El magnetitzador. Un esdeveniment familiar, de E.T.A. Hoffmann

By abril 5, 2017Sin categoría

MG. El magnetitzador 2

Los valientes duermen solos nº 303
El magnetitzador. Un esdeveniment familiar (1813), de E.T.A. Hoffmann

« La realidad tiene zonas oscuras, y la literatura líneas de sombra para acceder a ellas. Como Freud haría más tarde, Hoffmann penetró en los sótanos de la realidad y exhumó todo un retablo de fantasías y prodigios atroces: los autómatas, los dobles, la suplantación de la identidad y los abismos del yo, la disociación y la locura, las insidias de los espejos, la metamorfosis, el mesmerismo y el magnetismo… Claudio Magris, que ha visto una «punzante contemporaneidad en la poliédrica y huidiza obra de Hoffmann», también ha advertido «sus intuiciones extraordinariamente precursoras sobre la naturaleza y función de la novela». Y es difícil asegurar si en el trasfondo del «Informe para una Academia de Kafka» no está la sombra de Milo, aquel mono de la segunda «Kreisleriana».» Los valientes duermen solos en diciembre de 2016.

El magnetitzador. Un esdeveniment familiar (1813), de E.T.A. Hoffmann. Título original: Der Magnettiseur. Eine Familienbegebenheit. Edición catalana en Barcelona por Editorial Bambú (Editorial Casals) en diciembre de 2016.

E.T.A. Hoffmann escribe El magnetizador entre los meses de mayo y agosto de 1813, cuando Napoleón ha ocupado Alemania, y Dresde, la ciudad donde vive el escritor, las tropas francesas y los aliados libran una batalla sangrienta, que dejará una balance final de veinte y cinco mil víctimas.

Hoffmann acaba de perder su plaza de director musical en el Teatro de Bamber y ha tenido que abandonar la ciudad, después de enamorarse de una de sus alumnas de canto, Julia Marc, y de enfrentarse con el prometido de la chica en una violenta escena de celos que provoca un gran escándalo. Casado, pero profundamente solo, sin dinero ni reconocimiento social, fracasado como músico, a punto de cumplir los cuarenta años, Hoffmann se hunde en la desesperación. Hoffman se recupera y, en cuanto cesan los combates, visita el campo de batalla.

Los pintorescos cerros sembrados de viñedos por los que solían pasear los habitantes del lugar, son cubiertos de cadáveres. Aquella tarde anota en su diario: «Un panorama espantoso, todo de cabezas aplastados … Una impresión imborrable … Lo que he visto tantas veces en mis sueños se ha realizado …, y resulta terrible. Hombres mutilados, cuerpos partidos en dos!!» Fantasía y realidad se unen en una imagen grotesca, una fusión que caracteriza los cuentos de Hoffmann.

Muchas de estas experiencias están presentes en El magnetizador, un intento de entender las fuerzas oscuras que someten al ser humano y lo conducen al mal, a la destrucción y la muerte. Los protagonistas del cuento son una familia de la nobleza. A partir de las experiencias que relata en cada uno, el ambiente de la reunión se vuelve cada vez más curioso, entramos en un estado que oscila entre la realidad y la alucinación, entre los sueño y la vigilia, en el que nunca, ni siquiera al final, queda claro si los fenómenos que se narran ocurren o son de la mente exaltada o enferma de sus protagonistas. 

En el fondo de El magnetizador late el mal. Hoffmann pertenece a una generación que había afirmado con un convencimiento absoluto la bondad del ser humano. En el relato, la madat proviene de un ámbito ajeno, impracticable para el ser humano. Alban, el magnetizador (tal vez inspirado en la figura de Napoleón) aprovecha su poder para ir más allá: por medio de la concentración hipnótica, induce al paciente a un estado de sonambulismo en que puede influir sobre su voluntad. Domina al otro y lo pone a su servicio; pero a la vez, la persona que se somete a su poder queda fascinada.

Lo que ni el uno ni el otro saben es que, después de todo, quien tiene el control de la situación es el mismo poder, un poder maligno que se filtra en los sueños, que actúa en la vida, que organiza los eventos siguiendo un plan propio, que aparece en los rincones de la existencia rompiendo la lógica, haciendo un guiño burlón al hombre, que presume de conocer lo que, por naturaleza, lo sobrepasa. Se siente dueño de sí mismo, pero, en realidad, es esclavo de un destino incomprensible.

El tema se desarrolla mediante una compleja estructura narrativa, casi coral, con varios narradores, y varios puntos de vista. «Los sueños son espuma.» Este leitmotiv, un dicho popular alemana que se repite en varias ocasiones a lo largo del cuento y sirve de encabezamiento de la primera parte, debía ser el título de El magnetizador. Las opiniones de los personajes están divididas: para unos, los sueños nos abren a una vida superior; para otros, resulten peligrosos; y unos tercero se distancian sin darles más importancia. Para Hoffmann los sueños son «nuestro legado en esta tierra, una parcela del más allá que nos puede hacer de palanca para ponernos en movimiento».