Los valientes duermen solos nº 514
Ciccì Coccò, Texto de Bruno Munari y fotografías de Enzo Arnone (1974-1981)
La mayoría de las imágenes son realizadas entre el período 1974-1981. Editorial Maurizio Corraini. Mantova, Italia, 2000. 120 pp. Rústica. 19,5 x 13 cm
«Ciccì Coccò es uno de los primeros y raros libros infantiles donde se usa la fotografía. Tal vez por esta razón, Munari ha escrito fácilmente los siguientes textos, con frases simples y rimas cortas, las sugerentes imágenes de Enzo Arnone tomadas en los años 70 y 80 a los niños retratados en sus momentos de juego y descubrimiento.»
Bruno Munari, inventor de las máquinas inútiles, pionero del diseño industrial italiano, falleció la madrugada del miércoles en su domicilio de Milán. Munari, que padecía un cáncer desde hace tiempo, había cumplido los 90 años. El artista estaba casado con Dilma Munari, de 87 años, y tenía un hijo, Alberto. La figura de Munari fue recordada ayer en los informativos de la televisión italiana como la de un protagonista irónico y sonriente de la vanguardia artística y de la vida cultural italiana a lo largo de más de 60 años.Con apenas 30 años fundó junto a Gillo Dorfles, Atanasio Soldati y Gianni Monnet el llamado MAC (Movimiento para el Arte Concreto) con el objetivo de desarrollar la pintura y la escultura abstractas, desvinculadas completamente del mundo circundante. De esa época gloriosa son las famosas «pinturas negativas-positivas» de 1950. Munari las explicaba señalando: «El color se mueve en el espacio óptico entre la tela y el espectador, así el fondo se vuelve forma, y la forma, fondo».
En esos años realiza los experimentos con la luz polarizada. Un filtro Polaroid permite desmontar la luz y extraer los colores purísimos, gracias a las materias transparentes con estructura polarizante. Otra de sus creaciones más famosas, los tenedores habladores, fue realizada en 1958. Se trata de un curioso tenedor plegado como una mano sorprendida en el gesto de indicar algo. «El arte es búsqueda continua», explicaba Munari, «asimilación de las experiencias pasadas, acumulación de experiencias nuevas, en la forma, en el contenido, en la materia, en la técnica, en los medios». Acostumbrado a las críticas de los más pacatos, Munari advertía: «El mayor obstáculo para comprender una obra de arte es querer entenderla».
Sus máquinas inútiles traducen a la perfección esta convicción suya. Se trata de formas geométricas simples, de madera, metal, de cartón, unidas con hilos que se mueven al menor movimiento del aire convirtiéndose en algo cambiante ante los ojos del espectador. Munari se mofaba a su modo de los vicios de nuestra época, como la velocidad, la productividad, la utilidad. Valores que no le convencían. Ayer, el creador Gean Michele Folon le recordó con afecto como el maestro de la simplicidad.Entre sus obras más originales figuran las llamadas esculturas de viaje. La idea del autor al realizarlas era que estas pequeñas piezas debían incorporarse a la maleta para ser colocadas en las anónimas habitaciones de hotel, dándole al viajero una sensación de calor personal en la estancia.
En 1953 uno de sus juguetes gana el Compás de Oro, una especie de Nobel del diseño. En esa etapa se consolida su fama de creador, pero Munari no dejó de progresar en su búsqueda de respuestas artísticas hasta el final de su vida. En su libro El arte como oficio -publicado en España por Gustavo Gili- explica cuál es el secreto de lo maravilloso: si la forma de un objeto es bella el mérito está en la exactitud de los componentes, porque lo bello es lo justo.