad sus ideas. Estas sociedades alternativas futuras pasan a armonizarse con una naturaleza humana caracterizada por tendencias benevolentes y fraternales, suspicaz con la propiedad privada y la acumulación de riqueza mediante métodos tildados de usurarios. La característica dominante es siempre la tranquilidad del estado social alcanzado, condición definitiva de buena sociedad: ecuanimidad, calma e invariabilidad. No hay aquí impulsos imperiosos. Se trata de crear espacios que eliminan por completo la agresividad y el conflicto bélico. Hábitos y costumbres pasan a armonizarse con una naturaleza comunalista. Dice algo importante de las mismas que se decanten por la eucronía (el mejor tiempo posible, siempre el futuro) más que por la eutopía (el mejor lugar posible para la vida). El futurismo es una característica muy relevante, pues creará un imaginario en el que la felicidad, la solidaridad, el naturismo, la vida respetuosa con la naturaleza y el propio, la actividad deportiva en la montaña, y la alimentación vegetariana y la medicina natural, podrán ser imaginadas como realidades alcanzables. El futuro es, ahora, el tiempo de la utopía. Las utopías dinámicas son universales en materia de espacio, las nuevas utopías abandonan el limitado no-lugar (ou-topos) ideal, para pasar con la totalidad del mundo.

La edición española de Bakunin tuvo sus más tempranas publicaciones, y será la editorial Sempere, creada por Francesc Sempere i Masià en Valencia, encargada de editar y distribuir Dios y el Estado junto a libros e impresos anarquistas. Biblioteca de Acracia, que funciona en Tarragona y
Reus entre 1918 y 1923, se convierte en Vértice al asentarse en Barcelona, y publicar en 1925, Dios y el Estado, de Bakunin. Sus editores tenían imprenta propia, y eran Hermoso Plaja Saló (encarcelado por pertenecer al Comité Nacional de CNT) y Carmen Paredes Sans, y tenían amistad con mi abuela María y mi abuelo Paco: estuvieron en su casa de la calle Viladomat, 130. habían cortado unas ramas del libro y las habían dispuesto en forma de arbolito sobre el pedestal de una lamparita de mesa de dormitorio.

Tengo un montón de cosas pendientes; todo lo esencial gira en torno a lo que nos está asfixiando. Los valientes duermen solos. Caminamos indecisos y cansadísimos por las calles de Barcelona y fuimos a dar con la ciudad de las desapariciones. No tenemos ciudad, ni calles, ni casas, sino un caos de cobertizos inmundos y podridos, siempre desplomándose o incendiándose, con callejones retorcidos y tortuosos, y dos riachuelos de cieno pestilente (Besós y Llobregat) atravesándolos. Barcelona se ha convertido en un monstruo feo (contaminación, violencia inmobiliaria, turismo y especulación, narcopisos, asesinatos, gentrificación, desahucios…) poco conveniente y nada manejable que se destruye a sí mismo. Quienes conserven una migaja de memoria cultural evocarán a los excesos manipuladores e infladores de presupuestos de políticos, constructores, arquitectos y diseñadores; sujetos con más derechos y privilegios, preocupados por ser los que más sufren por esta conciencia de sus propias limitaciones; llenando debates dominantes sobre el cambio climático, el antropoceno y la extinción de las especies. De hecho, los guardianes ancestrales de la tierra y los pueblos originarios han vivido ya la destrucción de sus tierras y culturas a raíz de la violencia de la colonización. Las personas indígenas pueden enseñarnos muchas cosas sobre apocalipsis, mundos perdidos, catástrofes demográficas, y finales de la Historia… para los pueblos nativos, el fin del mundo ya llegó: fue hace quinientos años y empezó, por ser más exactos, el 12 de octubre de 1492.

 

El punto de encuentro entre el el pensamiento indígena, el anarquismo y el ecofeminismo, es que los tres rechazan erigir a la humanidad como categoría excepcional separada del medio donde vive y contribuye a configurarla. En la definición que hacen Deleuze y Guattari de la economía de mercado contemporánea como “capitalismo mundial integrado”, enlazan la lista demoledora de los daños ambientales que le acompañan.

Los viejos mapas muestran una extensión de tejados dominada por la Revolución Social de la divina acracia, la Rosa de Foc, asentadas sobre el fango y el polvo de La Internacional. En este aire se activaron ciertas ansias que todavía trazan un arco en la que se constituyó en 1907 la Solidaridad Obrera, y tres años más tarde la CNT, el sindicato de carácter anarquista más importante del mundo en cuanto a la afiliación y la trascendencia histórica. Le Bleu du ciel (El cielo al revés), escrito por Bataille a principios de 1935, esto es sin duda real. Aparece un segundo personaje, una segunda mujer joven, una especie de doble negativo, fea, negra, sucia («virgen sucia», «rata inmunda»), fascinante: Lazare. Lazare sueña con la revolución tan fervientemente como los cristianos con la resurrección. Es a ella a quien Troppman elegirá para decírselo todo. Lazare está presente a lo largo de todo el relato como aquello que lo promete a su fin: el fantasma de una suerte más amplia. Troppman abandonará París para ir a Barcelona, precisamente los mismos días en que tuvo lugar la insurrección separatista catalana, el 5, el 6 y el 7 de octubre de 1934. En Barcelona, consagra su tiempo y su deseo a La Criolla, turbio local de travestismos, a los bares dela Rambla. En Barcelona, Troppmann se encuentra con Lazare, que está en esta ciudad, pero está, por supuesto, para participar en la insurrección. Troppman es Bataille. Le Bleu du ciel no sería nada más que el diario de su año 1934. Es cierto que conoce Barcelona porque ha ido a visitar a André Masson, en Tossa de Mar donde ha acabado de escribir Le Bleu du ciel, el miércoles 29 de mayo de 1935. Se ignora si estuvo allí en 1934. Es falso que estuviera en Barcelona los días 5, 6 y 7 de octubre de 1934, días de la insurrección catalana; estaba en París (y en el supuesto de que él no estuviera, su mujer, Sylvia, sí que estaba). Estas dos certezas no dejan de sorprender. Sucede lo mismo con los personajes. Así, Lazaré sería Simone Weil. Literalmente, no hay muchas dudas al respecto. Michel Leiris y Jean Piel no han disimulado esta constatación. Ni siquiera Simone Pétrement, biógrafa de Simone Weil, se alza contra esta desagradable hipótesis. No cabe duda que en 1934 Bataille vio frecuentemente a Simone Weil. Bataile insiste burdamente sobre el hecho de que fuera sucia, nadie lo ignoraba: lo era hasta tal punto que fue despedida por los campesinos que la empleaban, habiéndole reprochado que no se cambiara jamás de ropa y que no se lavara las manos para ordeñar las vacas. Tampoco cabe duda que su militancia obrera pudiera provocar risa; su valiente compromiso con los Republicanos españoles el 8 de agosto de 1936, no le proporcionó más que una quemadura en el pie con un barreño de aceite de cocina. Su miopía convenció a sus camaradas para relegarla a un rol ideológico. Pero hay algo que es aún más exacto: es verdad que durante el verano de 1933 (de acuerdo con lo que señala Le Bleu du ciel) Simone Weil estaba en Barcelona, con Aimé Patri. Es verdad, por insólito que pueda parecer, que frecuentó La Criolla. Es verdad, por último (lo explica Patri, tal y como lo hace Michel en Le Bleu du ciel), que le pidió que le clavara alfileres bajo las uñas, a modo de entrenamiento para las torturas.

