Los valientes duermen solos nº 342
El cor pensant dels barracons. Cartes des d’Amsterdam i el camp de Westerbork (1943), de Etty Hillesum
«La vitalidad de Etty se tambalea cuando se plantea el tema de la maternidad. No quiere añadir más sufrimiento al mundo con una nueva vida. Su actitud es contradictoria, pero completamente lógica en un momento histórico que no proporciona ningún argumento para la esperanza. Etty incluso reconoce que abortaría, si se quedara embarazada. Piensa que es la única opción responsable. Es inevitable experimentar perplejidad al leer unas palabras que contrastan con su amor a la vida, pero su postura parece congruente ante la perspectiva de un genocidio.» Los valientes duermen solos. Sábado 1 de julio de 2017.
El cor pensant dels barracons. Cartes des d’Amsterdam i el camp de Westerbork, de Etty Hillesum (1943) Título original: Het denkende hart van de barak. Brieven van Etty Hillesum © Etty Hillesum Foundation, Uitgeverij Balans, Amsterdam, 1943. Edición catalana © Angle Editorial, Barcelona, junio de 2017
Ester “Etty” Hillesum es una de las voces más conmovedoras de la Shoah. Su caída al abismo se produce al mismo tiempo que su ascensión hacia Dios. Etty no busca consuelo, sino una perfecta comprensión de las cosas. No fantasea con un Dios omnipotente que evite su previsible inmolación. Se conforma con la alegría que le produce su cercanía. Nota la presencia de Dios en su interior, revelándole que la vida es hermosa y tiene sentido, incluso en las circunstancias más aciagas. Piensa que tal vez Dios puede necesitarnos tanto como un padre enfermo, pues su poder nos es ilimitado y sufre con la injusticia, incapaz de revertir la marcha de la historia.
El 11 de julio de 1942, cuando los judíos holandeses ya soportan las medidas concebidas para su deportación y exterminio en los campos de concentración de la Polonia ocupada, Etty escribe: “Y si Dios no me sigue ayudando, entonces tendré que ayudar yo a Dios”. A la mañana siguiente, añade: “Sólo una cosa es para mí más evidente: que tú no puedes ayudarnos, que debemos ayudarte a ti y así nos ayudaremos a nosotros mismos. Es lo único que tiene importancia en estos tiempos, Dios: salvar un fragmento de ti en nosotros. […] No te exijo responsabilidades, tú nos las podrás exigir más adelante a nosotros”.
En 1942, durante la ocupación nazi de Holanda, Etty Hillesum trabaja para el Consejo Judío en Amsterdam. Poco después, sin embargo, fruto de una creciente maduración espiritual y una asunción radical de su compromiso, pide el traslado al campo de concentración de Westerbork para asumir el destino de su pueblo. En medio del dolor personal y la tragedia colectiva Hillesum será capaz de descubrir la belleza de la vida, refugiada en la esperanza de que, pronto, tenía que llegar un nuevo mundo, más justo y humano. Manteniendo esta esperanza murió en Auschwitz en 1943. A pesar de que sus textos no se publicaron hasta cuarenta años después de su muerte, Hillesum se ha convertido en un referente imprescindible y una figura especial: no es una teórica, ni una líder activista, sino una mujer con un profundo compromiso humano ante una experiencia extrema. Hemos sobrevivido a un martes más. Si el próximo martes sale otro transporte, hay muy pocas posibilidades de retenerlos [sus padres]. Esta preocupación es lo que más te consume; preocuparte por los demás, quiero decir. Este capítulo de la historia de la humanidad es tan triste y vergonzante que no sé ni cómo hablar. Da vergüenza haber estado presente y no haberlo podido impedir. Etty Hillesum se encontraría de manera muy singular entre las voces femeninas del siglo pasado que han clamado por la justicia y la paz desde la propia experiencia de discriminación, violencia y guerra. La escritura fue en ella un auténtico instrumento de resistencia.