Brassaï

By febrero 6, 2019Sin categoría

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Los valientes duermen solos. Sueño nº 777

Graffiti, de Brassaï

“…ESAS MANIFESTACIONES «DE TAN POCA IMPORTANCIA»…”

«…Ambos artistas  se conocían y se frecuentaban en los años cincuenta. Según cuenta Gilberte (Brassaï, Graffiti, París, Flammarion, 2002), la esposa de Brassaï, Jean Dubuffet se acercaba una y otra vez a su casa para echar un vistazo a esos trabajos anónimos que Brassaï fotografiaba en los muros de la ciudad. Incluso, aunque sin éxito, Dubuffet sugirió a Brassaï la posibilidad de contar con algunos de sus graffiti para incluirlos en su Colección de Art Brut, iniciada a finales de la II guerra mundial (…) Pero el interés de Brassaï por los graffiti se remonta a dos décadas antes de tales encuentros, ya que el artista empieza a fotografiarlos graffiti en las calles de París a comienzos de la década de 1930 y continúa haciéndolo hasta finales de la década de 1950. La continua obsesión y curiosidad de Brassaï por los graffiti hace que todavía en un artículo publicado en 1958 (Brassaï, «Graffiti Parisiens», XXème Siecle, París, 10, marzo de 1958) el autor se preguntara sobre qué especie de curiosidad le había impulsado desde hacía veinticinco a los, y le seguía impulsando, a investigar en los barrios de parís, a rastrear, captar y revelar esas obras anónimas. Una obsesión que le llevó a partir de 1950 a llevar consigo cuadernillos en los que anotaba breves esquemas de los graffiti, e incluso sus direcciones, a fin de poder fotografiarlos con mejores condiciones de luz o para reencontrarlos años después y seguir su evolución. Y es que Brassaï estaba convencido de que esas manifestaciones «de tan poca importancia» eran de hecho una emanación del mundo de los sueños, una verdadera esencia de realidad…» Oliva María Rubio. La magia de las paredes. Páginas 13 y 14.

Bibliografía selecta

Graffiti, de Brassaï 1930-1958. Estate Brassaï-Rmn. Publicado por Círculo de Bellas Artes en Madrid en 2008.  Exposición comisaria: Oliva María Rubio. Área de Artes Plásticas del CBA. Las fotografías de esta exposición provienen de la Succession Brassaï. Catálogo: Área de edición del CBA. Diseño por Estudio Joaquín Gallego. Fotografías de Daniel Mordzinski. Impresión: Brizzolis, arte en gráficas. De los textos de Brassaï: Succession Brassaï. Del texto de Antoni tapies: Antoni Tapies. Traducción de Eugenio Castro.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Brassaï (Gyula Halász) (Brasov, Rumanía, 9 de septiembre de 1899 – Beaulier-sur-Mer, Francia, 8 de julio de 1984)

La evocación que con su curiosidad característica Brassaï hacía de las cuevas de Touenhang, sitas en los confines del desierto del Gobi en la ruta de la seda, y en las que se entremezclan las aportaciones del helenismo con la cultura iraquí y los principios de la civilización china, le llevaba con frecuencia a relacionar esta diversidad de expresiones artísticas vernáculas con su percepción de los graffiti parisinos, los cuales «golpean en el corazón de los problemas artísticos más candentes de nuestro tiempo». Esto escribía Brassaï en 1958 en el prefacio de su exposición londinense. Sin embargo, como un cazador de mariposas para quien la búsqueda de una vida frágil y fugaz fuese un principio científico a la vez que filosófico, Brassaï no ha dejado de seleccionar, ordenar, analizar, comentar y exponer durante más de cuarenta años los graffiti, cuyo sentido siempre ha intentado penetrar. A decir verdad –y sus escritos sobre el tema lo testimonian– su inagotable curiosidad por los graffiti se convirtió rápidamente en una verdadera profesión de fe en lo que respecta a su práctica fotográfica, su reflexión estética y sus convicciones morales y sociales. Al principio de los años veinte, justo cuando se une a la colonia cosmopolita –la húngara en especial– que conforma los bellos días artísticos del barrio de Montparnasse de París, Brassaï no puede vivir solamente de su producción artística, ni de los dibujos que vendía a algunos coleccionistas aficionados, ni de las caricaturas que realizaba para algunos periódicos franceses o extranjeros. Si bien es cierto que la vida de bohemio le conviene, ya que –como confiesa a sus padres– tiene confianza en sus disposiciones artísticas,necesita ayuda, viéndose obligado a colaborar en periódicos rumanos, húngaros o alemanes de los que se convertirá, en poco tiempo, en su corresponsal en París. 

Considerado como uno de los fotógrafos más destacados del siglo XX, Brassaï es además uno de los primeros en elevar el graffiti a la categoría artística, a pesar de que ya existían estudios ejemplares en arqueología sobre esta forma de expresión como los de Pompéi. Muy vinculado con los surrealistas, Brassaï está convencido de que esas manifestaciones ?de tan poca importancia? son en realidad una emanación del mundo onírico, una verdadera esencia de la realidad. Durante toda su vida, busca esas marcas misteriosas en las paredes, los troncos, pero también en los suelos y céspedes. Esta exposición reúne las fotografías de los graffiti, los textos originales de Brassaï y páginas facsímiles de los croquis que el fotógrafo hacía de los graffiti en su cuaderno.

«Me admiro, pared, de que no te hayas caído hecha pedazos tú que tienes que aguantar tanto aburrimiento de los que escriben.» Estas palabras en un muro podían leerse cuando las calles y casas de Pompeya quedaron a la intemperie después de haber permanecido durante dieciocho siglos sepultadas bajo las cenizas del Vesubio y bajo la hierba y los viñedos que fueron tomando posesión de aquel suelo. Fue entonces cuando comenzó a cobrar vida aquella antigua ciudad romana a través de sus templos y palestras, teatros y termas, tiendas, tabernas y casas. Pudimos percibir su desgraciado final en los cuerpos sorprendidos de sus habitantes, en el esclavo que aún sostenía la teja que no había podido salvarlo, en las mujeres y niños que yacían cogidos de la mano, o en ese hombre que quedó apoyado en su brazo, en un intento inútil de levantarse y escapar de la lluvia de piedras incandescentes que pretendía atraparlo. Pero también entonces las voces de los que vivían en aquel puerto del sur italiano resonaron en las paredes de las casas y en los muros de las calles. En las palabras que con grafitos o con pintura escribieron los pompeyanos y viajeros de paso se escuchan quejas, insultos, saludos, emociones, obscenos desahogos o pequeños poemas de amor, efímeros y ocasionales mensajes que el volcán se encargó de hacer perdurar en el tiempo.

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