Estas palabras, «clavara alfileres bajo las uñas» perfilan un testimonio preciso del que disponemos sobre el alcance y límite de tortura: la trabajadora textil y anarcosindicalista Teresa Claramunt, más conocida como la Virgen Roja de Barcelona y la Louise Michel Espagnole. Soledad Gustavo (Teresa Mañé) relató las torturas: “lo que Teresa sufrió en aquel, un cautiverio imposible (…) estaban sometidos a torturas y con la horrible pesadilla”.

Denuncia la forma en que era todavía vista la mujer en la sociedad republicana como “subalterna del hombre, carne para su placer, descanso para su trabajo y obediencia para su tiranía”. LEn su intrépido itinerario militante hay otra fecha clave: la Semana Trá­gica de 1909. Fue detenida de nuevo por su participación en las lucha y enviada Zaragoza. dos años más tarde, una huelga general le abre de nuevo las puertas de la prisión, esta vez con una condena de tres años. La acusación es la clásica: agitadora anarquista. Será con ocasión de este largo encarcelamiento cuando hará su primera apa­rición una enfermedad que le llevará más tarde a la tumba: la pará­lisis. Prosigue con cada vez más dificultades su actividad militante, pero su nombre es indispensable para conocer el desarrollo del movimiento anarcosindicalista aragonés. Se encuentra postrada en la cama cuando la irrumpe en su casa con un nuevo motivo: la ejecución del cardenal ­Soldevila, conocido por aconsejar la utilización de los métodos fascistas en ciernescontra los trabajadores. En esta ocasión no están desencaminados, al parecer, fue Teresa Claramunt la que sugirió el nombre del cardenal a Durruti y Ascaso cuando fueron a verla como una al­ternativa a un atentado contra miembros anónimos de los cuerpos repre­sivos.

Ya lo ves, mujer proletaria, nuestros hijos no inspiran a nadie ningún sentimiento noble. Nosotras, las mujeres obreras, no per­tenecemos al sexo débil, ya que esos sietemesinos consideran muy natural que recaiga sobre nosotras el trabajo pesado de las fábricas. No pertenecemos tampoco al sexo bello, porque nuestros cuerpos destrozados no les despiertan el sentimiento de justicia.

Para ser mujer, según esas gentes, se ha de gastar aromas, se ha de cubrir el cuerpo de sedas y encajes. En nuestro hijo no ven el tierno infante que con sus lloros conmueve a las piedras, que su sonrisa es el sol que penetra en el corazón y su alegre mira­da suaviza las borrascas de la vida. Nada de eso ven. Ya lo sa­béis, obreras, en la sociedad actual existen dos castas, dos razas: la de nosotras y nuestros compañeros y las de esos zánganos con toda su corte. No tendremos pan, ni dicha, ni vida, ni segu­ridad para nuestros seres queridos y para nosotras, hasta que desaparezca del todo esa maldita raza de parásitos. !A trabajar, pues, proletarias; nuestra dignidad y nuestro amor lo exige!”.

 

Muere el 11 de abril de 1931. Es  decir, no vio el triunfo de la II República por tres días. Su funeral se celebra el 14 de abril, el día del advenimiento republicano. Federica Montseny relata el entierro “El 14 de abril y por todos los centros republicanos por donde pasábamos, por todas partes, la bandera se inclinaba al paso del entierro, al que acudieron más de 50.000 personas en Barcelona. Su figura, ahora olvidada, ejerció una enorme influencia sobre todo entre la juventud….¡Me acuerdo tanto de ella!  Cada sábado íbamos a verla un grupo de muchachas y a su lado nos formábamos, no ideológicamente, ni culturalmente, sino sentimentalmente por la atracción que esta figura que comparábamos a Sofía Brakuskai y a las grandes nihilistas rusas”.

“Teresa pasó la mitad de su vida en la cárcel y la otra mitad por caminos y carreteras sembrando a manos llenas la idea entre los humildes, los iletrados, los más pobres y desvalidos.»

 

En momentos en que las preocupaciones ciudadanas han asaltado las elecciones municipales de Barcelona 2023, recrece la pintura de Mati Klarwein sobre sus propios niveles. Nuestra memoria atravesó la metralla de los recuerdos como vecinos de la calle Aurora: en el portal número 12 vivía la familia Klarwein y nosotros vivíamos en el 19; edificio dónde vivió la trabajadora textil y anarcosindicalista Teresa Claramunt, más conocida como la Virgen Roja de Barcelona.

Un esquema simple que proviene de la semana pasada: apeado, comiendo helado acompañado de mis dos amores (Alex y Cris) me reencontré con mi estimado Salvador Klarwein. Un investigador, actor e hijo del pintor Mati Klarwein. Una de nuestras constantes temáticas de conversación es el juego subterráneo que
se establece en el Raval entre apariencia y realidad. Las Olimpiadas de Barcelona han sido el principio de
la diáspora. Salvador Klarwein resiste y nosotros nos largamos. Charlando junto a él, consideré que
debíamos apostar siempre por “los locos” – como nuestros padres artistas- como los cuerdos, y a los
cuerdos como locos. Estos últimos con el agravante que son los únicos que pueden curar a los cuerdos.
Obligados a señalar así, la rigurosa conformación de una escenografía filosófica personal que acude allí
donde la razón, el sentimiento y la palabra debaten la naturaleza de su vigencia.

 

 

Lo recuerdo bien. Era viernes por la noche. Y había bajado a la calle con mi padre. Por alguna razón la librería Príncipe, en la calle Príncep de Viana número uno del barrio Chino de Barcelona, estaba cerrada, así que decidimos cortar por la calle de atrás. Era una noche clara, pero la calle aún estaba casi toda en tinieblas, y me encontré caminando, muy cerca de los agujeros de la pared, una delgada franja de pintura que recorría la calle a lo largo.

 

«Irània eés un animal femella d’una gran delicadesa, i molt tímid. Habita a les obagues i a les cofurnes més pregones i ombrives de les forests; però aspira a la llum i somia de convertir-se en un ésser volador, talment una papallona lleugera i errívola.»

