#Álbum ilustrado nº 497 #Cosas y cositas, de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn

By octubre 19, 2017Sin categoría

MG.Cosas cositas Uribe

Aula voladora de Melocotón Grande
#Álbum ilustrado nº 497

Cosas y cositas, de María de la Luz Uribe y Fernando Krahn

Espasa Calpe. Austral Infantil. Madrid, 1987. Colección dirigida por Felicidad Orquín. Impreso en Talleres Gráficos de la Editorial Espasa-Calpe en Madrid. 24 pp. Rústica. 18,7 x 12,1 cm

Cuando las cosas comienzan a hablar, lo hacen en verso, rimando y casi cantando. Nos cuentan sus pequeños problemas, que para ellas son grandes, y podemos descubrir su aburrimiento, o su vanidad, o sus sueños. Estos poemas-canciones entroncan con la mejor tradición del folclore español del disparate. Premio Austral Infantil 1986.

En septiembre, mes que hemos dedicado a la memoria y el patrimonio, recordamos a María de la Luz Uribe (1936-1994) y Fernando Krahn (1935-2010). Ambos chilenos, pero que vivieron en España exiliados desde la década de los 80. Juntos crearon decenas de libros para niños, como Doña Piñones y Cuenta que te cuento. Los recordamos de la mano de la escritora y editora Verónica Uribe, quien fue cercana a ambos y ha publicado varias de sus obras en Ekaré.
María de la Luz Uribe y Fernando Krahn crearon juntos una treintena de libros para niños de un humor sutil e inteligente. Trabajaban lado a lado, ella con las palabras, y él con imágenes que surgían de un sinfín de creyones, plumones, lápices y lapiceros que se amontonaban en su pequeño estudio. Ella era tranquila, pausada, de pocas e intensas palabras; él en cambio, era inquieto, nervioso y conversador. Vivieron en Nueva York, en Santiago y, largos años en Sitges, España. Allí tenían una casa de tres pisos alta y estrecha. Arriba, una terraza desde la que se divisaba el mar; abajo, un patio lleno de plantas donde se paseaba una gata a la que llamaban Té con leche.
Ellos dos y sus tres hijos, Fernanda, Santiago y Matías eran una familia unida por el amor, el arte y el ingenio. “Vivimos en una burbuja de armonía; éramos los cinco, siempre, a toda hora”, dice Matías. Y a esa burbuja de armonía de la calle San Gaudencio llegaron muchos a disfrutar de la cálida hospitalidad que ofrecían: Nemesio Antúnez, José Donoso, Luis Poirot y otros artistas. Los libros de María de la Luz y Fernando cuentan historias en verso de liviano humor, con personajes amables y queribles. En Doña Piñones aparece una viejecita que vive asustada hasta que un niño la rescata y la lleva a pasear con los cuatro vientos; En la Historia del Uno, un solitario número 1 sale en busca de un amigo y no lo encuentra hasta que se topa con el cero.
En Cuenta que te cuento, un rey de papel se desvela por su frágil reino. Aunque este reino de papel es una comarca imaginaria no puede uno dejar de pensar en la debilidad del ser humano, “somos una cascaritas”, dice Fernando, “un frágil envoltorio”. Y dice también que María de la Luz era ágil e ingeniosa en las rimas para niños, pero siempre con una idea de fondo reflexiva e irónica. “Allí estuvo la clave de nuestra felicidad creativa. Cada uno apuntaló al otro opinando qué se podía modificar para un ajuste adecuado de ilustración y texto. Nos complementamos muy bien, sin recelos.” Y así, este cuidadoso trabajo a cuatro manos los llevó a ganar el Premio Austral por Cosas y cositas y el Apel-les Mestres por La señorita Amelia.
Pero la fuerza creativa de ambos se extendía más a lláde los libros para niños. Fernando fue un gran humorista publicado en las revistas y periódicos más importantes de Estados Unidos y Europa: Esquire, The New Yorker, Die Zeit, El País, La Vanguardia. Allí aparecieron sus Krahneologías y sus Dramagramas y una vasta obra que se exhibió en 1995 en el Museo de Bellas Artes de Santiago. Entre los dibujos de esta retrospectiva, destacan los que hizo para el libro Látigo de cien colas (1988), en colaboración con Joan Brossa. Son dibujos extraordinarios, un bestiario inclemente, un retrato agudo y penetrante de la sociedad en los que muchos vieron una ácida crítica a la dictadura. María de la Luz escribió mucho más de lo que publicó.
Después de su muerte, Fernando encontró decenas de cuadernos y carpetas con sus diarios de vida, sus reflexiones y extraordinaria poesía. Para sus hijos fue un hallazgo insospechado, un redescubrimiento de la mujer que había sido su madre. Fernanda dice: “Mi madre, en fin, no era sólo “la mamá”, o la autora de innumerables libros infantiles, muchos de ellos salpicados de un muy especial sentido del humor, sino también esta otra persona, que desde su primera adolescencia se encerraba en sí misma para plasmar su arraigado sentido trágico de la vida en poemas de una inusual madurez.” Aunque Fernando vivió muchos años sin María de la Luz, ella estaba siempre presente en sus conversaciones, en sus referencias, en sus relatos. A mí me gusta recordarlos juntos caminando por alguna de las estrechas calles de Sitges, o sentados tomando té hablando de mil posibles proyectos, o más bien a Fernando dibujando y a María de la Luz tecleando en su vieja Underwood. Reseña de Verónica Uribé, Funación La Fuente, 23 septiembre de 2013
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