Los valientes duermen solos nº 653
Alida Valli
Alida Maria Laura von Altenburger (31 de mayo de 1921 en Croacia – 22 de abril de 2006 en Roma)
“Colaboradora de Luchino Visconti, Michelangelo Antonioni y Alfred Hitchcock, entre otros grandes maestros del cine de todos los tiempos, fueron muchas, y a cada cual más memorable, las grandes interpretaciones de Alida Valli”
Filmografía selecta
- Il capello a tre punte (El sombrero de tres picos), (1934)
- I due sergenti (Los dos sargentos) (1936) de Mario Camerini
- Il feroce Saladino (Saladino el feroz) (1937) de Carmine Gallone
- La casa del pecatto (La casa del pecado) (1938)
- L’amante segreta (La amante secreta) (1941)
- Adiós Kira (1942)
- A través de las nubes (1942) de Goffredo Alessandrini
- Eugenia Grandet (1946)
- El proceso Paradine (1947) de Alfred Hitchcock
- El milagro de las campana (1948) de Irving Pichel
- El tercer hombre (1949) de Carol Reed
- La montaña trágica (1950) de Ted Tezlaff
- Despacio forastero (1950)
- El tirano de Toledo (1952) de Henri Decoin y Fernando Palacios
- Senso (1954) de Luchino Visconti
- El grito (1957) de Michelangelo Antonioni
- Prisionero del mar (1957) de Gillo Pontecorvo
- Los amantes del claro de luna (1957)
- Ojos sin rostro (1959) de Georges Franju
- Diálogo de carmelitas (1960) de Philippe Agostini y Raymond Leopold Bruckberger
- Homenaje a la hora de la siesta (1962) de Leopoldo Torre Nilsson
- El hombre de papel, (1963) de Ismael Rodríguez
- Edipo Rey, (1967) de Pier Paolo Pasolini
- La estrategia de la araña, (1970) de Bernardo Bertolucci
- No es nada, mamá, sólo un juego (1974) de José María Forqué
- El puente de Cassandra (1976) de George Pan Cosmatos
- Berlinger, te quiero (1977)
- Novecento, (1977) de Bernardo Bertolucci
- Suspiria, (1977) de Dario Argento
- La luna, (1979) de Bernardo Bertolucci
- Inferno, (1980) de Dario Argento
- Delitti privati (1993)
- Un mes en el lago (1995) de John Irvin (1995)
- Semana Santa (2002)
Sin embargo, el cinéfilo siente especial fascinación al recodarla en su creación de Anna Schmidt en el largo plano final de ‘El tercer hombre’ (Carol Reed, 1949), aquel que la alejaba del cementerio de Salzburgo, con esa altivez que la definía a primera vista, bajo la sublime melodía de la cítara de Antón Karas. De fina sensibilidad y belleza inteligente, Alida Maria Laura von Altenburger nació en Pola, en la región italiana de Istria. Adolescente aún, ingresó para cursar estudios en el Centro Sperimentale di Roma, la factoría ideada por Mussolini para poner en marcha el cine fascista. Salida de aquella escuela en 1936, realizó su primera creación dando vida a un personaje anónimo en una versión de ‘El sombrero de tres picos’, de Pedro Antonio de Alarcón, dirigida por Mario Camerini en 1936. Aún habrían de pasar cinco años antes de que la joven Alida se consagrara con el premio a la mejor actriz femenina del Festival de Venecia de 1941 por su creación de la Luisa Rigey de ‘Picolo Mondo Antico’, de Mario Soldati. Aquel primer aplauso convirtió a la intérprete en la muchacha italiana por antonomasia de la II Guerra Mundial. Las comedias de teléfono blanco que rodó a continuación, en medida alternancia con dramas lacrimógenos, dirigidos todos ellos por Mario Mattoli -‘A las nueve lección de química’ (1941), ‘Luz en las tinieblas’ (1941), ‘Cadenas invisibles’ (1942)- demuestran que Alida era una actriz impulsiva y seductora. Pero también la convirtieron en una de las intérpretes favoritas de la pantalla fascista, lo que, acabada la guerra, jugó en su contra.
Material de prensa: presentación, notas y cronología
Esta fue la causa de que nunca llegara a ser una musa del cine neorrealista de su país. Así las cosas, David O. Selznick la contrató para dar vida en Hollywood a la Maddalena Anna Paradine de ‘El proceso Paradine’, que Alfred Hitchcock dirigió en 1949. Fue el comienzo de una importante carrera internacional de la actriz, que acabará por devolverla a la pantalla italiana con un prestigio renovado. De regreso a Italia, llevó a cabo otra de sus grandes creaciones al encarnar a la condesa Livia Serpiri de Senso. Es éste un drama histórico sobre los últimos días de la ocupación austriaca de Venecia, dirigido por Visconti en 1954, donde la belleza, la inteligencia y la distinción natural de la actriz brillan como lo hicieran pocas veces.Rehabilitada de alguna manera por Visconti -militante comunista perseguido por el fascismo-, ya en 1957, Alida Valli protagonizó la única película en la que Antonioni se interesa por los pobres: ‘El grito’ (1957). Su creación de Irma resulta conmovedora.
Reclamada, asimismo, por realizadores franceses y españoles, a las órdenes del gran Georges Franju rodó ‘Los ojos sin rostro’ (1959). La Thérèse Langlois de ‘Una larga ausencia’ (Henri Colpi, 1961) es otro de los jalones de la filmografía francesa de Alida Valli. Ya en su madurez, la prolongada colaboración de la actriz con Bernardo Bertolucci dio comienzo en ‘La estrategia de la araña’ (1970), adaptación de un cuento de Jorge Luis Borges con el fascismo italiano como telón de fondo. Con él volvería a colaborar en ‘Novecento’ (1976) y ‘La Luna’ (1979). La belleza inteligente que tanto llamó la atención en sus primeras creaciones, con los años se fue transformado en una suerte de inquietud contenida que evocaba las maldades más arcanas, siempre entre lo irreal y la decadencia. En la España de las coproducciones, la actriz se puso a las órdenes de José María Forqué en ‘No es nada mamá, sólo es un juego’ (1974).Ya entrados los años 80, la dilatadísima filmografía de Alida Valli, integrada por 124 títulos, fue entrando en esos telefilmes a los que se ven condenados los grandes intérpretes de otros tiempos. Su última aparición en la gran pantalla tuvo lugar en 2002, cuando se puso a las órdenes de Pepe Danquart para interpretar a la doña Catalina de Semana Santa.
Las actuales autoridades italianas la han considerado «uno de los iconos más representativos de su filmografía». Despertó también un enorme interés en los medios dedicados a airear toda clase de intimidades. Uno de los episodios que más quebraderos de cabeza le provocaron se produjo al conocerse un escándalo de sexo y drogas en el que se vio envuelta a principios de los años 50, durante su periplo americano. El incidente afectó muy seriamente a su carrera y dicen que también a su personalidad, que se tornó mucho más desconfiada y apagada desde ese momento. Aunque ella lo disimulaba bien con ese magnetismo misterioso que irradiaba su mirada.