 

 

 

Desde ahí la vi por primera vez. Tenía el aspecto de Irània*, aquel animal «femella» ilustrado por Sofia Perucho que aspira a luz y sueña de convertirse en un ser volador; una mariposa ligera y errívola: «unas alas incipientes -translúcidas, caprichosas y movedizas-, indispensables para balancearse con coquetería por la cima de las pinedas o chopos, constantemente soñados-

 

Podía abducirte como un alien que te rompe el pecho, intoxicarte con sus modales, convertirte en un zombi par

 

 

caballero español, y lo es. Tiene una edad insolente aún para quienes cuentan menos que él. Este hombre, ni viejo ni joven se llama

 

 

Su cresta sobresalía hacia los techos. Sorprendido de no haberla notado antes, me pregunté que era y luego la olvidé durante varias semanas. Volví a ver la Luna pintada a través del hueco. Parecía muy cerca. Hasta donde recordaba, el camino donde primero la vi estaba a unos 200 metros. No tuve tiempo de calcular la geografía, pero esa noche le mencioné el graffiti de la Luna a mi padre. Le pregunté para qué servía. Dijo que nunca la había visto. Unas semanas después visitamos al hermano de un amigo de mi padre que seguía en la cárcel. Así que fuimos en autobús. La visita resultó ser deprimente porque le acaban de negar la libertad condicional. Al esperar el autobús de regreso noté un graffiti de otra Luna, pero me sorprendió que el diseño fuera igual a la que estaba por casa. Me sorprendí aún más cuando el autobús paró frente a una fábrica y noté otro graffiti de la Luna idéntica dentro de la propiedad. Decidí echar otro vistazo a la de mi casa cuando volviera, pero cuando llegué ya estaba oscuro. No había Luna y no pude verla ni por encima de los tejados ni pintada en la pared. Esa noche soñé que estaba preso en la cárcel. Mi cuerpo estaba paralizado y solo mis ojos podían moverse. Al principio pensé que estaba en total oscuridad, pero después de un tiempo, noté una mancha grisácea, que permanecía en el mismo lugar cuando movía mis ojos. Me di cuenta de que estaba en una pared plana y negra. Tuve la sensación de que la habitación estaba muy iluminada, pero no estaba seguro. La tetera de mi padre me despertó a las siete y media. Había llovido esa noche pero al abrir la cortina descubrí que el cielo de la mañana estaba despejado. Temblando, rápidamente me vestí. Seguía pensando en el graffiti de la Luna. Así que tras desayunar salí a mirarla más de cerca y averiguar exactamente para qué se usaba. Cuando llegué al lugar donde primero la vi no estaba a la vista. Regresé por la misma calle. Incluso me paré en las paredes, pero no vi nada. Recorrí las calles cercanas por si me había equivocado de ruta pero no había rastro de las Lunas pintadas. Volvimos al autobús y tampoco pude verlas desde ahí. Así que fui a acompañar a mi padre al puesto de periódicos donde vendían el Ajoblanco cruzando la calle y le pregunté al hombre de ahí lo que le había pasado a las pintadas de las Lunas. No sabía nada. Esa noche dejé el Ajoblanco frente a mí y me quedé dormido. A medianoche me despertó el olor a spray y abrí los ojos para ver la nube de CFC que subía, y recordé mi conversación previa. Abrí la ventana y cuando señalé donde estaba, la Luna me miró fijamente. Me apoyé en la pared, tratando de controlar mi respiración. Había comiendo pipas una chica de trece años con palomas en la cabeza. Intenté preguntarle por las Lunas pintadas pero huyó antes de que terminara. Paré a la chica pero me ignoró por completo. Bajé con mi padre y empecé a caminar. Se me desató una de las agujetas, y mi zapato rozaba mi talón incómodamente al caminar. En la confluencia de la calle del Carmen y calle Hospital se encuentra la plaza del Pedró; y en ella el monumento más antiguo de Barcelona: la fuente de santa Eulalia (1673). El nombre de la plaza proviene del padrón según la leyenda, fue martirizada y crucificada Eulàlia en este lugar. Me agaché frente a la fuente y miré hacia arriba desde la cera. Vi el graffiti de la Luna en rostro de Eulàlia mientras me percataba que era ella la chica de trece años. Entré en pánico y corrí, pero al llegar al final de la calle el graffiti de la Luna estaba ahí esperándome. Doblé la esquina y la vi de nuevo. Seguí corriendo, dando distintas vueltas pero cada vez que alzaba la mirada veía la Luna. Para donde corriera siempre tenía a Eulàlia enfrente de mí. Llegué a casa y me caí a la cama, pero al cerrar los ojos las Lunas de Eulàlia aún me miraban. Las Lunas pintadas se hicieron más y más oscuras y la masa de la Luna de Eulàlia parecía presionarme la frente y apretar mi cabeza contra la almohada. Intenté mantener los ojos abiertos y miré la ventana dormido. Finalmente, la Luna de Eulàlia se desvaneció y caí en un sueño profundo y sin sueños. Me desperté extrañamente tranquilo. Mientras desayunaba hice un balance de mi situación. Aparentemente iba a tener que quedarme en casa, pues no me cabía duda de que si salí volvería a encontrarme con las Lunas de Eulàlia. Me resigné a mi destino. Primero pasaron rápido los días al pasar todo mi tiempo escribiendo este guion. Escribir nunca me había resultado fácil. De alguna manera, aprecié mi encarcelamiento ya que me obligó a seguir trabajando. Perdí la noción del tiempo y pasé Veintiocho Lunas viendo por mi ventana. siempre hacia abajo, por si la familiar figura se aparecía sobre mi. Empecé a usar una gorra con una gran visera para que no hubiera peligro de ver la Luna con mi visión periférica. Al pasar las semanas aumento mi obsesión. Tardé unos meses en recuperarme pero los médicos fueron comprensivos y por primera vez pude hablar sobre la Luna pintada en detalle sin sentir que mi público quería cambiar de tema. Cuando me dieron el alta tenía claro que la Luna pintada sólo había existido en mi mente.  No sentí miedo cuando volví a ver las Lunas pintadas. En cambio, solo pude reír porque parecía tan absurda, mirándome a través de los árboles. Sentí que volvía mi antigua curiosidad. Me pregunté cómo me había encontrado. Lo que no se notaba la distancia. Abrí la puerta y entré en la oscuridad. A la autora del graffiti de la Luna la noté por primera vez unas semanas después de saber de su muerte el 12 de febrero de 303. Recuerdo bien el día que descubro una parada de bus, la del 303, justo en la altura de la fuente de santa Eulàlia. La conductora para. Abre la puerta y espera a que suba. Cierra la puerta. Minuto a minuto dejamos atrás los grandes cruces. Fue la primera vez que fui a visitar su tumba. Era una mañana clara, así que antes había lavado algo de ropa antes de tomar el autobús al cementerio. Cuando llegué, me tardé en hallar el lugar donde estaba enterrada. El cementerio era enorme. Cerré los ojos y sentí la Luna de Eulàlia en mi cara. La tumba tenía tan solo un graffiti. Me senté al lado y busqué con los ojos su lectura. Comienzo a leer arriba del todo: era falsa la leyenda cristiana y ortodoxa de la que se tiene constancia a partir del siglo VII.

