Soy Cézanne, de J.-M. Straub y D. Huillet

By enero 20, 2020Sin categoría


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Los valientes duermen solos nº 1084
Soy Cézanne (1989) / Una visita al Louvre (2003), de J.-M. Straub y D. Huillet

«Existe un enorme pudor tanto por parte de Cézanne como de los Straub a la hora de ser equiparados con algunos de los grandes maestros. Cuando ante el cuadro de Tintoretto, Gasquet insinúa: «Se diría un Cézanne», el pintor responde: «Qué más quisiera…». Asimismo, a un comentario sobre las influencias en su cine, Straub respondía «(…) En cuanto a saber si nuestras películas son fordianas, me niego a hablar de eso porque me parece demasiado pretencioso. Eso se lo dejo a Cimino o a Coppola. No quiero medirme con Ford». Son estas afinidades en cuanto a la manera de relacionarsae con los grandes maestros, de admirlarlos y respetarlos pero sin que esto sea motivo para meras imitaciones, de considerar las grandes obras con un juicio apasionado y desde un profundo conocimiento del oficio, las que hace que la frase final de «Yo soy Cézanne» se identifique plenamente con los Straub.» Los valientes duermen solos, jueves 16 de enero de 2020. 

Soy Cézanne (1989), de J.-M. Straub y D. Huillet. 48′. Francia. 35 mm. Color. Mono. Dirección: Jean-Marie Straub y Danièle Huillet. Imagen: Henri Alekan. Sonido: Louis Hochet, Georges Vaglio.

Una visita al Louvre (2003), de J.-M. Straub y D. Huillet. 44′. Francia. 35 mm. Color. Mono. Dirección: Jean-Marie Straub y Danièle Huillet. Imagen: William Lubtchansky, Renato  Berta. Sonido: Jean-Pierre Duret, Jean-Pierre Laforce.

En definitiva, todo este juego de analogías lleva a decir que las “películas Cézanne” vienen a formar un díptico que podría llamarse “el método”. A partir de un mismo material- las conversaciones entre el pintor Paul Cézanne y el crítico y poeta Joachim Gasquet, publicadas en 1921-, estas dos películas muestran como nunca antes algunas de las grandes obras del pintor francés, al tiempo que nos hacen escuchar, expresadas en primera persona, las opiniones de Cézanne acerca del Museo del Louvre, la creación, la naturaleza. Al final de su vida, Cézanne fue visitado por varios artistas jóvenes, entre ellos Maurice Denis, quien quiso fotografiar al anciano maestro. Algunas de estas fotos aparecen largamente en Cézanne, dialogue avec Joachim Gasquet (1989), la primera película que Danièle Huillet y Jean-Marie Straub hicieran sobre el pintor. Con motivo de una exposición sobre los años jóvenes de Cézanne, Virginie Herbin, entonces al frente de la selección de audiovisuales del Museo d’Orsay, les encargó una película y les dio toda la libertad para hacerla. Hacía tiempo que los Straub venían interesándose por los cuadros de Cézanne y ya tenían ciertas ideas al respecto.La película fue muy mal acogida por el Museo d’Orsay, que la rechazó y la responsable de la operación tuve que dimitir. Como base para la película habían tomado el libro de Joachim Gasquet sobre el pintor, un texto generalmente considerado poco fiable. Además, salvo por las pequeñas intervenciones de Gasquet de las que se ocupa Jean-Marie Straub, la voz en off está a cargo de Daniéle Huillet, cosa que, en un primer momento, se percibe como una disociación con la figura del pintor. Para mayor extrañeza, se incluyen tres amplias citas cinematográficas, una de Madame Bovary de Jean Renoir y dos del quinto rodaje de Empedokles. Y, ante todo, esta película no tiene nada que ver con los tradicionales documentales sobre pintura: ni se hace un biopic del pintor, ni salen expertos hablando de su obra y su fortuna crítica, ni tampoco se pone la cámara a “navegar” por los cuadros y a resaltar un detalle tras otro, sino que las obras de Cézanne que se muestran (pocas en relación con la duración del film) aparecen con su marco, iluminadas con una luz blanca, de la manera más objetiva posible. Así que, pese a contar con uno de los más reputados directores de fotografía, Henri Alekan, nada más lejos de sus intenciones que montar un espectáculo pretendidamente artístico. Sin embargo, precisamente por el carácter nada convencional de su aproximación, la película resulta de un enorme interés, ya que supone una reflexión sobre la relación de Cézanne tanto con la naturaleza como con la pintura y, asimismo, revela una sintonía entre la manera de trabajar de Cézanne y la de los Straub.

El libro fue publicado en 1921 por las ediciones Bernheim-Jeume, es decir quince años después de la muerte de Cézanne. Se divide en dos partes: la primera es un texto de Gasquet sobre el pintor y la segunda supone una composición de recuerdos y declaraciones de Cézanne organizadas como si fueran conversaciones en torno a tres temas que vienen a constituir tres capítulos: “El motivo” (que es lo que se utiliza en Cézanne), “El Louvre” y “El taller”. Souvenirs sur Paul Cézanne. Une conversation avec Cézanne (1926), de Émile Bernard. París. Michel/ y Paul Cézanne, Correspondencia (ed. de John Rewald), Madrid, Visor (1991). El primer cuadro que aparece es Vieja con un Rosario, que Cézanne dice haber pintado teniendo en mente a Flaubert, lo que da paso a la escena de los comicios agrícolas de Madame Bovary en la adaptación de Jean Renoir, que termina con la entrega de una medalla por sus largos años de trabajo a una anciana que es exactamente como la del cuadro. Similitud que cabe pensar que no es casual, dado que sin entrar a si sabía o no de las palabras del pintor, desde luego Renoir tenía un amplio conocimiento de la obra de Cézanne en el contexto que le había inspirado. Los insertos de Empedokles obedecen a una profunda lógica interna. Cézanne y empédocles comparten una veneración por la naturaleza que, llevada al extremo, les genera dificultades para integrarse en sociedades respectivas. Si bien Cézanne, cuyo padre había sido primero comerciante y después banquero en Aux, no se le discutía ser un miembro de la burguesía de la ciudad pese a ser un artista aislado y excéntrico para la mayoría de paisanos, no era ni comprendido ni reconocido como pintor, de hecho, el que durante gran parte de su vida fuera director del Museo de Bellas Artes local (actualmente Museo Granet) juró que mientras él estuviera en el cargo no entraría ni un sólo cuadro de Cézanne en la colección. Straub explicaba: “Por qué Hölderlin? Es muy simple. Cézanne fue a un liceo en que, en aquellos tiempos, todavía se aprendían ciertas cosas. Entre otras sabía de memoria poemas de Horacio en latín; había leído De Rerum Natura de Lucrecio y se sabía muchos párrafos también de memoria. Podíamos haber elegido Heráclito, pero como ya habíamos hecho una película sobre Empédocles, elegimos a Empédocles. Era una forma de establecer un diálogo con Cézanne.” Hölderlin y el planteamiento que éste tenía de la naturaleza. La llamada de atención de Hölderlin con respecto a la pérdida de relación con el espacio natural y su visión de futuro en la época de una incipiente primera revolución industrial.