Albert Renger-Patzsch

By junio 7, 2018Sin categoría

Lvds. Albert Renger Patzsch

Los valientes duermen solos nº 617

Albert Renger-Patzsch

(22 de junio de 1897 en Würzburg – 27 de septiembre de 1966 en Wamel)

Bibliografía selecta

La fotografía del siglo XX, de Reinhold Mißelbeck (Taschen, Múnich, 2002)
Albert Renger-Patzsch (Editorial Mapfre, Madrid, 2017)

Fue considerado el principal fotógrafo de la época de la Neue Schlichkeit por la calidad y precisión de sus fotografías, con toda la atención a la realidad inmediata y la materialidad que son características de la nueva objetividad, pero sin el cinismo, la crítica, la amargura o la resignación que también formaron parte de ella

Albert Renger-Patzsch comenzó su carrera en los años 20, poco después de terminar la Primera Guerra Mundial. En el periodo artístico que tuvo lugar en Alemania entre las dos grandes contiendas del siglo XX el fotógrafo reflexionó sobre la necesidad de distanciar la fotografía de otras artes como la pintura. Creyendo firmemente que cada disciplina requería un lenguaje específico él abrazó una fotografía hiperrealista con enfoques cerrados y perspectivas muy cercanas.

Material de prensa: presentación, notas y cronología

Tanto da que lo que se ponga delante de su objetivo sean los pétalos de una orquídea, los surcos de lluvia en un camino resquebrajado o unas casas suburbiales de Berlín. El resultado son siempre fotografías de una objetividad extrema porque así lo quería Albert Renger-Patzsch, el fotógrafo alemán considerado como una de las figuras más representativas e influyentes de la historia de la fotografía del siglo XX. Enemigo del pictorialismo que le precedió y discrepante de las mezclas artísticas que predicaban los movimientos vanguardistas, para él, la fotografía consistía en reducir el mundo en color a un rectángulo en blanco y negro; y “como el más modesto arte”, escribió, “requiere buen gusto, capacidad de abstracción, fantasía y concentración”

Las fotografías de Albert Renger-Patzsch rezuman sobriedad, se centran en el detalle y realzan los aspectos más formales y materiales de los objetos capturados. Sólo de esa forma conseguía intensificar el interés y la consciencia de quien las admiraba. Realismo, objetividad y neutralidad fueron las características de su obra que dieron lugar a un estilo sencillo y templado, producto de concebir la cámara como aparato técnico capaz de trasmitir la naturaleza de las cosas y de reforzar la consciencia de las mismas. «En su trabajo encontramos una mirada a la historia, al movimiento victorialista. En aquel entonces era importante buscar un arte fotográfico que no imitase la pintura y no buscase los valores en otras disciplinas», señala Mah. «Y, en segundo lugar, se interesó y participó en el periodo de las vanguardias artísticas, intentado centrar la fotografía y frenar la idea de que no hay especificidad, ni disciplinas».

Con 185 fotografías y material documental, la muestra realiza una retrospectiva de su carrera, desde la década de 1920 hasta la de 1960, examinando la amplia gama de géneros que la marcaron a través de tres momentos fundamentales: sus años iniciales, con las imágenes de plantas para la editora Folkwang/Auriga y la profusión de temas presente en su libro El mundo es bello; el periodo que se abre con su traslado a la zona del Ruhr, caracterizado por una intensa producción en torno a sus arquitecturas y elementos industriales; y, finalmente, los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, cuando retorna a la naturaleza. «Su trayectoria artística se confunde mucho con su vida personal», señala. «Hay que tener en cuenta un contexto social que estaba cambiando mucho en Alemania por los fenómenos de la industrialización y el imperio de la tecnología». De modo que esta transformación social fue el desencadenante de los cambios sociales, artísticos y perceptivos de su trabajo, que fue virando hacia una fotografía híper realista.

En definitiva, una manera de reflexionar sobre las posibles conexiones y analogías entre el mundo dado (de la naturaleza) y el heredado (del pasado, de la tradición), y el mundo nuevo, transformado por el hombre, que emerge con los nuevos designios de la cultura moderna, urbana e industrial. «Para Renger, el realismo está conectado con la racionalidad de la máquina, pero la lógica y la frialdad de la imagen no llega como una cosa seca y fría al espectador, pues la percepción humana nunca es objetiva», comenta sobre las obras, procedentes, entre otros, de la Fundación Ann y Jürgen Wilder (Múnich), la Galerie Berinson (Berlín) o el Centre Georges Pompidou (París).

El fotógrafo logró, así, combinar las cualidades descriptivas y objetivas de la fotografía con sus aptitudes estéticas, logrando una ruptura con las prácticas fotográficas anteriores. Ésta fue para el artista la única manera de conseguir que la fotografía alcanzara una identidad propia, claramente diferenciada de la herencia pictorialista y de los experimentalismos híbridos de las vanguardias de principios del siglo XX. Su obra es el claro reflejo de sus palabras: «ya no se puede concebir la vida moderna sin la fotografía».

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