Me sorprendió no haberlo sabido antes, me pregunté quien era y la olvidé por unos años. Acostumbrados cómo estamos a esta tradición hecha de reproches y lamentos por los propios errores cometidos, y acostumbrados a la ironía, recordaba en una mesa de la calle robadors, junto a Janet y Anita de @putaslibertariasdelraval mi primera experiencia sexual. Raval de 1993. Robadors es un pasillo con un ramo de flores enorme en las manos. Cumplidos mis 14 años mi abuelo me lleva con su amiga Teresa de cincuentaylargos. Huele a árboles y a agua y aún recuerdo que a mí me encantan los lirios. Teresa está junto a su puerta: Robadors 51. Trabajadora sexual, la puta de Salamanca con el abrigo blanco recién lavado me da la mano que aún la noto fresca. Soy un conejillo de indias. Me besa en el cuello y me recorre la cara con sus manos. Con sus botas altísimas subimos a su casa que se encuentra entre el piso de abajo, donde vive la marica de la peluquería Estrellita, y el de arriba de la costurera. Teresa trabaja dignamente sin necesidad de un chulo de bocadillo de mortadela. Sus compañeras dicen que hace las mejores pajas: 500 pesetas por un par de minutos. Rápida, discreta y el basta. Me rodea con sus brazos y su techo se transforma en un cielo sobre mi cabeza. El pelo siempre le huele a lluvia y hierba. Recuerdo que ella me masturbaba tan fuerte que creía que me iba a romper en pedazos. Ayer me enteré que Teresa ha muerto sola. Más allá de romantizar la prostitución lanzo aquello de Janet «deberíamos asumir que nosotras decidimos». Pensar en esta falsedad me hizo reflexionar en el siglo que hemos dejado y que tan bien me habían contado mis queridas Anita y Janet de Putas Libertarias del Raval. Hoy día muchos de estos mitos y leyendas han caído y a la vuelta del siglo XXI hemos tomado distancia.

 

Y me puse tieso y pataleé en lugar de limitarme a aullar mi desamparo o mi rabia. Una voz ha debido entenderlo.  ¿Qué otro recurso me quedaba sino el de encontrarla? Claramente sentí y comprendí que podía recurrir a ella cayendo en el sueño: ¿habrá alguien? ¿Me escuchará? ¿Cuándo, pero, cándo me libraré? ¿A quién deberé convencer? Es posible que ella, Eulalia, consiguiese con su encanto hacerme sentir que también tenía, tendría una Luna. Ella supo inventar. Mi padre fue muy comprensivo y me dejó tranquilo. La cuestión se limitó pues visitar a su amigo Jacques Nassif, de formación filosófica, alumno de Derrida, Althusser y Lacan, que ejerció como psicoanalista en París en los años setenta y que había abierto consulta en Barcelona en 1995. «Hasta ahora, en los capítulos previos, hemos examinado el caso de un experimentador que sufría, sea por no poder encontrar, como el monstruo de Frankenstein, una criatura a la cual amar, sea como Lord Ewald, a la que él había conocido pero que no reconocía. Quizás tengamos ahora que vérnosla con Nathanael que no se hubiese vuelto loco por el descubrimiento de que Olimpia no es sino la réplica mecánica de una mujer que no existe, sino que, por otro avatar de la locura, se ha enamorado de todos modos de una mujer que ya no existe pero en el mundo de la cual él querría, de todos modos, penetrar. (…) a partir de que uno sabe que es a lo imposible a lo que uno desafía, y también la de permitirte tomar consciencia del presagio que podría tener el suceso de estas dos caídas (la que yo provoqué y la de Eulalia). El momento de experimentar una vivencia semejante es sin duda tan efímero como el impacto que produce en mi leer estas líneas y preguntarme si El libro de las muñecas parlantes»

 

Mi padre acudía a la clandestinidad de esos antros siniestros como El Kentucky, los desaparecidos Bar Aurora Bar Estrellita, y los Putivermuts de la calle Robadors, organizados por sus amigas Llum Ventura y Elsa Plaza. Ésta última se encargaba de la gráfica de la librería y editorial feminista LaSal Edicions de les Dones, en el número 8 de la calle Riereta, donde acudía la segunda generación de Mujeres Libres. Elsa Plaza se ha convertido en una de nuestras más importantes psicogeógrafas contemporáneas. Quisiera cerrar esta reflexión haciendo hincapié en su libro Desmontando el caso de Enriqueta Martí (La Vampira del Raval) en que contrapone a la protagonista de una de las leyendas urbanas barcelonesas más difundidas. Tuvo que ser el hijo de una prostituta que lo abandonó (Jean Genet) quien escribiera que el Barrio Chino era un «desorden sucio, en el centro de un barrio que apestaba a aceite, orín y mierda.» Los perfiles siguen desdoblándose hacia la derecha. Ni santa Eulàlia, ni Olalla, ni Eulària, ni Laia. La palabra «Eulàlia» viene del griego «Eulalia«: La que habla bien. «eu» (bien) y «lalein» (hablar).

Octavi Follat. Eulalia la ven parlada. Palisintest. Fem cami atletas. Portaben dos caballs, cada caball feia un amb la força del caball de la dita,

Entre las calles del Carmen y de l’Hospital se haya la calle Egipcíaques. Esta calle fue anteriormente la calle Galera; conocida por ubicarse en ella un penal de mujeres que llevaba el mismo nombre, hasta su derrumbe, en 1579, donde se erigió un convento. La misma iglesia obligaba a las trabajadoras sexuales a enclaustrarlas durante la semana santa.

 

Eulàlia se escapó

 

«De tal aire i tot xano-xano, arribaren a l’hostal den Midó (…)
-Salut, Xica! – rondinà malhumorat.
-Hola, Ros! Bon vent que t duu, home!
Pensavem que t’havies mort a la francesa, sense despedir-te… _I la Xica, dreta darrera l taulell, enfonsà un gotet de vidre dins la bujola de zinc, xepollejant am gran manasseig en l’aigua terbola, que sentía a vi ranci i aiguardent d’un troç lluny. (…)
Ja n’hi ha prou mentres hi posis una abraçada per postres.
-D’aquestes postres no més ne donen a vila: aquí som pobrets, manyac! -contestà alegrament la pubilla;»

VICTOR CATALÀ. La fi dels tres.

Cuando los abrí de nuevo estaba mirando su Luna. Me sorprendió no haberla notado antes, me pregunté que era y la olvidé por unas semanas.

