Tras los pasos de Gandhi, de Tom O’Neill © Fotografía de Rena Effendi. NG, julio de 2015
En la oscuridad de la noche dirigió una oración colectiva al aire libre, en un lugar desde donde se dominaba el río Sabarmati. Estaba preparado. Con su tradicional dhoti – la prenda masculina típica de la India, que se enrolla y ata en la cintura- y un chal alrededor de los hombros, agarró una vara de bambú y echó a andar hacia el portalón. Atrás dejaba el que fuera su hogar durante 13 años, una comunidad consagrada a sus preceptos basados en una vida sencilla y un pensamiento elevado. Mohandas Gandhi iba solo. Cuando inició su caminata en una carretera polvorienta de las afueras de Ahmadabad, la ciudad más grande de Gujarat, su estado nativo, 78 hombres vestidos de blanco formaron tras él una columna de a dos. A su paso, decenas de miles de indios – partidarios o simples curiosos-, apelotonados en las márgenes de la carretera, encaramados a los árboles o asomados a las ventanas, exclamaban: “Gandhi ki jai”. Gandhi vencedor. Era el 12 de marzo de 1930. Gandhi y su comitiva recorrieron en 25 días los 388 kilómetros que lo separaban del mar de Arabia, desafiando la injusta ley británica que prohibía la extracción de sal en su colonia. Maestro en gestos dramáticos que hábilmente convertía en símbolos, Gandhi se inclinó en la orilla y recogió un puñado de lodo salino. La extracción ilegal de sal se extendió por el país y hubo detenciones y apaleamientos Gandhi pasó casi nueve meses entre rejas. Lo que las autoridades habían subestimado como una intrascendente escenificación política con tintes de espectáculo acabó en un clamor por la independencia coreado a lo largo y ancho del país. Gandhi imponía severas exigencias a familiares, amigos y aliados políticos, de quienes esperaba una moralidad sublime. Sus estrictas creencias en lo relativo a la dieta (en distintos momentos subsistió a base de frutos secos, verduras crudas y fruta desecada) y el sexo (hizo voto de castidad y lo cumplió hasta su muerte 42 años después) siempre han dividido la opinión pública.