El andrógeno sexuado, de Estrella de Diego

By septiembre 30, 2019Sin categoría

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Los valientes duermen solos nº 1012
El andrógino sexuado (1992), de Estrella de Diego

«La idea de este libro surgió en Madrid durante el seminario de Tercer Ciclo sobre iconos publicitarios impartidos por el profesor Jaime Bruhuego y Estrella de Diego. La mayor parte de la investigación se desarrolló en Nueva York durante los años 1987-88 y 1988-89. En septiembre de 1987 Estrella de Diego se instala en Nueva York como Becaria de Fullergh. En Nueva York leería por primera vez a Judith Butler, cuyos primerísimo textos aparecían por esos mismos años, ya que el «Género en disputa» se publicó en 1990, o el mítico «Orientalísimo» de Said.» Los valientes duermen solos. Sábado 28 de septiembre de 2019.

El andrógino sexuado (1992), de Estrella de Diego. Publicado en Madrid por Antonio Machado Libros en 1992. Col. La balsa de la medusa n° 219. Colección dirigida por Valeriano Bozal. 256 pp. 403 il. 21,5 x 17 cm.

El amor, la forma última de androginia, fundirse con el otro como expresan los románticos alemanes -y como subliminalmente apunta una buena parte de la iconografía del tema-, no es sino la forma más dramática de la imposibilidad, de la búsqueda de la liberación. En la sociedad actual, en apariencia desprovista de mitos -aunque al fin plagada- la androginización se convierte en otra forma de expresión de los miedos y de la plasmación del deseo en un momento que vive engañado por la falsa presencia del placer.

La idea de un sujeto quebrado, puesto en cuestión, dependiente de la subjetividad dominante pero en lucha por subvertirla es, de hecho, la esencia de las aportaciones más intrigantes del proyecto autobiográfico de la Modernidad. Desde el texto clásico de Rousseau, paseo de un solitario y sus ensoñaciones, hasta la citada autobiografía de Barthes, el sujeto moderno, vulnerable y a trozos, consciente de ese yo que habita dentro y fuera de nosotros, espejo en el cual nos miramos tratando de recuperar nuestra propia imagen unitaria, se busca. Se busca incluso en la ficción de verdad –en tanto convención– que simbolizan la autobiografía y el autorretrato, que a menudo se presenta como ejemplo de verosimilitud si bien crea un modelo cerrado de representación. Algunas de estas preguntas se han ido planteando a lo largo de la investigación que, al tratar de dibujar fronteras, ha encontrado sólo territorios contaminados, quizás porque cada autobiografía y cada autorretrato tienen algo de espejo en el cual el otro y el yo se obstinan en intercambiar papeles ad infinitum.

¿Dónde mirarse entonces y, lo que es más, hasta cuándo se mantendrá la idea del «espectador a salvo» en su territorio inexpugnable delimitado mediante la fórmula codificada en el Quattrocento, cuyas estrategias se basan en lo que Berger llama la «no reciprocidad visual»: el cuadro jamás devuelve la mirada al estar el espacio construido de un modo que lo hace imposible? ¿Qué sucede si la convención se rompe y con ella la lógica que la gobierna? ¿No es cierto que roto el espacio se rompe también la noción de «sujeto a salvo», del mismo modo que si se rompe la noción de sujeto compacto se tambalea la noción del espacio tal y como lo construye Occidente? ¿Quiénes somos entonces en nuestro papel de espectadores? Y es que al final nadie está a salvo, por una razón muy sencilla que suele omitirse con frecuencia: mirar es estar en el relato, formar parte del relato. De eso trata este libro: del sujeto que mira y es asaltado por una nueva forma de mirada en la cual estar ahí, estar presente, termina por ser un acto cargado de malentendidos, pues si estar presente no garantiza decir la verdad, como bien sabemos después del descrédito del testigo, no estarlo no excluye la posibilidad de hablar de uno mismo. 

Se trata, por tanto, de redefinir la noción de espectador en el contexto de los trabajos autobiográficos de algunos artistas actuales, porque el libro no pretende ser exhaustivo en cuanto a catálogo de creadores se refiere; se trata de ampliar ese territorio conflictivo del que mira hacia lugares donde la noción del espectador y del sujeto sigue abierta, como ocurre en la performance. Si el que mira forma parte del relato, el que mira una performance forma parte de ella porque mirar es estar. De igual modo, si para que haya una performance es necesario que exista un solo espectador, ¿no es el fotógrafo parte de cada foto que toma –que se está «actuando»–, y no es cada foto parte de su autobiografía porque estuvo allí mirando y, por tanto, formando parte del relato? Pero igual que las fronteras entre auténtico y verdad van cayendo, este libro tiene más preguntas que respuestas. ¿Quiénes somos mientras miramos? ¿Cuántos somos si la noción del sujeto unitario que cuenta una vida «de verdad» se ha quebrado.

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