 

 

 

 

 

EL ORIGEN DE LAS VEINTIOCHO LUNAS

 

VEINTIOCHO LUNAS

 

  1. Enriqueta Martí
  2. Sofía Perucho
  3. Llum y Plaza
  4. Dolors Marín
  5. Lili
  6. Mujeres Libres
  7. Victor Català
  8. Bruixa Toulousse (La bruixa de dol, Maria Mercé Marcal))
  9. Isabel Barba Formosa
  10. Amor Estadella
  11. Laure Klarwein
  12. Amalia Domingo
  13. Teresa Claramunt
  14. Aurea Cuadrado
  15. Ana María Moix
  16. Herbaria
  17. Amalia Gitana
  18. Flor de otoño
  19. Salomé (Nazario, Papaseit)
  20. Aurora
  21. Eulalia
  22. Aurea Quadrado
  23. Pepe Otal
  24. Solidaridad
  25. La Llibretaria
  26. Tramuntana
  27. Josefina Maynadé

 

«Perdoneu, llegidors, si encara són notes pardes les d’aquest llibre.
El cor huà es com una casa a quatre vents: per tres hi doná ara l sol, ara l’ombra, però l quart està reservat a l’ombra exclusivament. Els que guaiten pels primers veuen quadros alegradors, sadolls de vida: no tenen taques fortes, perquè fins les notes fosques hi són assoleiades i calentes de les plenes resplendors. Més qui sen va a guaitar pel darrer costat, topa am visions ombrivoles, ombrivoles d’ombra freda, verge de passats arroenaments.»
VICTOR CATALÀ. Als llegidors.

 

                              La noté por primera vez la primavera del año pasado. Sería a inicios de abril de 1989. Tenía diez años. Era esa época en el que la heroína había llegado al barrio desde los años setenta y se podía conseguir en diversos bares de la calle o en el taller de bicicletas de la calle Robadors número nueve: era el vaivén entre las gentes de desgraciadas, que sólo se encuentran en esos barrios. Lo recuerdo bien. Era viernes por la noche. Y había bajado a la calle con mi padre. Por alguna razón la librería Príncipe, en la calle Príncep de Viana número uno del barrio Chino de Barcelona, estaba cerrada, así que decidimos cortar por la calle de atrás. Era una noche clara, pero la calle aún estaba casi toda en tinieblas, y me encontré caminando, muy cerca de los agujeros de la pared, una delgada franja de pintura que recorría la calle a lo largo.

 

«Irània eés un animal femella d’una gran delicadesa, i molt tímid. Habita a les obagues i a les cofurnes més pregones i ombrives de les forests; però aspira a la llum i somia de convertir-se en un ésser volador, talment una papallona lleugera i errívola.»

 

 

 

Desde ahí la vi por primera vez. Tenía el aspecto de Irània*, aquel animal «femella» ilustrado por Sofia Perucho que aspira a luz y sueña de convertirse en un ser volador; una mariposa ligera y errívola: «unas alas incipientes -translúcidas, caprichosas y movedizas-, indispensables para balancearse con coquetería por la cima de las pinedas o chopos, constantemente soñados-

 

Podía abducirte como un alien que te rompe el pecho, intoxicarte con sus modales, convertirte en un zombi par

 

 

caballero español, y lo es. Tiene una edad insolente aún para quienes cuentan menos que él. Este hombre, ni viejo ni joven se llama

 

 

Su cresta sobresalía hacia los techos. Sorprendido de no haberla notado antes, me pregunté que era y luego la olvidé durante varias semanas. Volví a ver la Luna pintada a través del hueco. Parecía muy cerca. Hasta donde recordaba, el camino donde primero la vi estaba a unos 200 metros. No tuve tiempo de calcular la geografía, pero esa noche le mencioné el graffiti de la Luna a mi padre. Le pregunté para qué servía. Dijo que nunca la había visto. Unas semanas después visitamos al hermano de un amigo de mi padre que seguía en la cárcel. Así que fuimos en autobús. La visita resultó ser deprimente porque le acaban de negar la libertad condicional. Al esperar el autobús de regreso noté un graffiti de otra Luna, pero me sorprendió que el diseño fuera igual a la que estaba por casa. Me sorprendí aún más cuando el autobús paró frente a una fábrica y noté otro graffiti de la Luna idéntica dentro de la propiedad. Decidí echar otro vistazo a la de mi casa cuando volviera, pero cuando llegué ya estaba oscuro. No había Luna y no pude verla ni por encima de los tejados ni pintada en la pared. Esa noche soñé que estaba preso en la cárcel. Mi cuerpo estaba paralizado y solo mis ojos podían moverse. Al principio pensé que estaba en total oscuridad, pero después de un tiempo, noté una mancha grisácea, que permanecía en el mismo lugar cuando movía mis ojos. Me di cuenta de que estaba en una pared plana y negra. Tuve la sensación de que la habitación estaba muy iluminada, pero no estaba seguro. La tetera de mi padre me despertó a las siete y media. Había llovido esa noche pero al abrir la cortina descubrí que el cielo de la mañana estaba despejado. Temblando, rápidamente me vestí. Seguía pensando en el graffiti de la Luna. Así que tras desayunar salí a mirarla más de cerca y averiguar exactamente para qué se usaba. Cuando llegué al lugar donde primero la vi no estaba a la vista. Regresé por la misma calle. Incluso me paré en las paredes, pero no vi nada. Recorrí las calles cercanas por si me había equivocado de ruta pero no había rastro de las Lunas pintadas. Volvimos al autobús y tampoco pude verlas desde ahí. Así que fui a acompañar a mi padre al puesto de periódicos donde vendían el Ajoblanco cruzando la calle y le pregunté al hombre de ahí lo que le había pasado a las pintadas de las Lunas. No sabía nada. Esa noche dejé el Ajoblanco frente a mí y me quedé dormido. A medianoche me despertó el olor a spray y abrí los ojos para ver la nube de CFC que subía, y recordé mi conversación previa. Abrí la ventana y cuando señalé donde estaba, la Luna me miró fijamente. Me apoyé en la pared, tratando de controlar mi respiración. Había comiendo pipas una chica de trece años con palomas en la cabeza. Intenté preguntarle por las Lunas pintadas pero huyó antes de que terminara. Paré a la chica pero me ignoró por completo. Bajé con mi padre y empecé a caminar. Se me desató una de las agujetas, y mi zapato rozaba mi talón incómodamente al caminar. En la confluencia de la calle del Carmen y calle Hospital se encuentra la plaza del Pedró; y en ella el monumento más antiguo de Barcelona: la fuente de santa Eulalia (1673). El nombre de la plaza proviene del padrón según la leyenda, fue martirizada y crucificada Eulàlia en este lugar. Me agaché frente a la fuente y miré hacia arriba desde la cera. Vi el graffiti de la Luna en rostro de Eulàlia mientras me percataba que era ella la chica de trece años. Entré en pánico y corrí, pero al llegar al final de la calle el graffiti de la Luna estaba ahí esperándome. Doblé la esquina y la vi de nuevo. Seguí corriendo, dando distintas vueltas pero cada vez que alzaba la mirada veía la Luna. Para donde corriera siempre tenía a Eulàlia enfrente de mí. Llegué a casa y me caí a la cama, pero al cerrar los ojos las Lunas de Eulàlia aún me miraban. Las Lunas pintadas se hicieron más y más oscuras y la masa de la Luna de Eulàlia parecía presionarme la frente y apretar mi cabeza contra la almohada. Intenté mantener los ojos abiertos y miré la ventana dormido. Finalmente, la Luna de Eulàlia se desvaneció y caí en un sueño profundo y sin sueños. Me desperté extrañamente tranquilo. Mientras desayunaba hice un balance de mi situación. Aparentemente iba a tener que quedarme en casa, pues no me cabía duda de que si salí volvería a encontrarme con las Lunas de Eulàlia. Me resigné a mi destino. Primero pasaron rápido los días al pasar todo mi tiempo escribiendo este guion. Escribir nunca me había resultado fácil. De alguna manera, aprecié mi encarcelamiento ya que me obligó a seguir trabajando. Perdí la noción del tiempo y pasé Veintiocho Lunas viendo por mi ventana. siempre hacia abajo, por si la familiar figura se aparecía sobre mi. Empecé a usar una gorra con una gran visera para que no hubiera peligro de ver la Luna con mi visión periférica. Al pasar las semanas aumento mi obsesión. Tardé unos meses en recuperarme pero los médicos fueron comprensivos y por primera vez pude hablar sobre la Luna pintada en detalle sin sentir que mi público quería cambiar de tema. Cuando me dieron el alta tenía claro que la Luna pintada sólo había existido en mi mente.  No sentí miedo cuando volví a ver las Lunas pintadas. En cambio, solo pude reír porque parecía tan absurda, mirándome a través de los árboles. Sentí que volvía mi antigua curiosidad. Me pregunté cómo me había encontrado. Lo que no se notaba la distancia. Abrí la puerta y entré en la oscuridad. A la autora del graffiti de la Luna la noté por primera vez unas semanas después de saber de su muerte el 12 de febrero de 303. Recuerdo bien el día que descubro una parada de bus, la del 303, justo en la altura de la fuente de santa Eulàlia. La conductora para. Abre la puerta y espera a que suba. Cierra la puerta. Minuto a minuto dejamos atrás los grandes cruces. Fue la primera vez que fui a visitar su tumba. Era una mañana clara, así que antes había lavado algo de ropa antes de tomar el autobús al cementerio. Cuando llegué, me tardé en hallar el lugar donde estaba enterrada. El cementerio era enorme. Cerré los ojos y sentí la Luna de Eulàlia en mi cara. La tumba tenía tan solo un graffiti. Me senté al lado y busqué con los ojos su lectura. Comienzo a leer arriba del todo: era falsa la leyenda cristiana y ortodoxa de la que se tiene constancia a partir del siglo VII.

Me sorprendió no haberlo sabido antes, me pregunté quien era y la olvidé por unos años. Acostumbrados cómo estamos a esta tradición hecha de reproches y lamentos por los propios errores cometidos, y acostumbrados a la ironía, recordaba en una mesa de la calle robadors, junto a Janet y Anita de @putaslibertariasdelraval mi primera experiencia sexual. Raval de 1993. Robadors es un pasillo con un ramo de flores enorme en las manos. Cumplidos mis 14 años mi abuelo me lleva con su amiga Teresa de cincuentaylargos. Huele a árboles y a agua y aún recuerdo que a mí me encantan los lirios. Teresa está junto a su puerta: Robadors 51. Trabajadora sexual, la puta de Salamanca con el abrigo blanco recién lavado me da la mano que aún la noto fresca. Soy un conejillo de indias. Me besa en el cuello y me recorre la cara con sus manos. Con sus botas altísimas subimos a su casa que se encuentra entre el piso de abajo, donde vive la marica de la peluquería Estrellita, y el de arriba de la costurera. Teresa trabaja dignamente sin necesidad de un chulo de bocadillo de mortadela. Sus compañeras dicen que hace las mejores pajas: 500 pesetas por un par de minutos. Rápida, discreta y el basta. Me rodea con sus brazos y su techo se transforma en un cielo sobre mi cabeza. El pelo siempre le huele a lluvia y hierba. Recuerdo que ella me masturbaba tan fuerte que creía que me iba a romper en pedazos. Ayer me enteré que Teresa ha muerto sola. Más allá de romantizar la prostitución lanzo aquello de Janet «deberíamos asumir que nosotras decidimos». Pensar en esta falsedad me hizo reflexionar en el siglo que hemos dejado y que tan bien me habían contado mis queridas Anita y Janet de Putas Libertarias del Raval. Hoy día muchos de estos mitos y leyendas han caído y a la vuelta del siglo XXI hemos tomado distancia.

 

Y me puse tieso y pataleé en lugar de limitarme a aullar mi desamparo o mi rabia. Una voz ha debido entenderlo.  ¿Qué otro recurso me quedaba sino el de encontrarla? Claramente sentí y comprendí que podía recurrir a ella cayendo en el sueño: ¿habrá alguien? ¿Me escuchará? ¿Cuándo, pero, cándo me libraré? ¿A quién deberé convencer? Es posible que ella, Eulalia, consiguiese con su encanto hacerme sentir que también tenía, tendría una Luna. Ella supo inventar. Mi padre fue muy comprensivo y me dejó tranquilo. La cuestión se limitó pues visitar a su amigo Jacques Nassif, de formación filosófica, alumno de Derrida, Althusser y Lacan, que ejerció como psicoanalista en París en los años setenta y que había abierto consulta en Barcelona en 1995. «Hasta ahora, en los capítulos previos, hemos examinado el caso de un experimentador que sufría, sea por no poder encontrar, como el monstruo de Frankenstein, una criatura a la cual amar, sea como Lord Ewald, a la que él había conocido pero que no reconocía. Quizás tengamos ahora que vérnosla con Nathanael que no se hubiese vuelto loco por el descubrimiento de que Olimpia no es sino la réplica mecánica de una mujer que no existe, sino que, por otro avatar de la locura, se ha enamorado de todos modos de una mujer que ya no existe pero en el mundo de la cual él querría, de todos modos, penetrar. (…) a partir de que uno sabe que es a lo imposible a lo que uno desafía, y también la de permitirte tomar consciencia del presagio que podría tener el suceso de estas dos caídas (la que yo provoqué y la de Eulalia). El momento de experimentar una vivencia semejante es sin duda tan efímero como el impacto que produce en mi leer estas líneas y preguntarme si El libro de las muñecas parlantes»

 

Mi padre acudía a la clandestinidad de esos antros siniestros como El Kentucky, los desaparecidos Bar Aurora Bar Estrellita, y los Putivermuts de la calle Robadors, organizados por sus amigas Llum Ventura y Elsa Plaza. Ésta última se encargaba de la gráfica de la librería y editorial feminista LaSal Edicions de les Dones, en el número 8 de la calle Riereta, donde acudía la segunda generación de Mujeres Libres. Elsa Plaza se ha convertido en una de nuestras más importantes psicogeógrafas contemporáneas. Quisiera cerrar esta reflexión haciendo hincapié en su libro Desmontando el caso de Enriqueta Martí (La Vampira del Raval) en que contrapone a la protagonista de una de las leyendas urbanas barcelonesas más difundidas. Tuvo que ser el hijo de una prostituta que lo abandonó (Jean Genet) quien escribiera que el Barrio Chino era un «desorden sucio, en el centro de un barrio que apestaba a aceite, orín y mierda.» Los perfiles siguen desdoblándose hacia la derecha. Ni santa Eulàlia, ni Olalla, ni Eulària, ni Laia. La palabra «Eulàlia» viene del griego «Eulalia«: La que habla bien. «eu» (bien) y «lalein» (hablar).

Octavi Follat. Eulalia la ven parlada. Palisintest. Fem cami atletas. Portaben dos caballs, cada caball feia un amb la força del caball de la dita,

Entre las calles del Carmen y de l’Hospital se haya la calle Egipcíaques. Esta calle fue anteriormente la calle Galera; conocida por ubicarse en ella un penal de mujeres que llevaba el mismo nombre, hasta su derrumbe, en 1579, donde se erigió un convento. La misma iglesia obligaba a las trabajadoras sexuales a enclaustrarlas durante la semana santa.

 

Eulàlia se escapó

 

«De tal aire i tot xano-xano, arribaren a l’hostal den Midó (…)
-Salut, Xica! – rondinà malhumorat.
-Hola, Ros! Bon vent que t duu, home!
Pensavem que t’havies mort a la francesa, sense despedir-te… _I la Xica, dreta darrera l taulell, enfonsà un gotet de vidre dins la bujola de zinc, xepollejant am gran manasseig en l’aigua terbola, que sentía a vi ranci i aiguardent d’un troç lluny. (…)
Ja n’hi ha prou mentres hi posis una abraçada per postres.
-D’aquestes postres no més ne donen a vila: aquí som pobrets, manyac! -contestà alegrament la pubilla;»

VICTOR CATALÀ. La fi dels tres.

Cuando los abrí de nuevo estaba mirando su Luna. Me sorprendió no haberla notado antes, me pregunté que era y la olvidé por unas semanas.

 

 

 

 

Acompañando cada Luna de estas Series, cuido la selección de una imagen de Cubierta y otra de Contra que es, al igual que la Música, un humilde homenaje a un joven que descubre que su vecina ha desaparecido y decide buscarla. Tras este argumento se esconde un singular y azaroso juego de relaciones que nos muestra la Obra. Me asalta el pavor que se sustrae al examen de mis sentidos, desde un ejercicio de Transparencia, basado en los principios de Horizontalidad. Creo totalmente necesaria la accesibilidad a la cultura y la necesidad de generarla desde posiciones críticas. Para conseguir las imágenes, me he alejado de la red para no hacer público sus nombres a especuladores y monopolios. Podéis ver un capricho. Quizá vanidad. Pero no. Veo pelos negros sobre mis pantorrillas blancuzcas por la falta de sol en el invierno, que desembocan sin curvatura en unas rodillas salpicadas de cicatrices de la infancia. Lo veo todo con una precisión que sospecho ya no me abandonará nunca más.

Tras unos cuantos pasos topo con una senda que tuerce hacia el necesario contraste que invoca los rasgos de la era contra cultural. Es una exigencia propia para torcer la mano hábil y ligera de quienes saben deslizar imágenes y datos donde conviene o desea hacernos ver. Cada imagen utilizada, lleva acreditada su autoría. En este Dormitorio deseo Despertar vuestro interés por estxs artistas. Y para facilitaros la tarea de búsqueda de recursos, os dejo a mi disposición toda la información. Quien quiera saber que me escriba un Comentario y se lo mando por correo o carta ordinaria.

Las imágenes proceden de un material gráfico de indudable gancho, knockouts fotomecánicos, a lo que hay que añadir ilustraciones que han sido cedidas por lxs propixs autorxs: publicaciones físicas: originales, portafolios, láminas o bien, impresos de ejemplares descatalogados y todo eso que los sabios denominaban «REFERENCE BOOKS» que se vendían en rastros y librerías especializadas. Hubiese podido robar imágenes de la red: pero es degradante y cobarde, y hasta castigado por vuestras leyes que hacen un delito de la miseria. Los Diarios excesivamente precisos son el Final de la Libertad: por eso sólo los períodos «vacíos» que se interponen son los plenos. Trabajo para dormir. Prefiero ser porquero y que me entiendan los cerdos.

Tras fisgar Viógrafía y se hizo impreso. Finales de 1986. Tengo siete años. Mi habitación es oscura y lóbrega. Soy Valiente. Duermo solo. Donde no alcanzan los rayos del sol alcanzan las notas musicales. Mi padre (Pedro Valera) se encarga de la cenas y de quitarme los libros de la cama al quedarme dormido. Mis padres me regalaron una lámpara de papel. Acudir a esos libros, vhs, cintas, vinilos, es natural en mí incluso antes de saber mirar, leer y escuchar. Para conocerme a mi mismo fue necesario retroceder hasta el hoyo del magma. Soy hijo de nuestro Barri Xino: El Raval: en su día llamado «siniestro» o «tenebroso» (los barrios chinos, los lugares del hampa). Los Archivos de Los Valientes Duermen Solos aparecen al ver una mujer deslizarse por las calles con un abrigo bastante decrépito de color verde que ya amarillea y me recuerda con viveza mis primeras pinturas. Basta con adquirir una Holga de plástico para capturar la imagen; una olivetti lettera 25 para mecanografiar el texto, y un inves 8086, para indexar los primeros documentos físicos en un archivo electrónico. Apunto notas de poética, lecturas de toda clase, observaciones sobre la vida cotidiana, aforismos, borradores, viajes, referencias pictóricas: son embriones o gérmenes o ideas en estado primario. Esas notas se encuentran agrupadas en cuadernos, de los cuales el primero abarca desde junio de 1993. Me propongo a darles un formato a modo de fanzine, escogidos de aquí y de allá con el objeto de ofrecer unos papeles inéditos de personajes que probablemente no existen, pero que de algún modo debieran haber existido. Sin contar lo que está desperdigado, se puede asegurar que no se ha publicado ni el uno por ciento de todo lo que ha desaparecido, o bien se ha ocultado, borrado, perdido, enterrado, quemado, olvidado. Es esa clase de ritmo, de voces, de ideas encontradas en esos objetos polvorientos de agujero de bala.

En mi caso, tenía veintiún años cuando di lugar a mi primer molde, tipo o caracteres. Emulaba así a un fundidor de tipos, antes de que el sistema se mecanizara, añadiendo la aleación de estaño y antimonio en caliente. Las minervas semiautomáticas, fabricadas a principios del siglo XX, con las que trabajé, podían producir hasta veinte mil letras por día, mientras que con los procedimientos anteriores apenas llegaba a dos mil quinientas. Habría que empezar por definir qué entendemos por tal palabra: imprenta. Pues bien, Gutenberg no inventó la imprenta. El mundo gráfico ha ido constantemente incorporando su quehacer nuevos productos hasta desembocar en la diversidad actual. En vísperas del año 2000 decido hacer una excursión por el Turó de l’Home. Me llamó la atención una pareja inclinada hacia todos lados y entre sí; dos palabras del texto sin espacios: ArsGravis. Raimon Arola y Lluïsa Vert vivían apartados de cualquier marco confesional y religioso, apartados de posibles abusos sincretistas de ciertos medios esotéricos y espiritistas, apartados, también, de las obsesiones científicas que pretenden explicar una experiencia mediante la erudición. De la misma forma, la luz de una vela tiene una realidad física y una función concreta, que es iluminar, pero desde la trama de significados que la envuelven, la luz de la vela abre un ámbito rico de significados, pues su luz nos abre una atmósfera de intimidad y cercanía. «ArsGravis o «arte grave», en el sentido de «profundo, noble, importante, trascendente…», pero también y básicamente, un arte «de peso» o más exactamente, un arte que «da peso» a lo sutil e invisible.», dice Raimon. El Misterio y su Decadencia crean unas emociones extrañas, agitadas y de encantamiento en la mente, produciendo un choque y un estado en el que la emoción y el poder seductivo superan la razón. La ilusión se une aquí con la magia. La visión personal que se tenía de la producción ars en la antigüedad, se entendía como algo que se aproximaba al desarrollo de las leyes eternas de una operación: la destreza de un trabajo individual colectivo libre que se ejecuta de acuerdo con los principios de la belleza absoluta, cósmica, divina y supersensorial del Caos: estado originario y confuso de la materia. Esa visión se esforzó por establecer retratos de personas disfrazadas, de manera convincente, fingiendo ser otra persona. Puede tratarse de autorretratos o de retratos de otros. Paula Rego, por ejemplo, se pintó así mismo en un traje oriental, como el filósofo Demócrito, similar al retrato de Rembrandt. En mi trabajo he conocido estados de conciencia alterada extática o frenética, además de las alucinaciones. De hecho, la capacidad de pasar, voluntariamente o no, de un estado de conciencia a otro, es otra característica universal que forma parte del sistema nervioso humano. El ars parece indisociable a esto último: hay una rica y cautivadora tradición/traducción que ha ocultado su identidad en cada una de las entradas del blog (a cada entrada se añaden nuevas moradas del ser). Comparto esta investigación con el interés de entusiasmaros en cada nueva entrada. Asumir el compromiso de formar y formarse en plenitud, y ayudar así a cumplir con mi «misión cósmica» de preparar el hogar y la morada del ser. compartiendo tragos en un café cantante que asolará Barcelona, al mundo del cuplé, el charlestón, los cabarets legendarios. Aquella última bohemia está a punto de despedirse para siempre jamás. Lo que vino a continuación fue una maquina de desmemoria. Un espantapájaros hubiese sido suficiente para infundir respeto. Actualmente he preferido hacerme contrabandista. La memoria es un regalo si sabemos ser Valientes y Dormir Solos. La morada del ser ayuda a dar luz en las siguientes personas. Los valientes duermen solos: abarqueras, abatidas, abiertas, abortadoras, abrazafarolas, absorbidas, abuelas, acabadas, aceradoreras, aceñeras, acrobatas, actrices, acomodadoras, acosadoras, afiladoras, africanas, afros, agentes, aguadoras, ahuyentadas, ajorradoras, aladreras, alambiqueras, albarderas, albañiles, alcahuetas, alejadas, alfareras, alfeñiques, alfombreras, algodoneras, alimañeras, alocadas, alquimistas, alucinadas, amanecidas, amaneradas, ambulantes, anacoretas, analfabetas, anarquistas, andadoras, anestesiadas, aniquiladas, anónimas, antetodos, antiartes, antifascistas, antipersonas, antisociales, antitodos, antitodo, anunciantes, aparcacarros, aperadoras, apestadas, aplastantes, apresadas, apocalípticas, árabes, armoniosas, arrieras, armadas, armeras, arrastradas, arrepentidas, arribistas, arrodilladas, arroyadoras, arruinadas, artesanas, articulistas, artificieras, artistas, aserradoras, asiáticas, astutas, ateas, atentadas, atontadas, atormentadas, atracadoras, atrapadas, audaces, augures, avaladas, avispadas, babosas, bacos, bailarinas, bajitas, bakuninistas, balas perdidas, bandidas, barberas, barbudas, barrabases, barrenderas, barquilleras, bataneras, bauleras, beatniks, bebedoras, bellacas, besugos, bizcas, bobas, bohemias, bolingas, bolleras, borrachas, borregas, botones, boyeras, bolilleras, bomberas, bordadoras, boteras, boticarias, botones, braceras, bufones, buscavidas, cabreras, cacos, cafres, cajeras, cajistas, calafateras, calamidadescalceteras, caldederas, caleras, calzonazos, callejeras, cámaras, camareras, caminantes, camineras, campaneras, canallas, cantantes, cantamañanas, canteras, capullas, caracremadas, caraculos, carasucias, carboneras, cardadoras, caribeñas, carpinteras, carretilleras, carteleras, cartoneras, carteras, carteristas, casqueras, castañeras, cedacedos, cenacheras, cencerros, cenetistas, cereras, cerradas, ceporras, cerrajeras, cesteras, chaperos, charlatanas, charnegas, chatarreras, chivatas, chocolateras, 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descolgadas, descolocadas, desenmascaradas, desesperadas, desheredadas, desinformadas, desinteresadas, desmayadas, desmesuradas, desmemoriadas, desnudas, desordenadas, despeñadas, despiertas, desplomadas, destapadas, destartaladas, desterradas, destructoras, destruidas, detenidas, detestables, detonadoras, dibujantes, difíciles, dinámicas, directas, disciplinadas, discordiantes, disidentes, disipadoras, disparatadas, dispersas, disponibles, distópicas, distraídas, diversas, divertidas, divorciadas, dramaturgas, domadoras, don nadies, drogadictas, ebanistas, ecologistas, efusivas, enanas, encaladoras, encontradas, encuadernadoras, enamoradas, energúmenas, enlairats, ensoñadoras, enterradoras, equilibristas, escapistas, escorias, escultoras, esencieras, esotéricas, espadachinas, esparteras, especieras, especímenes, espías, esquiladores, esquimales, estafadoras, estetas, estereras, estraperlistas, estrelladas, eternautas, excéntricas, exiliadas, expropiadorea, extorsionadoras, 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Termino con una cita sacada de Anarquismo, una introducción, de mi querida amiga Dolors Marin: «El hurto sólo existe a través de la explotación del hombre por el hombre… cuando la Sociedad te quita tu derecho a existir, tú debes tomarlo